El Alcázar recupera su centinela

Nacho Sáez
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Vacunado con las tres dosis y autorizado de nuevo por el Ayuntamiento, Pedro Llorente ha regresado al Alcázar, donde encuentra a sus visitantes «más sociables».

Pedro Llorente bromea con unos turistas a las puertas del Alcázar. - Foto: Rosa Blanco

Cuenta que se ha sentido extraño, que incluso le costó ponerse el traje los dos primeros días. Pedro Llorente, más conocido como 'El Romano del Alcázar', está de regreso a las puertas de la fortaleza tras más de dos años sin representar ese papel de soldado del Imperio Romano que le granjea tantas fotos con los turistas. Como a otros artistas callejeros, el Ayuntamiento le ha vuelto a otorgar el permiso que le retiró con motivo de la pandemia, y el Alcázar vuelve a disfrutar de otro aliciente aparte de los que le son propios.

El escenario ha cambiado en este tiempo. «La han dejado demasiado moderna, en mi opinión. Debería ser más acorde al Alcázar. Los bordillos todos con arista no me gustan. Me gustan remachados, que parezcan más antiguos. Ahora quizás sea más bonita para los no entienden de la historia», señala 'El Romano' sobre la remodelación de la plaza de la Reina Victoria Eugenia, inaugurada mientras él se tenía que buscar la vida de otras maneras. Ha trabajado como repartidor en motocicleta. «Se me daba muy bien y me gustaba. A lo mejor hace diez o quince años hubiera seguido». Pero con lo que disfruta es con calzarse las sandalias, ponerse la coraza y el casco e intentar llamar la atención de los turistas.

«Vengo cuando quiero. En un trabajo normal tienes que fichar y eso lo llevo muy mal, y si te tienes que quedar más tiempo muchas veces no te lo pagan. Yo si me quedo más horas aquí es porque sé que alguien se va a hacer una foto conmigo», cuenta. Ya ha tenido tiempo para comprobar más cambios al margen del decorado. No hay apenas turistas asiáticos. «Tampoco de Europa oriental, rusos y demás», dice. Sin embargo, ha notado un giro entre quienes llegan para admirar el Alcázar. «Veo a la gente sin miedo y más sociable. Yo creo que la pandemia ha hecho reflexionar a la gente y ahora se ve más humanidad que antes. Te hablan con más educación antes y son más comprensivos con lo que se hace en la calle o se deja de hacer. Antes me hacían chistes, me decían palabras ofensivas y ahora es todo lo contrario. Todo es más agradable. Yo tenía un estudio sociológico de las personas a las que esto les gustaba o no y ahora han cambiado. Ahora por ayudarte se hacen la foto y no me dicen ninguna insolencia. No somos nada los unos sin los otros y cualquier enfermedad o virus que aparezca en el planeta nos afecta a todos», subraya.

Parte del tiempo de la pandemia lo ha dedicado a reflexionar: «Me ha hecho pensar muchísimo en lo corta que es la vida y que no sabemos cuánto va a durar. Hoy estás aquí y mañana en otra parte, así que hay que aprovechar la vida de una manera más humana que antes. Antes había demasiado egoísmo y demasiada superioridad en estatus social. Eso creo que ha cambiado bastante». Él pasó de estar casi todo el tiempo en la calle a estar encerrado en casa las veinticuatro horas por el confinamiento.  «Estuve un poco angustiado. A mí me gusta estar en la calle y que te encierren dos meses… Pero era lo que tocaba y lo que había que hacer. Por eso hemos salido muchos adelante. Conozco a personas que se fueron. Cuando ya permitieron salir algunas horas, yo cogía el chándal y me bajaba a correr a La Fuencisla», relata bajo un intenso calor.

Las elevadas temperaturas de este verano no le han intimidado. «Estoy muy acostumbrado. Hay que aguantar el chaparrón como sea. Ya he tenido veranos antes de San Juan con días de 37 grados y calima africana, aunque no duraban tanto. Aguanto igual las altas temperaturas que las bajas, pero cuando mejor se está es en otoño y primavera. Me gusta ponerme la túnica de lana». En su atuendo, la pandemia ha servido para que se fabrique un nuevo casco. Es el cuarto desde que en 2011 comenzó con esta faceta. «La coraza es de fibra de carbono pero es muy ligera. Si te pones esto y un casco de kilo y medio, la columna vertebral te dice que no puede más. Porque además no es lo mismo venir cuatro días a la semana que los 365 días del año. Este traje está estudiado para venir del 1 de enero al 31 de diciembre. Y yo he llegado a echar nueve horas seguidas. Y al día siguiente también, al otro… Como hago bicicleta de montaña, aguanto bien», destaca.

También ha vuelto con las tres dosis de la vacuna contra el coronavirus puestas. «Y porque no me han dejado la cuarta, porque estoy deseando volver para allá. Me pondré las que hagan falta porque se ha demostrado que sirven para algo a pesar de que mucha gente pensaba que no». Él no ha pasado la Covid-19. «Ni me he enterado ni mi familia tampoco. Ni fiebres ni molestias de nada. Sí que sé de gente allegada a mí que han estado en cuarentena y otra de mi edad que ha estado dos meses fuera de servicio. No sé si es que unos somos más fuertes que otros», bromea antes de despedirse para continuar custodiando la puerta del Alcázar. Otro paso más en el camino de regreso a la normalidad. «Estuve hace un año por volver, pero no me dejaron. Cultura no daba permiso a nadie Ahora estaba en la playa y pensaba quedarme allí todo el verano, pero me llamaron para decirme que ya se podía y que me iban a dar el permiso», concluye este singular personaje de la ciudad. Cuando empezó a ejercer de 'romano' se plantó en el Acueducto sin permiso, pero el Ayuntamiento lo echó después de unos meses. Decidió probar suerte en el Alcázar y hasta hoy. Bueno, con la excepción del tiempo que permaneció en casa por la pandemia. «Me gusta ser autonómo y hacer lo que hago, que es esto principalmente», zanja.