No pudo Fraga. No pudo Aznar. No pudieron ni las manipulaciones ni la mala prensa. No pudieron ni el desprecio ni las acusaciones. No pudo la desunión de quienes tendrían que haber estado unidos. No pudieron los numerosos desplantes de la Junta ni el clima de miedo («en Villalar siempre hay líos») lanzado, a veces, desde donde tenían que haber hecho lo contrario. No pudieron ni aquellas cargas sin venir a cuento de la Guardia Civil ni los grupos radicales, bastante borrachos, por cierto, dedicados a provocar y a montar cirios a la espera, precisamente, de esas broncas y de que la cosa pasara a mayores. No pudieron tampoco la lluvia, el aire gélido, el sol achicharrante e, incluso, ¡oh milagro!, un año algunos copos de nieve. Y no podrá Vox por mucho que cuente con la aquiescencia del nuevo Poncio Pilatos (PP) que se lava las manos y mira para otro lado cuando surge algún asunto conflictivo. Villalar, la fiesta del 23 de abril en el pueblo comunero, lo ha resistido todo. Y estoy seguro de que así seguirá porque somos muchos, miles, los que creemos en esa celebración y los que acudimos allí anualmente para constatar, con nuestra presencia física, un compromiso vital con esta tierra, con nuestra tierra. El Día de Villalar tardó en incubarse, hasta 1977 no se legalizó, pero arraigó muy pronto. Había ganas de pelear, de cantar, de manifestarse, de reivindicar y de exigir que Castilla y León no se quedara atrás, más atrás de lo que la habían dejado el franquismo, la emigración, la marginación de la agricultura, la falta de servicios e inversiones, la carencia de industrias. Y hoy, por mucho que le pese a Vox y también a cierta parte del PP, es una realidad consolidada. Tanto que los gobernantes regionales no se atreven a cargársela de un plumazo. Saben la reacción que generaría. Por eso quieren estrangularla poco a poco. Y lo primero es quitarle dinero, 35.000 miserables euros, menos de la mitad de lo que cobra Gallardo por no tener tareas concretas. Creo que les saldrá el tiro por la culata. Iremos más y con más ganas de comprometernos con esta tierra. Gallardo y Mañueco deberían leer el manifiesto a los sones del Nuevo Mester de Juglaría.