"Una vez en Grecia nos tiraron sillas y de todo"

Nacho Sáez
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El exárbitro segoviano Francisco Monjas, que acaba de ingresar en el Salón de la Fama del baloncesto español, repasa su trayectoria en una entrevista.

"Una vez en Grecia nos tiraron sillas y de todo" - Foto: Rosa Blanco

Francisco Monjas (Anaya, 22 de noviembre de 1950) acaba de ingresar en el Salón de la Fama del baloncesto español junto a nombres tan ilustres como Clifford Luyk, José Manuel Calderón, Nino Buscató o Elisa Aguilar. Momento perfecto para recordar una trayectoria como legiado que empezó por casualidad y que finalizó como director de arbitraje de la ACB durante 12 años. Dice que el baloncesto cambió su  forma de ser, ligada también de forma íntima a su faceta como profesor de instituto.

¿Cómo ha recibido el ingresar en el Salón de la Fama del baloncesto español?

Con gran orgullo. Evidentemente entrar en el Salón de la Fama con las personas que he entrado, con las que he convivido durante durante muchos años. A muchos los he arbitrado y han llegado a ser auténticas leyendas. Para mí es un orgullo, sobre todo por representar al mundo del arbitraje, al que he estado unido 58 años.

¿Qué recuerdo cree que ha dejado?

Como árbitro me han tocado partidos muy conflictivos, muy difíciles. Ahora al árbitraje se le cuida mediáticamente más. Antes era más duro. Y he arbitrado partidos internacionales pero finales no. La  etapa de director de arbitraje de la Liga durante doce años ha sido más fructífera, de muchas relaciones con clubes, con entrenadores, con directores deportivos… Pero cuando era árbitro tenía un partido y cuando he sido director de arbitraje, nueve. Pero bueno, lo más importante es que las dos facetas tenían relación con el arbitraje, que era lo que me apasionaba.

¿Cómo se definiría como árbitro? ¿Dialogante?

Homenaje que se le rindió en 1997.Homenaje que se le rindió en 1997. - Foto: Jesús RomanoEn mi época éramos probablemente menos dialogantes aunque posiblemente conviviésemos más con los jugadores. Ahora el deporte profesional tiende a explicar más las reglas y yo he sido un impulsor, dentro del departamento de arbitraje, de la idea de que había que comprender al jugador, sus momentos de tensión, de dificultad… Aunque nosotros también los tenemos, también tendrían que comprendernos a nosotros. Pero poco a poco a los árbitros se les ve como deportistas, algo por lo que se ha luchado mucho. Tenemos errores y convivimos con los errores. No se nos puede ver como una autoridad a la que nadie quiere admitir. Poco a poco se nos ha cuidado más, se nos ha dotado de más recursos y creo que ha sido beneficioso en todos los ámbitos.

¿Jugaba al baloncesto cuando era un niño?

Jugaba al balonmano y al baloncesto. En mi juventud teníamos que elegir dos deportes y yo elegí esos dos. Al balonmano jugué hasta Magisterio y luego en baloncesto también hicimos un equipo en Tercera División. Al arbitraje me dediqué por casualidad.

¿Qué pasó?

No sabía nada de arbitraje, pero en un partido de infantiles entre Claret y Maristas Ildefonso Martín Rodríguez me pidió que lo arbitrara. No sabía nada, pero a partir de ahí cambió todo. Me aficioné al arbitraje y cambié hasta mi forma de ser. Hasta ese momento había sido un poco bandarra y empecé a estudiar, a trabajar… Siempre lo he dicho: para mí el baloncesto y el arbitraje han sido una escuela de vida que me ha ayudado mucho.

¿Qué le sedujo del arbitraje para que se produjera ese cambio?

Que el árbitro es un líder. El arbitraje me llevó a un mundo de trabajo, preparación constante, tesón... El árbitro tiene que tener claro el concepto del juego. Si no conoce el juego, malo. Y luego las reglas, que cambian mucho. Del arbitraje de mi época a ahora hay un mundo. Los cambios han sido impresionantes y han ido dotando al baloncesto de un mayor espectáculo.

¿Cree que el arbitraje también le condujo a esa vocación de profesor que también desarrolló?

Yo creo que la vocación de la docencia, a la que he dedicado cuarenta años, ha sido más de vivencia en casa. Mi hermano era sacerdote, mi hermana, maestra… Pero han sido mis dos grandes pasiones, el arbitraje y la docencia, la docencia y el arbitraje. Y los dedicaba toda la semana, no había descanso. Cuando acababa las clases, me iba a arbitrar. Me lo he pasado muy bien, he sido muy feliz. Hay que tener vocación y sobre todo ilusión y motivación. Yo se lo digo a los árbitros hoy en día: 'Si no te diviertes y no eres feliz, no sigas, que es muy complicado esto'.

¿Cómo de una provincia pequeña como Segovia sale un árbitro internacional?

Aquí había buen baloncesto en aquella época. Yo tuve la suerte de que me vieron, poco a poco me fueron promocionando desde Madrid -un día me mandaban a La Coruña, otro a Lugo...- y vieron cómo me comportaba en la cancha, que es lo más importante. A un árbitro hay que verle sobre la cancha sus aptitudes y sus actitudes. Y fui ascendiendo. Una vez que estás en la élite ya es más fácil. Lo difícil es salir de este pequeño lugar. Tuve en ese momento una oportunidad, la trabajé y conseguí ese tren. La oportunidad hay que tenerla y, cuando la tienes, hay que aprovecharla. El tren pasa una vez por la puerta y después posiblemente no le veas más.

¿Nota que ahora hay más preparación?

Como director de arbitraje intenté que los árbitros dedicasen más tiempo a la preparación. Intenté establecer unos protocolos de trabajo. Autoevaluaciones, reglamentos, trabajo psicológico, trabajo físico… Todos los días tienen algo que hacer. Hoy en día en casi todos los departamentos hay psicólogos  y saben buscar y perfeccionar aquellas cuestiones, aquellas debilidades y aquellas conductas que no corresponden al juego para eliminarlas. En  mi época cogíamos la maleta el viernes, arbitrábamos el sábado o el domingo y no volvíamos a tocarla.

¿Qué le parecen los avances tecnológicos en el arbitraje?

Estoy a favor pero el árbitro tiene que arbitrar como si no existiese el 'instant replay' porque si no, estamos perdidos. Se debe utilizar en casuísticas muy claras pero no por sistema porque no es bueno para el deporte.

¿Nota la evolución que ha tenido el juego?

Aparte de que el jugador ha cambiado físicamente, también ha cambiado la velocidad del juego. En mi época podía haber solo un árbitro. Ahora no llegaría nunca., se volvería loco. El aumentar la distancia del triple surgió por abrir un poco el juego porque si no las defensas se cerraban y los partidos eran un poco 'karate kid'. En este deporte, como no haya un equilibrio entre ataque y defensa, malo. El juego ha ido evolucionando en todos los aspectos y las reglas se han adaptado para minimizar aquellos aspectos que penalizan el juego. El árbitro es el máximo responsable de cuidar el juego y de velar por él.

¿Llegó a tener una relación más especial con algún jugador?

Han sido muchos años… Ahora cuando he estado en Sevilla –en el acto de formalización de su ingreso en el Salón de la Fama del baloncesto español– hemos recordado muchos momentos. Con Cristóbal Rodríguez… Bueno, con muchísimos de ellos, que no quiero personalizar en ninguno. Nuestra relación siempre ha sido cordial, seguramente no tan profesional como ahora. Nos encontrábamos, departíamos, charlábamos y disfrutábamos. Dentro del terreno de juego era otro mundo. Yo tenía que cumplir una función y ellos ganar.

Los ochenta fueron un punto de inflexión para el baloncesto español.

Yo he vivido la gran transformación del baloncesto español. Estaba pitando cuando la liga nacional se transformó en la ACB. Y antes en los ochenta, los medios se volcaron con el baloncesto con la medalla de Los Ángeles.

Como árbitro internacional viajó mucho por Europa. Viviría un montón de situaciones peculiares.

El momento más duro fue en Grecia, en Salónica. Era una zona muy conflictiva, muy complicada, y los árbitros no estaríamos muy bien pero claro, allí el ambiente es muy tenso. No sé ni cómo salimos. Nos tiraron sillas, nos tiraron de todo. Hasta la Policía yo creo que ayudó a que nos dieran más. Son anécdotas que tienes que vivir. En Yugoslavia era diferente. También eran tensos los partidos, pero sabían más de baloncesto. En un partido en Tuzla quedaban treinta segundos, perdían de cuatro y el marcador, en vez de restar segundos, iba sumando. Todo eso ha ido desapareciendo porque ahora todo se televisa, todo se ve.

¿Le queda la espina de no haber estado en unos Juegos Olímpicos?

No. Cada uno tiene su trayectoria y yo he sido muy feliz pitando a júniors, cadetes… Siempre se lo he dicho a los árbitros. Cuando libraba, arbitraba en el campo de las Jesuitinas, en el Enrique Serichol, al descubierto con el frío que hacía… Admiro a los que pitan grandes finales, pero creo que el árbitro tiene que ir cumpliendo una trayectoria e ir marcándose unos objetivos que pueda alcanzar. Yo he llegado a donde he llegado con mi trabajo y me siento muy muy satisfecho. Me siento querido. Voy por los campos y la gente me conoce y me habla. Para mí, eso es lo más importante.

No es habitual esa humildad. ¿De dónde proviene?

Eso lo he vivido en mi casa. Éramos una familia humilde, mi padre era albañil, éramos siete hermanos y en aquella época las dificultades eran muchas. Yo he trabajado de albañil para poer salir adelante, cuando iba a arbitrar a Madrid si podía me escapaba al Museo del Prado y se lo explicaba a argentinos para sacarme unas perrillas… El árbitro es mucho más profesional ahora, se dedica prácticamente a ello. Yo no. Tenía hasta dos o tres trabajos para poder salir adelante.

¿Sigue viendo baloncesto?

Sí, sí. Ya no viajo tanto pero lo sigo por televisión. Antes me veía cuatro o cinco partidos en directo y seis en vídeo y ahora uno o dos. De competición nacional. Las competiciones europeas casi nos la sigo.

¿Y la NBA le gusta?

Es que no veo defensa. Ves un partido y parece un concurso de triples. Lo respeto. Entiendo que es la mejor liga del mundo, que tiene a los mejores jugadores del mundo pero… En un partido Doncic metió 48 puntos. No parece un juego de equipo y yo lo entiendo como un juego de equipo en el que todos participan. Me gusta ver la lucha, la pelea, ver cómo el pívot se machaca trabajando como el delantero en el área. En la NBA me parece que todo el mundo va a sus estadísticas.