Obreros extranjeros para la mies de la diócesis

M. Galindo
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Uno de cada cuatro sacerdotes que desarrolla su labor pastoral en la provincia proviene de otros países, con Latinoamérica y África como vivero para revitalizar un clero envejecido que debe atender a más de 300 parroquias

Obreros extranjeros para la mies de la diócesis - Foto: DS

"La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies". En la cita del Evangelio, San Lucas recoge la frase con la que Cristo exhortaba a buscar agentes activos para difundir su mensaje a todo el mundo. Dos milenios después, la cita sigue vigente en medio de una sociedad desacralizada en la que la crisis de valores  ha cercenado las vocaciones al sacerdocio casi en la misma medida que ha descendido el número de creyentes.

En provincias como Segovia, esta crisis vocacional se ha hecho más patente, con un clero diocesano cuya media de edad supera los 65 años y que debe atender las 308 parroquias de la provincia; lo que en muchas ocasiones supone largos desplazamientos para llevar a cabo servicios básicos como la misa dominical.

De este modo, la diócesis de Segovia se ha visto obligada a recurrir a sacerdotes procedentes de otros países, transformando así lo que fuera tierra de misioneros en tierra de misión, a la que llegan presbíteros de lejanas latitudes para realizar en la provincia las primeras labores de su acción pastoral. Asi, de los 134 sacerdotes de la  diócesis, el 23,5% son de otros países, con una nómina que llega a los 34 en la provincia.

Obreros extranjeros para la mies de la diócesisObreros extranjeros para la mies de la diócesis - Foto: DSSi bien es cierto que en la diócesis ya operaban algunos sacerdotes  extranjeros, principalmente de origen polaco, la eclosión de la llegada del clero foráneo se ha experimentado en la última década, merced a convenios de colaboración con diócesis de otros países, que envían a sus recién ordenados presbíteros a completar su formación en escuelas y facultades de Teología, combinándola con el trabajo pastoral en las parroquias a las que sean  asignados.

Ángel García Rivilla, responsable de la Delegación Diocesana del Clero asegura que los sacerdotes llegan a la diócesis «con fecha de caducidad», ya que el objetivo de las diócesis de procedencia es volver a recuperarles una vez hayan concluido su periodo de formación en España, por lo que suelen permanecer en la provincia por un periodo no superior a los tres años. Pese a ello, hay casos en los que la decisión de los propios sacerdotes les hace incardinarse en la provincia, para lo cual deben obtener el permiso de su diócesis de origen siempre en colaboración con la de Segovia. Su entrada en la labor pastoral exige un proceso de acompañamiento y ayuda que se presta desde la delegación, fruto del análisis previo del currículo que traen bajo el brazo.  García Rivilla señala como uno de los principales escollos a resolver el problema del idioma en aquellos sacerdotes que provienen de África, que no existe en los latinoamericanos. Esto exige que deban realizar cursos de español para poder comenzar su trabajo, pero ellos «son los primeros interesados en aprender para acelerar su integración no solo en la diócesis, sino en la sociedad segoviana». 

Casi de forma paralela, comienzan a colaborar en las parroquias que se les asignan de forma gradual, en función de su disponibilidad por los estudios y de las propias necesidades de la diócesis.

Otra de las dificultades superar es el choque que supone la llegada de un sacerdote de otro país a un pueblo o una comunidad, aunque en el caso de Segovia, la acogida «está siendo muy buena». «Es lógico que haya un recelo inicial -explica García Rivilla– pero finalmente se supera con la buena voluntad de las comunidades y las ganas de trabajar que demuestran los sacerdotes, que aportan su riqueza cultural y su carácter abierto y  generoso».

Del congo a Segovia Delphin Nkano llegó a Segovia hace seis años desde la República Democrática del Congo, y reconoce que los primeros meses en Segovia fueron «extraños», aunque su estancia en la Residencia Sacerdotal fue el escenario perfecto para comenzar su proceso de integración. Tras pasar por varios pueblos , actualmente trabaja como vicario parroquial de Prádena, desde donde atiende un total de 11 pueblos de alrededor, en los que ya es reconocido y querido. «La gente ha sido muy cariñosa conmigo – asegura- porque al principio no dominaba el idioma, pero la gente no se enfadaba y me ayudaba en las misas si me equivocaba en alguna palabra». También subraya las diferencias que hay en la acción pastoral entre su país y España, fundamentada en la acción social. «En Congo, la vida se entiende en torno a la parroquia, donde el sacerdote es al mismo tiempo agente cultural y social, y aquí se vive la fe de manera más independiente».

La ventaja del idioma.Emmanuel Becerra lleva ya tres lustros en la diócesis, a la que llegó en 2008 procedente del estado mejicano de Colima, y a diferencia de su compañero, partió con la ventaja del idioma a la hora de favorecer su integración en el trabajo pastoral. «Contar con el idioma es muy ventajoso», asegura el presbítero que actualmente es el responsable del Arciprestazgo de Fuentepelayo, aunque precisa que la barrera del recelo «hay que superarla a base de cariño». «La gente es muy generosa con nosotros, y la acogida de los compañeros sacerdotes ha sido siempre espléndida, por lo que todo resulta más fácil».  De igual modo que Nkano, Becerra destaca la particular forma de vivir la fe de los segovianos, más fundamentada en la espiritualidad interior que en la de compartir. «La figura del cura es muy importante, equiparable a la del alcalde o el médico, como figuras de respeto», asegura.  En ambos casos, los sacerdotes perciben su trabajo como una «misión» con la que tratan de devolver a las comunidades de acogida el cariño que les demuestran.  "No venimos a tierra de misión, sino que hacemos una misión en la tierra", concluye Becerra, aunque considera «paradójico que España, que ha llevado la fe a muchos países, tenga ahora que para paliar las carencias que ahora existen, sobre todo en Segovia, tierra de misioneros».