«Físicamente estoy bien, pero la cabeza es otra cosa». Alba Fernández, enfermera en el Hospital General de Segovia, no puede ni quiere ocultar que la experiencia está resultando durísima. «Los primeros días me costaba mucho desconectar fuera del trabajo. He estado noches enteras sin dormir pensando en cómo hacer mejor mi labor, en los pacientes... Sientes miedo e impotencia. Te da rabia que la gente no pueda recibir unos cuidados dignos y es duro trabajar en unas condiciones a las que no estamos acostumbrados», explica.
Su terreno en estos momentos es la tercera planta izquierda, el espacio que hasta hace pocas semanas se encontraba destinado a Cirugía. «Antes de esto entrabas a las habitaciones todas las veces que querías. Ahora solo dos, aunque para mí lo más duro es ver a los pacientes solos y comprobar cómo se van apagando», continúa relatando. Cuando tiene lugar esta conversación, ella viene de trabajar seis días seguidos y la han llamado paraque al día siguiente se incorpore de noche. «Los primeros días fueron muy difíciles, pero no queda otra que dar el 200%. Además, hemos tenido ingresados a familiares de compañeros», concluye.