Del burro al biscúter

A.M.
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El Museo Rodera Robles muestra una tercera exposición de fotografías de Rio sobre la vida cotidiana de Segovia en los años centrales del siglo XX

Un policía indica a un conductor en el Azoguejo, al fondo el antiguo Café Columba - Foto: Rio

as salas del Museo Rodera Robles nos ofrecen una tercera entrega de fotografías de 'El valor de la mirada',  realizadas por Manuel Riosalido (1912-1964), que llegó a Segovia cuando contaba con 32 años, que suponen un auténtico testimonio de la vida cotidiana de la ciudad en las décadas centrales del siglo XX, unos años del replanteamiento económico del gobierno español que intentaba salir de una autarquía asfixiante para iniciar un Plan Nacional de Estabilización que permitiera la modernización de todos los sectores productivos basados en los avances industriales y en nuevos medios auxiliares en el sector primario. 

El testimonio gráfico de Foto Rio, como así firmaba este fotoperiodista, es muy revelador de cómo fue la transición del burro al Biscúter Zapatilla, de la boina al sombrero o del arado al tractor y la llegada de las cosechadoras que aliviarían el duro trabajo del campo. Es como el álbum de familia de los segovianos que entonces llenaban de vida las calles de una ciudad que se iba despertando de los tristes años de la guerra y la posguerra y que se iba modernizando paulatinamente. 

El historiador Rafael Cantalejo, director del Museo Rodera Robles, también de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, destaca la importancia del archivo de Rio, custodiado por su hijo José Manuel Riosalido, con unos 210.000 negativos en blanco y negro, la mayoría de película en 35 milímetros, de los que están digitalizados en torno a 180.000, en un proceso que continúa, y añade que «como la propiedad está dispuesta a colaborar y seguir haciendo exposiciones pues continuamos mostrando a los segovianos cómo fueron nuestros abuelos». Por ejemplo, en ese periodo se administraron en España las primeras dos dosis de penicilina y, años después, entraría en vigor la nueva Ley de Prensa e Imprenta, promovida por el ministro Manuel Fraga.

Inicio de la actual Avenida del AcueductoInicio de la actual Avenida del Acueducto - Foto: RioEn esta ocasión, la Casa del Hidalgo, sede del museo, un ejemplo de vivienda urbana de la nobleza de los siglos XV y XVI, muestra un apartado específico de retratos que realizó Rio a personajes. Por ejemplo aparece Juan de Contreras, marqués de Lozoya, vestido con el traje típico de segoviano, con su sombrero de pararrayos, o su sobrino Luis Felipe de Peñalosa, con unos 40 años; el histórico camarero del Mesón de Cándido, Amando Carabias; el fotógrafo Félix París, aficionado al violín; el poeta Luis Rosales ante el sepulcro de San Juan de la Cruz; el periodista y escritor Alfredo Marqueríe, en el jardín del palacio de Quintanar, o un saxofonista anónimo vestido de militar. Se trata de personas cuyos nombres y apellidos no han permanecido más allá de su círculo familiar y de amigos, y otras que han dejado su identidad para el futuro en las denominaciones del callejero de Segovia. 

También se han seleccionado unas fotos de un mundo que estaba muy en boga, como era el de la radio, según Cantalejo. Radio Segovia EAJ64 era la única que emitía en la ciudad y contaba con un cuadro de actores con el que radiaban obras de teatro variado. Se muestran fotos de ellos, así como de algunos locutores que luego dieron un salto a los medios nacionales, como Cirilo Rodríguez o Santiago Vázquez, fotografiados cuando eran empleados de la emisora, la locutora consuelo Muñoz o el técnico Luis Zúñiga. 

El resto de la exposición sigue siendo la vida cotidiana en una ciudad integrada fundamentalmente por el clero y el Ejército, los dos estamentos que sobresalían en la ciudad, y  personas que trataban de dar el salto hacia una ciudad más moderna. «Son montones de imágenes evocadoras de la Segovia de entonces, que es en realidad evocadora de la España de entonces,  en el régimen de Franco, cómo poco a poco se va saliendo de la posguerra y se va avanzando lentamente», subraya el director del Museo Rodera Robles. 

Todas las fotografías están hechas en los veinte años de estancia de Rio en Segovia,  desde mitad de los años cuarenta a mediados de los años sesenta del siglo pasado, dominados por procesiones, misas solemnes, desfiles militares o maniobras en Baterías. Cantalejo destaca «fotos muy interesantes», como una clase de gimnasia femenina de las niñas del Colegio Jesuitinas en una terraza que entonces estaba situada sobre la actual calle de Martínez Campos, enlazando el colegio con la muralla,  con una profesora que era tutora de la Sección Femenina. 

En el mundo del deporte destaca que en los años cincuenta en Segovia había equipos femeninos tanto de balonmano como de jockey, puede que fuera sobre hierba o sobre barro, posiblemente en el campo de El Peñascal o en el de Chamberí,  donde se aprecia la escasez de recursos que tiene la ciudad pero, a pesar de ello, hacían una vida muy avanzada para el momento.  Cantalejo destaca que «es bueno mostrar estas imágenes para conocernos y ver a aquellos lecheros repartiendo con cántaras o la Calle Real adoquinada y con aceras,  con mirarlas surge la sonrisa del recuerdo del pasado». 

Esta exposición se prolongará hasta diciembre para abordar con documentos gráficos el vacío cultural que existía en la ciudad en los años setenta, al final del franquismo, cubierto por algunas discotecas y bares de copas, que apostaban por ofrecer a los clientes algo más que bebida. Cantalejo recuerda que el mundo de la cultura estaba aún en manos de la Jefatura Provincial del Movimiento, produciéndose una especie de limbo del que nadie se hace cargo.

Tres Leicas y dos Rolleiflex

José Manuel Riosalido se muestra muy satisfecho con la acogida de estas exposiciones que, en su opinión, revalorizan a su padre «que ha sido un desconocido, durante años, pero ejerció muy bien la profesión».  Rio tuvo su primer domicilio en la calle de la Judería Nueva, pero muy pronto se vio obligado a trasladarse a un piso más amplio, donde montar el laboratorio y un estudio, en la Plaza Platero Oquendo,  en la Calle Real. Hasta su fallecimiento, en octubre de 1964, ejerció su oficio en todos los ámbitos de la vida segoviana. Fue fotógrafo del Ayuntamiento, de la Diputación y de la Academia de Artillería. También ejerció como corresponsal de la Agencia Efe, de la Agencia de Informaciones Gráficas Torremocha y colaborador gráfico del Anuario Español del Gran Mundo. 

El trabajo lo realizaba con tres o cuatro cámaras Leica de 35 milímetros y dos Rolleiflex de 6 x 6, con las que disparaba en torno a mil fotogramas por mes. Por ejemplo, en su archivo tiene también un encargo de la Diputación que llevó a cabo en tres meses por toda la provincia, realizando entre 4.000 y 5.000 fotos. Para sobrevivir completaba la tarea con bodas, bautizos, comuniones y fotos de carnés.  Rio falleció cuando la fotografía iba a pasar al color.