"Apenas hay diálogo entre los agentes culturales"

A.M.
-

Este mes de septiembre se cumplen 26 años desde que Carlos Rod, junto a otros tres socios fundaron en Segovia Ediciones 'La uÑa Rota' nacida entonces por una vocación «juvenil e inocente» con antecedentes en el fanzine, espíritu que conserva

Carlos Rod, director de ediciones 'La uÑa RoTa' - Foto: Rosa Blanco

El director y cofundador de ediciones 'La uÑa RoTa', Carlos Rod, afirma en esta entrevista que, de un tiempo a esta parte, «he notado un bajón en el cuidado de la cultura por parte del Ayuntamiento» y asegura que cree en «una política cultural fruto del diálogo entre las instituciones y el sector privado, sobre todo en una ciudad como Segovia donde turismo y cultura van de la mano».

En 2021, cumplieron los 25 años de su nacimiento,  autodefiniéndose como 'dependientes de lectores independientes', ¿cuáles son los orígenes de la editorial?, ¿con qué objetivo nace?, ¿se puede vivir de ello?

Con este lema tratamos de cuestionar el término 'independiente', que tanto se emplea para definir a una clase de editorial literaria, como puede ser la nuestra. Un calificativo bastante impreciso si tenemos en cuenta todo aquello de lo que en realidad dependemos. Este lema viene a decir que, por el tipo de libro que publicamos, necesitamos lectores con un criterio propio. Y cuando digo 'lectores', incluyo a los libreros. Nos cuesta mucho que los títulos de nuestro catálogo salgan reseñados en los suplementos culturales, en los medios, cuyos contenidos, de un tiempo a esta parte, viene prácticamente dictado por el departamento de prensa y de marketing de las editoriales. 

La uÑa RoTa nació en 1996 por vocación, una vocación juvenil e inocente, sin un plan empresarial, sin coordenadas. El próximo septiembre se cumplen 26 años del primer texto que enviamos a la imprenta: "El saludo del francotirador (partiendo la noche)" del poeta Fito Merchante. Antes de fundar la editorial hacíamos fanzines, y quiero pensar que algo de aquel espíritu inicial se conserva aún hoy en los modos que tenemos de editar. Es evidente que el de 1996 era un mundo totalmente distinto al actual, en todos los sentidos, y desde el punto de vista editorial ni te cuento. Gracias a una invitación de Jesús y Ángel Serrano, a finales de 1997, presentamos el proyecto en La Casa del Siglo XV, y lo hicimos con aquella Caja Azul, una caja artesanal que reunía los cinco primeros títulos publicados en el primer año además de obra original de los autores: una tirada de 50 ejemplares a 5.000 pesetas cada una. Los hermanos Serrano, a quienes siempre estaremos agradecidos, nos ofrecieron desde el principio un apoyo fundamental, a nosotros, que éramos unos pipiolos. Como los libritos que íbamos publicando se fueron vendiendo bien -sobre todo en bares de Segovia, las librerías llegaron más tarde-, con el tiempo empezamos a plantearnos el hecho de continuar de una manera cada vez más profesional. Siempre muy despacio. De alguna forma, cada título suponía un aprendizaje, un aliciente para seguir editando, siempre en equipo y, cada vez, con un número mayor de trabajadores externos (traductores, correctores, dibujantes, etc.). Pasamos de autodistribuirnos a trabajar con una distribuidora a nivel nacional, y con otras de ámbito latinoamericano. Desde el principio somos cuatro socios: Rodrigo González, Arcadio Mardomingo, Mario Pedrazuela y yo. Hoy publicamos 15 libros al año. Y hoy, junto con Arcadio, que se encarga principalmente de todo lo relacionado con el diseño, la imagen y la maquetación, me dedico a tiempo completo a la editorial, si bien el sueldo es austero. Qué le vamos a hacer. Digamos, con una sonrisa, que esta ha sido siempre una editorial proletaria.

Coincidiendo con su aniversario, reeditaron "El saludo del francotirador (partiendo la noche)", de Fito Merchante, ¿de alguna manera son francotiradores en este sector?

Me gusta mucho ese título y dentro de su contexto suscribo la labor de editar, pongamos, como la de un francotirador, pero uno que saluda partiendo la noche... con palabras. Publicar implica el hecho de expresar y compartir unas inquietudes, maneras de entender el lenguaje. Permite tensionar visiones, puntos de vista, cuestionar convicciones e intervenir en el imaginario colectivo a través de los textos que hacemos públicos.

¿Es fácil entrar en un mercado como el del libro editando teatro, poesía o ensayo, también de algunos autores noveles?

No lo es. En mi opinión, el mercado editorial en España es un mercado más bien conservador. Diverso, lo cual se agradece, pero conservador. Además, la competencia es enorme, como sucede, supongo, en la mayoría de otros mercados. En una librería comparten espacios sellos de grandes grupos editoriales (multinacionales) con editoriales con un presupuesto mediano, pequeño e incluso diminuto. Editoriales con medio siglo de historia conviven con otras que han sido fundadas hace unos pocos días. Sin olvidar claro, los libros autoeditados, en auge. Y naturalmente, cada cual buscando visibilidad y rentabilidad. Pero si nos fijamos, en la mesa de novedades de una librería estándar existe una tendencia a la homogeneización: abunda la novela, que es el género rey, en particular la novela negra y la histórica, por lo general, con argumentos e ingredientes narrativos similares. Por otro lado, salvo excepciones, que afortunadamente las hay, buena parte de las novedades obedecen a recuperaciones de clásicos y a traducciones de novelas extranjeras, ya legitimadas en su mercado de origen, a veces con un premio prestigioso. 

Por nuestra parte, desde el principio, para bien o para mal, tenemos debilidad por los textos inclasificables, aquellos que hacen preguntarte: "¿pero esto qué es?". Tendemos a publicar libros que agitan los géneros y los mezclan. Como bien dices, en nuestro catálogo hay teatro, poesía, ensayo, relatos, diarios, cartas, memorias, libros ilustrados, hasta teatro gráfico... Nada de esto, digamos, es popular (por ejemplo, ¿cuántos libros de literatura dramática han sido seleccionados por cualquier medio entre los doscientos mejores libros del año?). De momento seguimos sin publicar novela (ya veremos hasta cuándo, le estamos dando vueltas a esto). Para bien o para mal, desde el principio nos hemos guiado por la intuición, claro que la intuición, como el olfato y el gusto, también hay que trabajarlo. Por fortuna, cada vez más liberías comprenden y se hacen eco de nuestro catálogo. Diré un "para bien o para mal más": tratamos de desobedecer lo que la industria y la lógica editorial suelen dictar como lo "vendible". Se habla mucho de "política editorial", pero poco de poética editorial. Cada editorial tiene la suya. La nuestra, sin ser mejor ni peor, consiste en atender a nuevas voces, en publicar textos que se aparten de lo hegemónico, de autoras y autores vivos, actuales, siempre inéditos, ya sea en español o traducidos. Y en la medida de lo posible, desde la sombra, acompañarlos en su trayectoria, en sus procesos de creación, libro a libro. Nuestro cometido es hacer de esta poética un modelo sostenible. En ello estamos. Ya veremos hasta cuándo.

Ustedes dependen en buena manera de una comunidad de lectores, ¿ha ido creciendo en número?

Creo que sí, y se lo debemos a los autores, a su entrega y compromiso, aquí incluyo también a traductores y dibujantes, y se lo debemos también a ciertas librerías que apoyan sus libros, que recomiendan una forma de entender la literatura, y también a la distribuidora, y a lectores que son de verdad lectores, es decir, que no solo compran libros o los piden prestados en las bibliotecas, sino que también los leen y los comentan y los recomiendan en sus redes y los mencionan en sus conversaciones.

Algunos medios les han llegado a definir como 'evangelizadores de la buena literatura'…

¿Evangelizar? Uf, es un verbo extraño dicho en este contexto, ¿no?. "Evangelizar", dar la buena nueva. No, qué va. "Evangelizadores de la buena literatura" serán quienes entiendan la literatura como un espacio religioso, que los hay. Y por otro lado, ¿qué es la buena literatura? Tratar de responder a esta pregunta nos llevaría horas, y, entre otras cuestiones, nos llevaría a preguntarnos cómo se forma un canon. En este sentido, traería a colación un libro publicado hace poco: "¿Quiénes somos?", de Constantino Bértolo (Periférica)

Han editado una obra del dramaturgo Paco Bezerra sobre una Santa Teresa que vive en el presente, apalabrada para ser representada en los Teatros del Canal, en Madrid, pero finalmente no ha sido incluida en la nueva programación, ¿qué le parece esta decisión?

La obra de Bezerra se titula "Muero porque no muero (La vida doble de Teresa)", y está recogida en el volumen "Velocidad mínima", que publicamos el pasado marzo. El caso es que la polémica surge debido a la opacidad con la que la Comunidad de Madrid, de la que depende los Teatros del Canal, está tratando esta cancelación. Porque su argumento, basado en que la obra, una coproducción, era inviable económicamente no se sostiene. Hay varios medios de comunicación que están tratando, en vano,  de contactar con la directora de los Teatros del Canal, Blanca Li, y con la consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Su silencio está dando lugar a especulaciones de todo tipo. El tema es polémico porque tiene que ver con una santa, Teresa de Jesús. En la obra vuelve a la vida y se da cuenta de que su cuerpo está diseminado por todo el mundo, que su mano incorrupta la tiene en Málaga, que un pie suyo está en Roma, etc., por lo que, literalmente, ha de buscarse a sí misma para recomponer su cuerpo. En su regreso, intenta comprender este mundo nuestro en el que ahora vive. Y en su peripecia va pasando por varios estadios, que la lleva a conocer la prostitución, a tomar drogas, a hacer una pintada en el Parlamento, a ser DJ en una macrodiscoteca, a reivindicar el feminismo, etc. La figura está tratada con respeto, pero entiendo que la obra pueda resultar iconoclasta y herir sensibilidades. En cualquier caso, lo preocupante es que una Administración, representada por políticos, pueda decidir qué se programa y qué no en un teatro público y no solo cuestione sino que enmiende la programación de la directora.

Aunque ha habido unos años difíciles para muchos sectores, la lectura de libro en papel se mantiene de manera muy sólida frente a la digital, ¿cómo les ha ido a ustedes?

El sector del libro es poco consistente en cuanto a ventas, no se puede echar las campanas al vuelo. De pronto va bien, de pronto, no tan bien. Una pandemia horrorosa nos obligó a confinarnos, a cerrar los bares, los espacios públicos, lo que generó estar tiempo dentro de casa, dentro de los pueblos, de las ciudades. Contra todo pronóstico, las librerías se convirtieron en un refugio, y el libro en papel, durante un tiempo, "compitió" con las redes, los videojuegos y el consumo de la televisión y de las películas y series de las plataformas digitales. Pero no olvidemos que la pandemia también disparó, a golpe de clic, el crecimiento de una empresa voraz como Amazon. Digo "contra todo pronóstico" porque sorprende que en este contexto el libro digital, tan promocionado por las todapoderosas empresas tecnológicas, no termine de despegar, y el viejo papel siga siendo a día de hoy el formato preferido por quienes leen y regalan libros. Por otro lado, si bien es cierto que se compraron más libros, también cabe preguntarse cuánto ha subido en este tiempo el índice de lectura. No lo sé. Es evidente que la lectura es un hábito, que precisa de tiempo y de concentración. Y anda que no hay tecnológicas peleando con aplicaciones y algoritmos para captar -robar, diría- nuestra atención, nuestro tiempo libre. Y qué difícil es sustraerse de los estímulos del móvil, de las redes sociales -un semillero de distracción- dentro de las cuales podemos pasar horas. En el autobús Segovia-Madrid, por ejemplo, es fácil observar a usuarios que pasan la hora y pico del viaje mirando las historias de Instagram. Un hora y pico deslizando el dedo por la pantalla. Dudo que luego recuerden nada de lo que han visto. Es como si fuera una manera ya no de distraerse y pasar el rato (no se trata de hacer crucigramas), sino de ausentarse. Y esto de alguna forma ha de afectar a nuestra capacidad lectora. Puede que me esté haciendo mayor, pero estos tiempos tan imprevisibles se hacen cada vez más indescifrables. ¿No le parece?

Habla de las redes digitales, donde hay personas, no pocas, que escriben con faltas de ortografía e insultan, ¿qué le parece el lenguaje de las redes sociales?

Si juntamos velocidad y lenguaje, lo que se resiente sobre todo es el lenguaje. Sabemos lo que pasa cuando escribimos rápido, sin pensar, sin poner distancia. Y en las redes, cuando un usuario comenta puede caer fácilmente en lo impetuoso. A fin de cuentas, las redes están configuradas para excitar nuestros sentimientos, sobre todo los de rabia e indignación así como los de adhesión. Pero no solo las redes, también los comentarios que se leen en los medios digitales, en ocasiones escritos bajo pseudónimo. Así, es fácil que en Twitter, por ejemplo, se emplee un lenguaje vulgar, ramplón, que a veces cae en lo cursi, en el victimismo, aunque también, claro, los hay que son ingeniosos, sutiles e inteligentes. Lo que ocurre es que en la redes, como en la vida, el insulto hace mucho ruido. En Instagram, en cambio, se prima la imagen más que la palabra. Buena parte de las imágenes son clones unas de otras. ¿Quién no desea compartir con todo el mundo la experiencia de ver un atardecer, de beber un espectacular zumo de frutas tropicales? Así y todo, no me parece fiable evaluar a la sociedad solamente a través de las redes sociales, conozco a mucha gente que no participa de ellas. Cabe comparar las redes con un patio de vecinos. Por ejemplo, ¿lo que discute fogosamente el vecino del segundo con la vecina del cuarto y con la pareja que vive en el quinto tiene que ver con lo que pasa en la calle, en la sociedad? A fin de cuentas, un patio de vecinos es un lugar público al tiempo que privado, como en las redes, en las que para participar y dejarse ver hay que inscribirse y hacerse un perfil de usuario. Sin contar a los voyeristas, que solo curiosean, sin decir ni mu.

Suelen trabajar con lo que va a salir en un plazo de cinco o seis meses, ¿cuál es su próximo proyecto editorial?

A Juan Mayorga, autor de la casa, le han concedido el Premio Princesa de Asturias de las Letras, lo que nos ha trastocado, espero que para bien, el calendario del otoño. Hacía mucho tiempo que este premio no lo ganaba un dramaturgo. Nos ha obligado a revisar los ejemplares de sus libros, un total de trece hasta la fecha, que tenemos de stock en el almacén. A los pocos días de que los medios hicieran pública la noticia del premio, hemos tenido que reimprimir seis de sus títulos de una sola vez. En ese momento acusamos la escasez de papel que ahora sufre el sector. Menos mal que una de las imprentas con la que trabajamos lo pudo solventar rápido y bien. En octubre, cuando se celebre la ceremonia, publicaremos "Himmelweg", una de sus obras más premiadas y que más valora el propio Mayorga. También publicaremos nuevos libros de Angélica Liddell y de Ángela Segovia, ambas obtuvieron el Premio Nacional de Literatura Dramática y de Poesía Joven respectivamente. "Las vitalidades" de Ángela Segovia será su primer libro de narrativa. También estamos preparando un libro de poesía emocionante, el libro póstumo de Guadalupe Grande, una de las poetas más interesantes y queridas de este país, que murió de forma imprevista hace poco más de un año, cuando tenía 55 años. Juan Carlos Mestre, su albacea, nos comunicó que el deseo de Guadalupe Grande era publicarlo en nuestra editorial. Toda una responsabilidad.

Integrados de lleno en el panorama cultural de Segovia con una trayectoria de más de cinco lustros, ¿cómo lo encuentra?

En Segovia capital, las actividades culturales están extremadamente ligadas a la Concejalía de Cultura y a la Junta de Castilla y León. Y a un nivel provincial, a la Diputación. Por otro lado, tal vez a consecuencia de esto, el tejido cultural privado en Segovia se va deshilachando. ¿Cuántas empresas e iniciativas privadas dedicadas a la cultura hay ahora mismo en Segovia? Por desgracia, pocas. Hay librerías que organizan de forma independiente presentaciones, clubes de lectura y coloquios, pero económicamente no les compensa organizar una feria del libro en una ciudad como Segovia. Ahí están los conciertos que organiza el WIC y algunos bares. Creo en una política cultural fruto del diálogo entre las instituciones y el sector privado, sobre todo en una ciudad como Segovia donde turismo y cultura van de la mano. Este diálogo parece más o menos fluido cuando hablamos de Titirimundi o el Hay Festival, pero creo que Segovia necesita de un mayor número de iniciativas privadas. A fin de cuentas unos y otros necesitamos del espacio público para intervenirlo culturalmente. De un tiempo a esta parte, he notado un bajón en el cuidado de la cultura por parte del Ayuntamiento. Lógico si tenemos en cuenta que el concejal de Cultura, Alberto Espinar, aun poniendo empeño y sus mejores intenciones, cuenta con dos concejalías a sus espaldas sin estar, además, liberado de su trabajo. Visto así, el tiempo que pueda dedicarle a la concejalía de Cultura será más bien insuficiente para una ciudad como Segovia, que presume de ser una ciudad rica y diversa en lo cultural. Por nuestra parte, desde 2010, seguimos pubicando los "libropinchos" cada 23 de abril, gracias a una aportación del Ayuntamiento y de los bares y restaurantes que participan. Y desde 2016, organizamos "Inéditas", unas jornadas que tienen lugar en la Casa de la Lectura a las que invitamos a personalidades destacadas para reflexionar sobre la lectura. Siempre tengo la sensación de que tarde o temprano ambas actividades desaparecerán, pues el presupuesto que manejamos es cada vez menor.  Etimológicamente, la cultura guarda relación con el cultivo y con el cuidado, y el cuidado está vinculado a la escucha y a conocimiento. Tengo la sensación, a lo mejor son imaginaciones mías, y so pena de caer en el sentimentalismo, de que, en la década de los noventa, Segovia estuvo muy activa culturalmente, con inquietudes de colectivos que permitió tener una escucha respecto a lo que hacían los demás, fueran artistas, escritores, músicos, editores o futuros cineastas, como David Pinillos. La mayor parte, creadores aún en ciernes. Había sinergias entre la gente que hacía exposiciones, cortos, fanzines, conciertos (entre otras, recuerdo la mítica Quitapesares),y de eso, me parece, se beneficiaba la ciudadanía. Ahora apenas hay diálogo entre los agentes culturales, ni pensamos los unos con los otros. Pensar la ciudad en la que vives es importante. Pensarla y examinarla. Replantearse continuamente el concepto de cultura en relación con la ciudad. Ojalá este déficit se resuelva y haya un diálogo mayor entre las activistas culturales, también con el Ayuntamiento, porque las iniciativas privadas necesitan del apoyo público para ser viables, no queda otra.