"Estamos preparando movilizaciones mucho más fuertes"

Nacho Sáez
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Los hosteleros segovianos se enfrentan a las últimas restricciones tristes y acorralados porque el frío apenas les ha permitido de momento abrir las terrazas.

Terraza de Casa Paco, esta semana. - Foto: Rosa Blanco

Lino García de Frutos coge el teléfono al segundo tono y, tras una conversación de algo menos de diez minutos, se despide agradecido: «Me has dado un poco de alegría porque no hay nadie con quien hablar». El restaurante que regenta junto a su hermano Alfonso, el emblemático La Codorniz, mantiene sus puertas abiertas a pesar de la prohibición de la Junta de Castilla y León de servir en el interior. Se han apuntado a la comida para llevar –la terraza tampoco la han abierto («Tenemos una terracina. No nos han dado nada de espacio, al contrario, nos han quitado»)–, pero Lino reconoce estar «hundido psicológicamente».

Todos sus trabajadores están en ERTE y no han cobrado el mes de diciembre. «Son gente maravillosa y lo están pasando mal. Acabo de hablar con una camarera. Mejor que no hable porque si hablo… Esto es una guerra», subraya, al tiempo que manifiesta su disconformidad con la tabla rasa aplicada a la hostelería. «En los restaurantes como el mío, que es amplio y bueno, como muchos que hay en Segovia, no hay contagios. Seis personas por mesa, imposible. Con una renovación del aire que se queda la gente helada, es casi imposible. No se puede medir a todos por el mismo rasero. Tendrían que mirar las condiciones de cada local», argumenta.

Grandes o pequeños, mejor o peor ventilados, todos bajaron la persiana el pasado sábado por última vez hasta nuevo aviso sin apenas margen de tiempo para dar salida al género que tenían almacenado, tal y como se queja el copropietario del restaurante El Cordero, Ángel García. «No hemos puesto la terraza porque es pequeñita y no compensa. Además con el frío que hace... Estamos cerrados totalmente. Aparte de que no es una calle de paso tendríamos que abrir la puerta de par en par porque no hay ventana a la calle», explica este veterano hostelero muy habituado a trabajar con agencias de viajes: «El turismo lo ven muy negro. Miran a otoño si la gente se recupera, pero en verano dicen que no y en primavera, de ninguna manera». La paciencia, sin embargo, se agota. «Seguimos pensando, seguimos preparando, pero no sabemos para cuándo ni cómo. Si esto subsana algún problema, encantados, pero que tomen las medidas. Si hay que estar cerrados dos meses, que lo hagan ya», remacha.

"Estamos preparando movilizaciones mucho más fuertes"

Su colega de Casa Paco, José Antonio Ayuso, tampoco es optimista: «Tiene pinta de que esto va a ir para largo porque las noticias del Hospital tampoco son muy buenas». Él ha decidido al menos de momento continuar detrás de la barra para tratar de aprovechar sobre todo la fidelidad de los vecinos y trabajadores del barrio de San Lorenzo a desayunar en su bar. E incluso se ha atrevido a poner tres mesas en la terraza. «Pero se han sentado dos personas en dos días», cuenta mientras de fondo suena una melodía que ayuda a paliar la tristeza que se ha apoderado de las mesas vacías, los taburetes sin inquilino y los fogones huérfanos de cocineros. 

Estos ahora solo se encienden en Casa Paco los fines de semana para que los amantes de sus famosas tortillas y croquetas puedan saciar su apetito en casa. A excepción de la cocinera, que tiene una jornada parcial, el resto de sus empleados cobran de los ERTE. «Lo estamos pasando mal todos pero algunos más que otros. Habrá que resistir como sea», se despide Ayuso antes de volver a esa tarea de ahora de los días laborables de servir cafés y montaditos que acto seguido salen por la puerta.

Una opción a la que no se ha querido acoger El Bernardino, que solo tiene restaurante y que estos días ni se ha planteado desplegar la terraza debido al temporal de frío. «Solo hemos dejado la tienda ‘online’. Cordero, cochinillo y judiones para enviarlo fuera de Segovia. Es muy complicado que suban las temperaturas tanto como para que la gente se siente a comer», comenta, desanimado ante la sensación de encontrarse en una pelea desigual. Las nóminas de su veintena de trabajadores han quedado esquilmadas por un error del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). «[Las administraciones] nos están obligando a cerrar y no están respondiendo como deberían. Hay gente que tiene a chavales estudiando una carrera, gente que tiene que pagar hipotecas, gente que tiene que pagar alquileres… Tengo casos de todo tipo. Algunos que le han tenido que pedir al casero que les retrase el alquiler, a otros que el banco no les perdona la hipoteca…», relata.

Su voz transmite fuerza y ganas de salir adelante. Como la del presidente de la patronal hostelera Hotuse, Jesús Castellanos, que además suma enfado e indignación. «En ningún momento pedimos que nos dejaran trabajar durante las Navidades. En lo que hemos insistido y seguimos es en que las restricciones que se adopten tienen que ir acompañadas de unas ayudas económicas excepcionales», destaca. Su organización ha pedido además a la Junta de Castilla y León que aclare si aquellos establecimientos que abran sus terrazas podrán acogerse a los ERTE por impedimento o serán enviados a los ERTE por limitación. «La diferencia pueden ser 1.500 en seguros sociales en un mes», hace hincapié Castellanos.

La situación para el sector es «terminal», en su opinión, aunque están decididos a seguir en la pelea. «Estamos preparando movilizaciones mucho más fuertes de lo que hemos hecho hasta ahora», anuncia. El protagonista con el que comenzaba este reportaje lleva 54 años cotizados en la hostelería y admite que ha llorado «muchas veces» a lo largo de estos últimos meses. «No me dan ganas de jubilarme porque esto lo hemos creado mi hermano y yo y funciona de maravilla. Me da mucha pena. Es lo que me está matando en mi alma», confiesa Lino García de Frutos.