La vida entre fogones

A.M.
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Ignacio García Pérez, presidente de la Asociación de Cocineros yReposteros de Segovia, comenzó en 1961 y, a los 75 años, participa junto a sus colegas en la elaboración de guisos solidarios

Ignacio García Pérez - Foto: Rosa Blanco

A los 11 años, Ignacio García Pérez se trasladó con su familia a Segovia capital desde su municipio natal de Navares de Enmedio y comenzó a conocer los establecimientos de hostelería de entonces, a finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado, llevando los pedidos de la carnicería que había abierto su padre en la calle Ochoa Ondátegui a restaurantes como 'Cándido', 'Duque' o 'La Oficina'.  

Cuando acaba de cumplirlos 75 años, recuerda sus inicios en la cocina de 'Duque', a los 16 años, donde era 'chico para todo', desde pelar patatas o fregar perolas, al mando de Fidel Urrialde, padre de Tomás, al que le asistía Julián Tardío, acercando también platos a las mesas.

Entonces la hostelería era más dura, con jornadas interminables, pero le gustó y, desde entonces, hizo de ella su profesión. Primero llegó a un restaurante en el Puerto de Navacerrada, que vivió llenos hasta la bandera en las mejores épocas de esquí, para bajar el puerto pero por el lado de Madrid, donde se formó en otros establecimientos.

Ignacio García, a la izquierda, en la apertura de ‘El Narizotas’Ignacio García, a la izquierda, en la apertura de ‘El Narizotas’De nuevo en su tierra, se colocó en el Hotel Casas, donde se servían banquetes de bodas, cuyo propietario, Justo Pérez, era amigo de sus padres y, en 1969, dio el salto al entonces lugar más 'chic' de Segovia, en plena Plaza de Medina del Campo, el histórico 'Narizotas', una taberna inglesa que se abrió de la mano del empresario Javier Giráldez, que ahora está volviendo a acondicionar.  

Participó en el alumbramiento de la 'costa del cordero', en Torrecaballeros, desde el 'Horno de la Aldegüela', y montó 'La cocina de San Millán', un lugar que recuerda con mucho cariño y que, en su opinión no le faltaba de nada,  «cómodo, amplio y con jardín, donde tuve la oportunidad de tener a gente en cocina muy interesante». Desde la experiencia de este recorrido profesional, García Pérez reconoce que «ha mejorado mucho el nivel de la cocina segoviana, es cierto que muchos turistas vienen atraídos por tres platos: judiones, cordero o cochinillo, pero hay muy buenos profesionales, estoy muy satisfecho, elaboran unos platos exepcionales, incluida la presentación,  ofreciendo alternativas a los clásicos».

Era inseparable del popular Tomás Urrialde quien, en su opinión «tenía una gran personalidad, abarcaba todo, 'everything', como dicen los anglosajones, era muy trabajador». Fue quien le dio el testigo para que se hiciera cargo de la Asociación de Cocineros yReposteros de Segovia, que participó en la creación de una federación a nivel nacional. También recuerda a Luis Benavides, el primer jefe de cocina del Parador de Turismo de Segovia, inaugurado en 1978, y a otros tantos compañeros que trabajaron en 'Duque', 'El Bernardino' o'Lago'. 

García junto a varios compañeros, entre ellos Tomás Urrialde.García junto a varios compañeros, entre ellos Tomás Urrialde.Este año volverá a estar con la batuta dirigiendo la sinfónica del gorro blanco que elabora 1.100 kilos de judiones de La Granja, para 11.000 comensales, que voluntariamente elaboran los cocineros de la asociación en su día libre.  También han sido convocados por el Ayuntamiento de Segovia a elaborar 1.500 raciones de potaje carnavalero, lo que pueden elaborar gracias a la infraestructura que aporta su compañero Julián del Barrio,  y un chocolate para los más pequeños. Y, si todo marcha adecuadamente, irán recuperando la actividad en otros acontecimientos que necesitan de la presencia de este colectivo.

Con otros cocineros de Segovia y Martín Berasategui
Con otros cocineros de Segovia y Martín Berasategui
Si se mantiene con IgnacioGarcía una conversación sobre cocina siempre deja mensajes a tener en cuenta, el primero: la clave del éxito radica en la calidad de los productos. Después habla de platos sencillos, para lo que recuerda a su bisabuela que comenzó elaborando unas patatas con berza y manteca de cerdo, que ha evolucionado –tras pasar la receta por su abuela y por su madre–, a una crema hasta llegar a él, sustituyendo algunos productos por repollo y aceite de oliva. «No cuesta ni dos pesetas...», advierte. Y, por último, basándose en que es el cocinero de sus nietos, de tres y seis años, durante la semana, ve como imprescindible que se «debe enseñar a los niños a comer legumbres y verduras».