De patrulla con Bea e Ismael

A.M.
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La sección de Atención Social de la Policía Local (SAS) cumple un año ayudando a los segovianos en situaciones difíciles

Bea e Ismael atienden a dos menores en el despacho del SAS, en dependencias de la Policía Local. - Foto: Rosa Blanco

La fotografía que ofrecen de la ciudad Bea e Ismael, los agentes que integran la Sección de Atención Social (SAS) de la Policía Local, que se puso en marcha el 1 de octubre de 2021, es de una Segovia oscura, que   pasa desapercibida para buena parte de sus habitantes, pero que esconde a personas mayores que viven solas, expuestas a accidentes domiciliarios; situaciones de violencia de género y familiar, y menores abandonados o que practican el absentismo escolar, con problemáticas cada vez más complejas y con menor edad.

Es un trabajo duro, aunque lo sustituyen con una gran vocación porque entienden que se trata de un servicio vinculado al trato humano y social, aunque no desconecten el teléfono en ningún momento del día, estos dos policías subrayan que han atendido 824 casos en un año, para ponerlo en conocimiento de los Servicios Sociales municipales y que los afectados puedan recibir ayudas, cuya existencia muchas veces desconocen, siempre con la ayuda de sus compañeros, que realizan patrullas durante 24 horas, conformando la red que les hace llegar la primera información, y en colaboración con el Cuerpo Nacional de Policía u organizaciones como Cáritas, Cruz Roja o Acem.    

El primer caso que se ha encontrado Ismael una de estas mañanas, nada más entrar de servicio, fue el agobio que sufría una mujer de 80 años, sola, a quien cortaron la luz y estaba sin saldo en el teléfono, sin calefacción ni poder cocinar. Mientras, Bea, incluso de madrugada, ha recibido una llamada de un menor protagonista de una situación dramática de violencia contra sus padres, a quien no se le puede imputar penalmente porque no alcanza la edad, pero que obliga a los progenitores a descansar con la cerradura echada en el  dormitorio. Ella le ha dicho que, cuente hasta diez y le llame por teléfono antes de comenzar a romper cosas. Le tranquiliza con la conversación. 

También tienen el número de móvil de los miembros de la patrulla del SASlas mujeres víctimas de violencia de género, entre otras a las que deben hacer un seguimiento fruto de un convenio entre el Ayuntamiento y el Ministerio del Interior –actualmente 18,  de las 35    en un año–, aparte de que entran en contacto con otras víctimas, algunas cuyos casos se han descubierto a través de llamadas de vecinos que han escuchado discusiones y ha tenido que intervenir una de las patrullas de servicio.   

Por eso, la jornada de Bea e Ismael comienza con el análisis de los partes de intervención, incluso correos electrónicos, donde se recaban contactos, para posteriores intervenciones, a lo que les siguen  visitas personales, incluso en las dependencias de Policía Local, reuniones con instituciones, intercambio de información y apoyo a Servicios Sociales cuando debe realizar visitas a personas conflictivas  por adicciones o trastorno mental. 

No faltan visitas a domicilio o intervenciones que se les requiere en el mismo servicio,  como le ocurrió a Ismael que debió acudir a una intervención de sus compañeros con dos menores por absentismo escolar, uno de ellos de 14 años, haciéndose cargo de él, siempre de paisano y en un coche sin distintivos,  con el fin de proteger la imagen del adolescente.

Su actuación se realiza siempre sin el uniforme oficial, que impone, reconoce Ismael, y les ayuda a pasar más desapercibidos para no llamar la atención en un bloque de vecinos al que acuden en más de ocasión en casos como los de violencia de género. Su trabajo es discreto porque, no en vano, los asuntos que llevan son muy sensibles.

Estos policías reconocen que, antes de que se pusiera en marcha la sección, por iniciativa de la concejala de Seguridad, Raquel de Frutos, con el apoyo de la Jefatura del Cuerpo de Policía Local, el enlace con Servicios Sociales era más largo y estaba muy burocratizado y, en este momento, se trabaja «codo con codo», así como con otras instituciones, porque, al final, se trata de que «el servicio al ciudadano sea de mayor calidad y que se pueda llegar más allá de donde se llegaba», admiten.  De hecho Bea e Ismael aún sacan tiempo para impartir charlas en los colegios, en el campus de la UVa o en otras organizaciones y hasta quien tiene problemas se dirige directamente a ellos para que le ayuden a buscar una solución. Bien es cierto, como destaca Bea que, aunque ponen todo de su parte, y más, «no tenemos una varita mágica». 

Si un 80% de las personas atendidas ha sido por temas sociales,  uno de cada tres casos estaba vinculado con mayores. Hay temas dolorosos, relatan, como el de una mujer de 80 años que, no siendo de Segovia, le dejaron en la ciudad en casa de una amiga donde se encontraba en una situación de desamparo grave porque sus hijos se desentendieron del tema. Los Servicios Sociales no podían intervenir porque era de Valladolid, pero residía en Madrid. Al final, con Cruz Roja, la trasladaron allí, donde le recibieron también para prestarle la ayuda que necesitaba que, por sí sola, no habría podido gestionar, para que su estado de vulnerabilidad pasara a una situación controlada. 

En su trabajo, la patrulla acude a visitar a mayores que se caen en el domicilio y que, incluso, si tienen familia no se lo dicen «para no molestar». Los agentes les informan de que pueden tener acceso a teleasistencia o ayuda a domicilio, pero, incluso, desconocen no solo lo que son los Servicios Sociales, sino que preguntan quién es la Policía Local.   

En el recorrido de la patrulla se han cruzado dos casos graves de menores.  El SAS conoció a través de Acem que podía haber un abuso sexual de una menor en el entorno familiar, la agente Bea habló con ella y consiguió que realizara la denuncia, lo que inicialmente parecía difícil, corroborándose que era verdad. Lo dejáron en manos  de Policía Nacional, que practicó una detención.  Otro fue el abandono en la calle de una niña pequeñita –que la entregaron sus compañeras de colegio–,  que ya había pasado por la Residencia Juan Pablo II, con un padre que no quería saber nada de ella y a la madre no se le podía entregar  por otras circunstancias. También, no es extraño que la sección reciba en la sede de la Policía Local a niños cuyos padres no acuden a buscarles al colegio y les entretengan hasta que les terminan recogiendo, después de localizarles. 

Reconociendo la buena sintonía con ong,s, también es duro,  a juicio de los agentes, cuando les pasan asuntos posiblemente delictivos y ellos advierten que no dejan de ser policías y que tienen que actuar de oficio, como cuando hay indicios suficientes, por ejemplo, de una violencia de género. El trabajo de la sección que, en opinión de Raquel de Frutos, es muy apreciado en la Policóa Local y resuelve situaciones que antes quedaban en el aire, conlleva un trato muy personal y directo, «no desconectamos porque porque trabajamos con personas,  sus problemas tenemos que resolverlos nosotros, si ha ha llamado a la Policía es porque precisa ayuda de forma urgente», sostienen Bea e Ismael, cuyo trabajo está reconocido como lo demuestra el regalo de una niña refugiada ucraniana que les regaló una llama de ganchillo y un abrazo en agradecimiento al trato recibido  tras ser atendida en un fin de semana.  Para los agentes, detalles como éste justifica sus desvelos.