Lealtad a la fuga

Agencias-SPC
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La fidelidad hacia Putin, que hasta ahora parecía inquebrantable, comienza a presentar grietas en la población y los altos mandos rusos tras los reveses en Ucrania

Lealtad a la fuga - Foto: ROBERT GHEMENT

Casi ocho meses después del comienzo de lo que desde el Kremlin calificaron una «operación militar especial» sobre Ucrania con el objetivo de «desnazificar» al país vecino, el discurso oficial del Gobierno de Vladimir Putin empieza a mostrar algunas grietas y en la hasta ahora fidelidad ciega que la cúpula rusa tenía alrededor de su líder se vislumbran ya alguna que otra fractura a medida que las tropas han cedido terreno en el frente de combate.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ordenó a finales de agosto una contraofensiva en el este y el sur del país que se ha traducido en avances en puntos clave. Moscú argumentó las primeras retiradas como repliegues tácticos, aunque fue un punto de inflexión en el conflicto. 

El Gobierno ruso contraprogramó las derrotas con el anuncio, el 21 de septiembre, de una movilización militar parcial que aspira a reclutar a 300.000 reservistas. Ese mismo día, el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, reconoció que ya habían perdido a casi 6.000 efectivos, si bien la parte ucraniana eleva a más de 60.000 las bajas.

El Kremlin se esforzó desde un primer momento por controlar el relato, persiguiendo con dureza a medios y disidentes que se atraviesen siquiera a hablar de «guerra» o «invasión». Cualquier crítica a la labor de las Fuerzas Armadas puede ser constitutiva de delito, para estupor de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos.

«Tenemos que dejar de mentir», proclamó hace unos días el presidente de la Comisión de Defensa de la Duma, Andrei Katapolov, en un popular programa. «Nuestra población no es estúpida», sentenció este antiguo general, en un mensaje inédito desde el inicio de la invasión el 24 de febrero.

A los servicios de Inteligencia estadounidenses también les constan críticas en el círculo más cercano a Putin. De hecho, confirman un enfrentamiento directo con el presidente de uno de sus principales asesores -sin dar nombres- y han desvelado un creciente malestar por las carencias de mando y logística evidenciadas estos meses.

«Hay muchas personas convencidas de que esto no va bien», asegura una fuente del Kremlin.

Los servicios secretos del Reino Unido ya alertaron recientemente de que parte de los reservistas llamados a filas en los últimos días por Rusia han recibido órdenes de incorporarse a las Fuerzas Armadas con su propio paquete de primeros auxilios, ante la aparente falta de recursos de las autoridades rusas.

Además, las reconquistas ucranianas han evidenciado errores en la primera línea de combate por parte de las tropas rusas, como por ejemplo en la estratégica ciudad de Liman, donde llegaron a estar prácticamente rodeadas.

Líneas rojas

El declive sería tal que el Kremlin ya ha autorizado a los medios afines a hacerse eco de algunos fallos, ante el temor a que la loa absoluta a Putin contribuya a alimentar el descontento social que ya se dejó ver en las multitudinarias manifestaciones contra la llamada de reservistas a filas.

No obstante, se mantienen ciertas líneas rojas, de tal manera que siguen sin escucharse reproches directos contra el presidente o contra los argumentos que le llevaron a ordenar la invasión sobre Ucrania. Tampoco se prevé que se levanten los estrictos criterios informativos que llevaron a medios como el emblemático Novaya Gazeta a cerrar hasta nuevo aviso.

Sin señales de victoria militar a la vista, el terreno diplomático se antoja también difícil. Zelenski, sumido en un prisma de triunfalismo tras sus últimos avances, ha promulgado un decreto que prohíbe negociar con Putin, y Moscú ha dejado claro que no tiene planes de hacer ninguna concesión política o militar a cambio de un hipotético diálogo.

La amenaza de iniciar una guerra nuclear parece ser otro motivo de controversia en la cúpula rusa. Son muchos los que se oponen a una medida tan drástica, mientras otros creen que sería una demostración de fuerza. Solo de Putin dependerá que suceda, siempre y cuando no acabe desahuciado por sus hasta ahora fieles seguidores.