Amasando reconocimiento

Sandra Segovia
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La panadería-bollería 'Ángel Maroto' de Otero de Herreros, con más de 80 años de historia, ha recibido el premio a la mejor torta en la categoría de dulce de los galardones 'Artesano Alimentario del Año 2022 de Castilla y León'

Amasando reconocimiento - Foto: Rosa Blanco

Ángel Maroto es el dueño de la panadería-bollería que lleva su nombre ubicada en el municipio segoviano de Otero de Herreros. Un negocio que ha pasado de generación en generación desde 1933. Pan, magdalenas, pastas y tortas han convivido con él y con su familia día y noche. 

Ahora, uno de sus productos ha sido reconocido en los premios Artesano Alimentario del Año 2022 de Castilla y León. En la categoría de dulce, la torta de la localidad segoviana se ha hecho con el oro. Un reconocimiento que celebra junto a otras dos empresas de la provincia que también se han alzado con dos premios: 'La criba de Valseca', por su judión de La Granja marca de garantía en la categoría de legumbre en crudo y 'La Quesería Artesanal de Sacramenia' con su yogur líquido de leche de burra y oveja, en la categoría de premios I+d+i (Investigación, desarrollo e innovación).

Con su constante sonrisa y una felicidad merecida, Ángel Maroto agradece un galardón que le cuesta mucho sudor y muchas horas de trabajo, al tener que elaborar todos sus productos durante la noche para poder repartirlos y venderlos a primera hora de la mañana. «Ahora descanso los domingos, pero he estado más de 20 años trabajando todos los días», explica. 

Una labor que ahora, más si cabe, resulta gratificante gracias al reconocimiento otorgado por la Asociación de Artesanos de Castilla y León. «Me siento muy orgulloso, por toda mi familia, pero por mis padres principalmente que han sido quienes me han enseñado. Seguramente desde el cielo estarán muy orgullosos», revela. Además, también se lo agradece especialmente a su mujer, quien le animó a presentarse al concurso. «Sin ella no me habría presentado, porque no me habría enterado», asegura. Narra cómo primero tuvo que inscribirse en la Asociación de Artesanos, porque, a pesar de ser artesano, no estaban registrados en el colectivo, del cual asegura que les dieron «todas las facilidades» para participar en el certamen. 

De los cuatro productos con los que se presentaron en la categoría de dulces, la torta, la magdalena, las pastas de yema y la de azúcar, el oro se le llevó la torta, mientras que la plata viajó hasta 'La Giralda de Castilla' en Valladolid por sus pastas de almendras.

«Es un legado a una empresa familiar en la que hemos crecido entre las tortas», relata. Además de que asegura que con ser finalista ya estaba contento. «El resultado final ya me daba igual. Con el oro estoy muy contento, pero si me hubiera llevado la plata hubiera estado súper orgulloso». Ahora, asegura que tiene motivación para innovar y realizar nuevas cosas, aunque tienen mucha producción y no demasiado tiempo. Lo que sí que tiene claro es que el próximo año  volverá a llevar sus productos al concurso.

Elaboración manual. El proceso de elaboración de la torta es sencillo, pero sin duda hay que saber. Es un amasado de harina, masa madre, levadura y sal. La masa, antes de continuar con el proceso, debe estar fermentando en bloques durante dos horas para después añadir azúcar, manteca de cerdo, anís en grano y levadura. Un proceso que tarda alrededor de 24 horas en llevarse a cabo desde que se comienza hasta que las tortas se pueden poner a la venta y que es casi totalmente manual, exceptuando el amasado para el que se utiliza una máquina. Además de la torta de anís, en la panadería también realizan la torta de chicharrones. Una idea que nació hace un siglo, debido al trueque que se llevaba a cabo cuando se realizaba la matanza en los pueblos,  pero que aún se mantiene. 

«El proceso de pesado, embalado, formado y el echar aceite oliva virgen extra y azúcar por encima es todo manual», explica Maroto. Algo que cambia en el caso de las magdalenas, un producto que sí que ha sufrido cambios en el proceso de producción al comprar maquinaria más industrial. Maroto lamenta que este artículo se haya convertido en un producto común y «ya no se valore tanto».