La influencer Tamara Falcó, marquesa de Griñón, es la protagonista del reality Tamara Falcó: La marquesa, seis episodios en los que muestra facetas de su vida hasta ahora poco conocidas, aunque como ella misma señala: «Casi toda mi vida está contada en la revista ¡Hola!».
Divertida, desenfadada, enamorada y familiar, así se muestra la hija de Isabel Preysler en el primer capítulo de la serie de Netflix que se acaba de estrenar, y que comienza con una Tamara de niña frente a una tarta de cumpleaños, para pasar de inmediato a la «superfiesta» por su 40 aniversario.
«La frivolidad a veces es necesaria, necesitas un respiro de la vida, pero no puedes vivir siendo frívolo siempre», advierte Tamara Falcó (Madrid, 1981). Consciente de que parte del público piensa que ella lo es, sabe que no le puede gustar a todo el mundo y por ello no vive pensando en lo que piensan los demás.
La joven asegura que su gran «pasión-vocación» es la cocina.De hecho, se siente protegida por sus seguidores en las redes sociales contra los ataques de personas que critican su modo de vida: «Yo misma borro sus comentarios, no hay espacio para ese tipo de críticas abusivas en mi comunidad».
Ahora que la serie ya está en el aire, la joven tiene claro que puede ser objeto de mofa, pero argumenta que no es algo que le preocupe. «Sé reírme de mí misma. La vida sin humor no la entiendo».
Además, asegura que de aquella niña que soplaba las velas a la mujer de ahora no hay un gran cambio y reconoce que cuando le propusieron el reality pensó que sería «difícil» contar algo sobre ella que no se supiera. «Veremos a ver si lo han logrado», relata mirando al director de la serie y de contenidos de Komodo Studio, productora de la serie, Juan Pablo Cofré.
Falcó admite que el proyecto de grabar el reality ha sido «complicado» porque le ha llevado a pedir favores a amigos y familia, a «exponer» a todo su entorno, a los que no les gusta verse vinculados en algo así. «Me costó tomar la decisión, pero he confiado en los profesionales», señala.
Convencer a su madre fue uno de los retos, pero finalmente cedió y entre ambas se percibe una relación fluida, en la que las críticas y las reflexiones sobre los proyectos de la influencer son cuestionados por su progenitora sin ambages.
Lograr que su pareja, Íñigo Onieva, participase no fue tan difícil, pero tampoco resultó sencillo. «Yo soy superabierta y mi relación con los medios viene de lejos, para él es un suplicio, pero es lo que toca», dice con relación al interés mediático que despiertan: «Nos hemos expuesto a corazón abierto».
Cuenta que su «pasión-vocación» la descubrió en las cocinas de MasterChef y afirma con rotundidad: «Soy chef y no me lo he ganado peinándome», después de haber conseguido el título en la prestigiosa escuela Le Cordon Bleu.
Una razón que le ha llevado a plantearse un restaurante efímero durante tres fines de semana de septiembre en la finca El Rincón, que le legó su padre, Carlos Falcó, y cuya propiedad comparte con su hermano Manuel. «Ha supuesto un gran esfuerzo poner en marcha este proyecto que ha significado la puesta a punto de la casa palacio familiar».
Además, también confirma que no es una leyenda urbana que cuando la fe apareció en su vida se planteó ser religiosa, aunque finalmente lo descartó.
La colaboradora de El hormiguero señala que disfruta de su experiencia en televisión y el «tiempo dirá» si los espectadores responden con su interés a este reality, del que asegura que no ha tenido ningún derecho a veto, «porque no ha hecho falta».