Familias contra el desamparo

Sergio Arribas
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83 menores en Segovia están bajo tutela de la administración regional, que procura su integración en una familia de acogida. No son muchas las que ejercen esta labor de protecciónaltruista, dura e intensa, aunque también cargada de satisfacciones.

Ruben y Keyla, junto a dos hijos biológicos, David y Mónica, que sostiene el bebé que tiene la familia en acogida. - Foto: Rosa Blanco

Llegó a su casa con tres semanas y acaba de cumplir los cinco meses. Jesús es un bebé gordito, de piel clara e intensos ojos azules. Sus padres biológicos no podían hacerse cargo del recién nacido y cedieron la tutela legal a la administración  —Gerencia de Servicios Sociales de la Junta— que buscó una familia que pudiera acoger en su casa al bebé de forma temporal.

Jesús está hoy en brazos de Keyla, que ya sabe que, en pocas semanas, tendrá que despedirse del bebé. «Le ha reclamado un familiar y le queda ya poquito de estar con nosotros», afirma la mujer, en presencia de su marido, Rubén, y de los dos hijos biológicos del matrimonio, David, el pequeño, de siete años y Mónica, de 18 años.

Para este matrimonio segoviano el cuidado de Jesús ha sido su primera experiencia en acogimiento familiar, una labor altruista y muy desconocida, pese a ser fundamental para la protección de aquellos menores que se encuentran en situación de desamparo, al proceder de familias que, por diversas circunstancias, no pueden hacerse cargo de la atención y educación de sus hijos.

David besa al bebé que sostiene su hermana MónicaDavid besa al bebé que sostiene su hermana Mónica - Foto: Rosa Blanco

Son niños y niñas que no pueden o no deben vivir con sus padres biológicos y su tutela legal es asumida por la administración, que procura la búsqueda de otras familias que acojan y cuiden al menor hasta que se subsanen las deficiencias que obligaron a separarles de sus progenitores o alcancen la mayoría de edad —hasta los 21 años, en el caso de Castilla y León—. Keyla y Rubén forman parte de la asociación de familias de acogida de Segovia (AFASEGO), surgida en 2011, y que trata, entre otros objetivos, de divulgar la fórmula del acogimiento.

Las medidas de protección para los menores previstas en la legislación pasan por el apoyo a la familia, la guarda, la tutela y la adopción. Tanto la guarda como la tutela llevan aparejado el acogimiento del menor fuera de su familia biológica, un acogimiento que puede ser en centros (residencial) o en otra familia diferente a la suya (familiar). Solo en los casos más graves, los de desamparo, se aconseja la separación del menor de su familia biológica y su acogimiento en otras familias.

Familia ajena. Puede ser en su ‘familia extensa’ —tíos o abuelos—, la opción preferible por la administración, o en una ‘familia ajena’, que no implica que el menor rompa las relaciones con sus padres biológicos y la familia extensa. Generalmente, los menores suelen tener contacto a través de visitas programadas tanto con los padres biológicos como con otros miembros de su familia, en función de las características y posibilidades de cada caso, con la finalidad de que se mantengan los lazos afectivos entre padres e hijos.

Ruben y Mónica, junto a sus dos hijos biológicos y al bebé que tienen en acogida.Ruben y Mónica, junto a sus dos hijos biológicos y al bebé que tienen en acogida. - Foto: Rosa Blanco

El programa de acogida para menores tutelados no era ajeno al matrimonio. Keyla lo conocía a través de unos tíos suyos, que desde hace dos décadas han ido acogiendo a diferentes niños y niñas y de diversas edades.  Keyla y Rubén decidieron lanzarse a su primera experiencia y juntos acudieron a Cruz Roja, que gestiona el programa de acogida desde 1990, en virtud de un convenio suscrito con la Junta de Castilla y León. En la Ong, la pareja participó en un curso de formación «muy intenso», además de someterse a diversas pruebas de evaluación para comprobar su capacidad para participar en este programa social.

«Tienes que estar mentalizado de lo que estás haciendo y en Cruz Roja te preparan muy bien. Hay gente que no entiende cómo puedes cuidar a un niño en tu casa y que luego se marche. ¡Pero si no es tuyo!, siempre les respondo», comenta Keyla. Una psicóloga y una trabajadora social de la entidad preparan a las familias de acogida, especialmente para la ‘despedida’.
También intentan que, siempre que sea posible, tengan contacto con la familia biológica, algo que no ha ocurrido en el caso de Keyla y Rubén. «No conocemos a los padres [de Jesús], pero sí con quienes se lo van a llevar, unos familiares suyos», afirma la mujer, que dice que su hijos están «encantados con el bebé», especialmente el pequeño David «que no deja de achucharle». 

«No puedes ser egoísta». Su primera experiencia como familia de acogida es positiva. «Me gustan muchos los niños y para mí la forma más efectiva de ayudar es con los que tienes cerca. Tu tiempo es lo más valioso y es lo que nosotros damos», explica Keyla, que anuncia que repetirá la experiencia y anima a otras familias a seguir el mismo camino. «No puedes ser egoísta y pensar en lo que piensas o sientes tú. Aunque nos de mucha pena la despedida, pienso en el bebé, gracias a que ha estado en mi casa no ha tenido que estar en una residencia y sí ha tenido el amor de una familia cada día», añade.

En España, según la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF), hay unos 17.000 niños y niñas que viven tutelados en residencias en vez de vivir con una familia, una medida de protección «preferente», ya que «tanto la ley como todos los expertos subrayan que un menor debe crecer en un ámbito familiar, seguro, estable y afectivo», sostiene Ana Marugán, terapeuta infantil y vicepresidenta de la Asociación de Familias de Acogida de Segovia (AFASEGO). 
No obstante, asociaciones como la segoviana, que agrupa a diez familias, lamentan la ausencia de campañas informativas más potentes, a nivel nacional, que informen de la fórmula del acogimiento. Este desconocimiento implica que sean aún pocas las familias que participan en este programa social y que, en consecuencia, sean todavía miles los menores tutelados obligados a permanecer en residencias.
«No tenemos cifras oficiales, pero se habla de más de diez mil niños en residencias. Muchos se pasan allí casi toda la vida. Pueden entrar con 7 u 8 años y salir con 18. Y eso les puede dejar unas secuelas para toda la vida, de inseguridad y falta de cariño. Necesitamos muchas más familias», explica Ana.

En todo caso, según la legislación, los niños de 0 a 3 años no pueden ir a un centro o residencia, sino a una familia; edad que en Castilla y León se extiende hasta los 6 años de edad.  En los casos en los que los padres renuncian al bebé nada más nacer, se produce un acogimiento ‘preadoptivo’. Los recién nacidos están en familias de acogida durante tres o cuatro meses, mientras se evalúa al niño y se busca a la familia adoptiva, durante la tramitación judicial de la adopción. «Las familias que adoptan tienen claro que durante unos meses otra familia ha acogido al bebé. Lo habitual es que entre ellas sigan teniendo después relación», afirma la terapeuta infantil.

Entre los diferentes tipos de acogimiento está el de ‘urgencia’, que ofrece una atención inmediata, principalmente a los menores de seis años. Tiene una duración no superior a seis meses, tiempo en el que se tiene que decidir la medida de protección familiar que corresponda o se determina el regreso del menor con su familia de origen. 

También está el acogimiento ‘simple’ o ‘temporal’. Antes de dos años la administración debe decidir la vuelta del menor a su propia familia —una vez resueltas las condiciones que dieron lugar a la pérdida de la tutela— o, por el contrario, su paso a un acogimiento permanente o a una adopción. Para aquellos menores que no pueden volver con sus padres ni pueden acudir a la adopción, existe la figura del acogimiento ‘permanente’. Cuando cumplen los 18 años, los 21 en Castilla y León, lo normal es que sigan con la familia de acogida, por los vínculos afectivos creados.

«Te cambia la vida». «El acogimiento te cambia mucho la vida porque descubres muchas cosas en los niños, de situaciones que han vivido y que tú no imaginas», señala Ana Marugán, que representa el caso de una familia monoparental. Como terapeuta ocupacional aceptó hace diez años acoger a un niño de 7 años con necesidades especiales, con pocas posibilidades de adopción.  A los dos años siguió a su cuidado bajo la figura de acogimiento permanente. Hoy es un adolescente de 17 años, del que ella es su tutora. 

«En principio seguirá conmigo. Trabajamos mucho la relación con su familia biológica, con su padre, que por desgracia falleció, y con sus hermanos, que no estaban tutelados. El se siente parte de las dos familias y ha sido muy positivo», añade la terapeuta, que también acogió unos meses a otro menor, de 17 años, que optó por marcharse después de cumplir la mayoría de edad. 

«Estar tutelado significa que todas las decisiones las toma la administración. No controlan su vida y muchos al cumplir los 18 buscan la independencia. No pasa nada. Sigue viniendo a casa cuando puede», comenta la mujer que confiesa que los menores «tienen necesidades afectivas muy concretas que tienes que ir reparando. Y muchas veces tienes que recibir apoyo psicológico, tanto nosotros como los niños».

Patricia de Blas y su marido, padres de un niño de 9 años, acogieron hace dos años a dos niños de 9 y 5 años. Fue hace dos años y medio y ahora acaban de retornar a su familia biológica. Habla de una experiencia en la que «hemos aprendido mucho» como que niños que han vivido situaciones difíciles requieren atención y cuidados especiales. «Algo que es normal, como que a tu hijo si se porta mal le mandes a su habitación para que reflexione, no es conveniente con un niño de acogida, porque, sin quererlo, le empujas a que reviva situaciones de abandono (…) Aprendes que no sirve regañar. Lees, te informas y aprendes que lo mejor es calmar, tratarles con amabilidad y funciona». 

Patricia y su familia no han perdido la relación y vínculo con los dos niños de acogida.  «La experiencia ha sido positiva pero intensa, física y emocionalmente. Nos vamos a tomar un tiempo, pero volveremos a repetir», subraya.

83 menores bajo tutela. Los últimos datos, facilitados a El Día de Segovia por la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, indican que en Segovia la administración atendió a 862 menores, de los que 751, en situación de riesgo, fueron atendidos mediante el apoyo a sus familias. Los 111 restantes contaban con una figura de protección por parte de la administración de la Comunidad Autónoma, que, en líneas generales, asume los supuestos graves, en los que no hay colaboración por parte de los padres y en los que es preciso tutelar a los menores.
No obstante, del centenar de menores protegidos, 83 están tutelados. «No sabemos cuántos niños y niñas están en familias de acogida. Es muy difícil saber los datos, hay una bolsa regional y, de hecho hay niños segovianos que van a otras provincias y al revés», señala Ana Marugán, vicepresidenta de AFASEGO. Sí hay datos a nivel regional. En Castilla y León, en 2018, se registraron 959 acogimientos -277 más que hace diez años-, de los que 499 fueron en familia ajena y 460 en familia extensa. La mayoría fueron por decisión administrativa (811) y el resto (148) por orden judicial. Según la Consejería, el 60% de los menores tutelados están integrados en familias de acogidas y el 40% permanecen en residencias.