De Valladolid a Japón para transmitir la fe cristiana

Ical
-

Una familia de colombianos, asentada en la provincia desde hace dos décadas, se trasladará a la isla nipona de Kobe para dar a conocer el Evangelio

De Valladolid a Japón para transmitir la fe cristiana - Foto: Miriam Chacón (Ical)

La idea que uno tiene de un misionero es la persona religiosa que acude a un país en vías de desarrollo de África o América para ayudar a los más necesitados, desde un punto de vista humanitario, pero su papel principal es dar a conocer el Evangelio de Jesús en lugares donde el cristianismo no está muy asentado y apenas es practicado al profesor otras confesiones. Pero también hay casos curiosos como el de una familia de colombianos, asentada en Valladolid desde hace dos décadas, que ha decidido ir a Japón para transmitir la fe cristiana y crear comunidad. Así tal cual, dejar una vida asentada, trabajos y colegios de sus dos hijas Arancha (doce años) y Saray (ocho años) en Arroyo de la Encomienda para partir a la isla nipona de Kobe. "Rompemos con nuestras comodidades y, tras diez años esperando para ser enviados, nos vamos por agradecimiento al Señor por que todo lo que tengo es gracias a Jesús", aseguró Liliana Figueroa.

Liliana fue la primera sorprendida cuando hace unas semanas se les encomendó irse de misioneros a Japón, ya que ella siempre había pensado que el destino sería un país africano. Tanto ella como su marido José Francini son conscientes de las dificultades que se encontrarán en Japón, con un idioma totalmente desconocida y una cultura muy diferente a la española. "Los cambios son siempre complicados y empezar es difícil pero el Señor está por delante de todo esto. Si fuera por mí, yo no me iría a esta aventura pero es la llamada de Jesús", confesó Liliana. Además, aseguraron que todos estos obstáculos se superarán con la misión encomendada de anunciar que la iglesia cristiana está viva, crear comunidad y anunciar el Evangelio. Al menos, en Kobe, estarán con otras tres familias europeas que también han recibido la encomienda, tras la petición de un obispo japonés para contar con misioneros en ese país.

De momento, la familia vallisoletana está a la espera de conseguir los visados misioneros, una tramitación compleja ya que lo habitual es que este tipo de documentos se entregan a religiosos pero no a seglares. La idea es que el primer año se centren en el aprendizaje del idioma, por lo que necesitarán del apoyo económico de la comunidad. Además, según la legislación japonesa, los misioneros solo pueden trabajar entre tres y cuatro horas como máximo al día. De cuajar la experiencia, con el paso del tiempo, tanto Liliana como José podrán solicitar visados normales y trabajar allí.

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, aseguró que el lema elegido para el Día Mundial de las Misiones (Domund) de este año 'Seréis mis testigos' hace referencia al momento en que Jesús, antes de su partida con la ascensión al Cielo, encomendó a sus discípulos la tarea de la evangelización. Y esto es, precisamente, lo que hará la familia vallisoletana en Japón. "De momento, van a dar testimonio, aunque luego, una vez allí, pueden aparecer tareas concretas. Van a vivir de una determinada manera con la vida de la Iglesia y mirarán la realidad con los ojos del Señor. Acuden para plantarse y después darán su testimonio en sus relaciones en sus trabajos y la escuela", apuntó.

En este sentido, Argüello que esta misión es la que tienen encomendada cualquier familia cristiana. "El gran desafío que nos provoca este testimonio que no es solo para Japón, sino para nuestra forma blandengue y mediocre de ser cristianos", aseveró. No en vano, precisó que el propio primer ministro japonés reconoció hace unos años que los dos "graves" problemas de su población eran la soledad y el índice "altísimo" de suicidios. "A ese tipo de pobreza se dirigen también las misiones, con independencia de que sean sociedades opulentas, que tienen muchas necesidades de anunciar el Evangelio", añadió. El delegado de Misiones, Javier Carlos Gómez, coincidió con el arzobispo al recordar que el misionero no se fija en la pobreza o la riqueza a la hora de anunciar el Evangelio en un lugar donde se desconoce. 

Argüello apuntó que Liliana y José llegaron hace años como inmigrantes a Valladolid, donde se incorporaron a la comunidad cristiana y, ahora, desde esa experiencia se ofrecen para ir a otro lugar del mundo. La familia forma parte de la Iglesia Neocatecumenal, desde el momento en que Liliana decidió separarse de su marido al año de llegar a España. "Me invitaron a entrar en la comunidad Neocatecumenal y, desde entonces, cambió mi vida. Después de un tiempo separados, me di cuenta de muchas cosas y perdoné a José. De ahí, el agradecimiento que nos brindó el Señor para estar juntos y formar una familia, con el nacimiento de mis hijas. Todo lo que tengo es por que Jesús me lo ha regalado por que yo tenía una decisión tomada y dispuesta a dar un cambio radical a mi vida", expuso.

Por su parte, José coincidió con su mujer al señalar que el Señor marca cada historia y, ahora, Jesús ha encomendado a su familia la tarea de evangelización. "Vamos a un encuentro y aceptamos voluntariamente ir a Japón donde no está presente la Iglesia cristiana, lo que implica romper con nuestras comodidades", manifestó, a pesar de reconocer que es una "locura".

La Iglesia está "viva"

Liliana, que trabaja en una cocina, reconoció que no tiene muchos estudios pero sabe que la Iglesia está "viva" y hay que anunciar el amor de Jesucristo. Por otro lado, explican que la decisión de irse a Japón como misioneros ha sido voluntaria, al igual que cuando opten por regresar. "Podemos estar toda la vida o volvernos en unos meses si es que no conseguimos adaptarnos por que somos conscientes de las edades de nuestras hijas", añadió el padre de familia, que ahora es autónomo en el sector de la construcción al dedicarse a las reformas. 

Por lo tanto, la familia formada por Liliana y José, junto a sus dos hijas, se sumarán en unos meses a los 163 misioneros que tiene, en la actualidad, la Diócesis de Valladolid. Están repartidos en 43 países, aunque el número más numeroso está en Venezuela (16), Perú (13), Brasil y Méjico (nueve, en cada caso). Se reparten a partes iguales entre hombres y mujeres y la mayoría pertenece a congregaciones religiosas. Por último, la edad media ronda los 70 años. Unas cifras que, ahora, vendrán a romper esta familia que partirá a Japón para dar a conocer el Evangelio de Jesús.