Editorial

Aquello en lo que España sí es ejemplar y conviene proteger

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España es uno de los pocos países del mundo en el que no se ha registrado ningún ataque con armas de fuego en centros educativos en el último año. Tampoco en el anterior. La estadística es brillante, sobre todo si se pone frente a la de los Estados Unidos de América, primera potencia económica y militar del mundo pero, al tiempo, un país enfermo de sí mismo. No se trata de aplaudir a los españoles por no ir a hacer la compra con el revólver en el cinturón o por no arreglar a tiro limpio los desequilibrios germinados en el odio, se trata de reconocer que hay dramas que en nuestro país no se dan gracias a una coherente legislación respecto al uso de armas y a una sociedad que percibe como un hecho enfermizo que haya niños manejando fusiles desde que apenas se tienen en pie.

La matanza de Uvalde (Texas) es solo una más en un balance que cuenta por centenares -sí, centenares- los ataques en entornos docentes cada año. Todo, gracias  una legislación que consagra el derecho a la tenencia de armas de fuego como sistema de autoprotección, lo que no deja de evidenciar más la vesania que alimenta una cultura que dirime con balas sus asuntos domésticos, pues el miedo a la desprotección es lo que está detonando una masacre detrás de otra. Pero hay más, y del resto no estamos tan a salvo. 

Varios de los casos más graves registrados en los últimos años han sido amplificados a través de las redes sociales, cuando no retransmitidos en directo por sus propios autores. La hiperconectividad garantiza la fama, aunque sea por una causa tan abyecta y criminal como el asesinato en masa. Esa cultura, la de exhibir las más bajas pasiones buscando el aplauso de los necios, que como es sabido son legión, también está arraigando en Europa. Cada día son más frecuentes las agresiones difundidas a través de las redes, lo que ejerce como multiplicador y está llevando a los jóvenes a organizarse para, al abrigo de la manada, cometer fechorías cada día más graves. Detrás siempre hay una forma de odio o de rechazo familiar o social. Racismo, homofobia, clasismo... Cualquier detonador vale, cualquier víctima es propicia.

No, España todavía no está enferma de violencia. No lo está porque sus leyes no fomentan la normalización del uso de armas. Y porque, por mucho que haya quien se empecina en dividir y levantar muros o cavar trincheras, España sigue siendo un país que rechaza la violencia. Lo hizo para abrazar la democracia. Lo hizo para vencer la terrible amenaza de la organización criminal y terrorista ETAy lo hará frente a cualquier intento de convertir a la sociedad en lo que no es. Pasamos tanto tiempo subrayando nuestras miserias que a veces nos olvidamos de celebrar las grandezas. 

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