Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


El daño del odio

24/03/2023

El debate de la moción de censura pasará a la historia por su inocuidad y, sorprendentemente, también por su fair play, por el juego limpio en las intervenciones. Sin duda porque el resultado estaba cantado de antemano, todo quedó en una representación teatral donde no cabían los sobresaltos, el cambio de poder. En los últimos tiempos el debate político es concebido, desgraciadamente, como sinónimo de bronca, de insulto, de mentiras y de odios. Alguna mentira sí que hubo, pero inocuas. La bronca permanente acostumbrada, la descalificación personal más allá de las ideas, ha propiciado que los políticos ni siquiera se sientan agredidos cuando son objeto del ultraje y la provocación. Han normalizado de tal forma el improperio que la ofensa incluso es justificada por el agredido. Y aquí es donde se equivocan, porque lo que para ellos es un juego dialéctico, tiene unos efectos perversos y dañinos en la sociedad de incalculables consecuencias.

En esta reflexión estaba cuando por antagónico vino a la mente el último exabrupto de la presidenta de Madrid. "Matadlos", ordenaba a los suyos al referirse a la oposición. Las señaladas víctimas se tomaron tamaño mandato como "una ayusada más", a nadie le sorprendía esa reiterada "forma de funcionar". Y sin embargo es un asunto que debería de preocuparles. No son pocas las personas que carecen de filtros, de criterio propio, para interpretar los mensajes y menos cuando coinciden con el pensamiento preconcebido, con el prejuicio que les identifica con un líder. En esta lógica resulta evidente que nos situamos ante un delito de odio y no ante la ocurrencia de una cabeza loca. Freud dejó escrito que el odio puede tener un valor de unidad en la conformación de masas, con resultados que pueden resultar trágicos. Quien alimenta el odio es responsable de concebir al adversario como algo que ha de ser eliminado, proyecta lo peor de nosotros mismos contra el otro. Añadía Sócrates que el odio es, de todas las pasiones, la más terrible, porque con ella pueden destruirse pueblos enteros. Socavar la convivencia desde el poder agiganta el delito.