El histórico triunfo de la ultraderecha en las elecciones del pasado noviembre en Israel fue apuntalado por los habitantes de colonias en Cisjordania ocupada, donde la coalición Sionismo Religioso se impuso con base en promesas de expansión territorial y mano dura contra los palestinos.
En las calles del asentamiento judío de Efrat, en sus paradas de autobús, en sus vehículos y hasta en el teléfono móvil de algún joven, hay un rostro que se repite. Una sonrisa a medias, la mirada amenazante detrás de sus características gafas y la infaltable kipá blanca sobre su cabeza, junto a un mensaje corto y conciso: «Llegó la hora de Ben Gvir».
Se trata del número dos y cara visible de Sionismo Religioso (SR), una alianza de partidos pertenecientes a la derecha más radical de Israel, abiertamente racista y homófoba y que, tras ser marginada durante años, se convirtió en tercera fuerza política y potencial pilar del próximo Gobierno de Tel Aviv.
En Efrat, ubicada a menos de 10 kilómetros de la ciudad palestina de Belén, esta formación obtuvo un 48 por ciento de los votos, casi duplicando los que cosechó en las elecciones del año pasado y aplastando al partido del primer ministro electo, Benjamin Netanyahu, el conservador Likud, que no llegó al 20 por ciento.
Esta tendencia se replica en la mayoría de los asentamientos israelíes en territorio cisjordano, considerados ilegales por la comunidad internacional y cuya población de más de medio millón de personas incluye a buena parte de los parlamentarios del Sionismo Religioso.
«Nosotros sabemos bien que él es como nosotros, vive en el asentamiento de Kiryat Arba, nosotros en Efrat, y creemos en lo que dice y hace, a diferencia de los políticos que tuvimos hasta ahora», explica Nisim Haynam sobre Itamar Ben Gvir mientras atiende clientes en una tienda de reparación de móviles. «Creo que son gente que se va a ocupar de nosotros», agrega, en referencia a las necesidades del movimiento colono, enfocado sobre todo en la construcción -de carreteras y de más asentamientos- y en la seguridad frente a ataques de palestinos.
De hecho, Sionismo Religioso acordó con Netanyahu que lo apoyaría en la formación de un Ejecutivo a cambio, entre otras cosas, de la regularización de decenas de asentamientos considerados ilegales incluso por la ley judía y la ampliación de la Ruta 60, principal carretera que cruza Cisjordania de norte a sur.
Si bien aún no han trascendido acuerdos específicos en materia de seguridad, Bezalel Smotrich y Ben Gvir -números uno y dos de la alianza- han exigido las carteras de Defensa y Seguridad Interior respectivamente en el Ejecutivo que Netanyahu busca formar junto a ellos y los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá.
«Una bala en la cabeza»
«El principal problema aquí son los palestinos y su violencia», señala Yaakov Ben Shoshán, un soldado de 21 años que, al igual que el 90 por ciento de los habitantes de Efrat, es judío religioso. La solución, considera, es simple: «Una bala en la cabeza de cada árabe violento».
En base a esto, apoya las políticas de mano dura que propone SR y cree serán clave para devolver la calma a una región que vive su año más sangriento desde 2006, con múltiples ataques en colonias e incontables redadas militares y que ha dejado hasta ahora un saldo de 146 palestinos muertos y 27 del lado israelí.
Si bien algunos en Efrat dicen no compartir todas las opiniones de esta formación ultraderechista y hasta la consideran demasiado radical en aspectos como derechos civiles, el panorama electoral de los recientes comicios les ofreció pocas alternativas alineadas con sus intereses y creencias.
En las elecciones de marzo de 2021 el partido más votado en este asentamiento fue el ultraderechista Yamina, también con raíces colonas y cuyo líder, Naftali Benet, terminó aliándose sorpresivamente con partidos de izquierda, centro y hasta una formación árabe islamista para convertirse en primer ministro de un Gobierno que duró apenas un año.
«Traición», claman una y otra vez los residentes de Efrat, localidad donde Benet había conseguido el porcentaje más alto de votos y que confía ahora en que Smotrich y Ben Gvir mantendrán sus promesas de campaña.
«Tras lo que pasó con Benet, nuestra población tuvo esta vez pocas opciones en cuanto a partidos de derecha y se terminó inclinando por Sionismo Religioso, pero no creo que eso permita concluir que se siente enteramente representada por ellos», menciona el alcalde de Efrat, Oded Revivi, que destaca que la única alternativa derechista fuerte era el Likud de Netanyahu.
Según él, «el movimiento colono se destaca por ser muy activo y tener una importante capacidad de influencia en la política israelí», algo que cree contribuyó al triunfo de un Sionismo Religioso que, si bien obtuvo triunfos aplastantes en los asentamientos, también consiguió votos en casi todos los sectores del país.