En el limbo de AstraZeneca

Nacho Sáez
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Profesores, trabajadores sociosanitarios y policías relatan su incertidumbre tras la suspensión de su segunda dosis, pero mantienen su confianza en la comunidad científica.

De izquierda a derecha, María Valverde, Nuria Martín, Yaiza Racionero, José Pliego y Óscar Muñoz, del colegio Cooperativa Alcázar. - Foto: Rosa Blanco

El colegio Cooperativa Alcázar tiene dos directores, pero ambos reman en la misma dirección. No como en la estrategia de vacunación contra el coronavirus, donde la Unión Europea, el Estado y las comunidades autónomas comparten el timón y, al menos en algunos momentos, cada uno ha tomado su rumbo. «Somos profesionales en adaptarnos a las circunstancias», dicen Nuria Martín y Óscar Muñoz, los directores de un centro que se ha tenido que reinventar para desdoblar clases y escalonar las salidas y entradas y los recreos, entre otras muchas tareas que les ha exigido la pandemia. Ahora, al igual que les ha ocurrido a centenares de profesores, policías y trabajadores sociosanitarios, les toca aprender a vivir con otra incertidumbre. La de quienes se han quedado en el limbo de AstraZeneca.

Desde la pasada semana, Sanidad solo permite la administración de esta vacuna a personas con edades comprendidas entre los 60 y 69 años por la relación encontrada por la Agencia Europea del Medicamento con casos de trombos. Pero ellos ya habían recibido la primera dosis. Las autoridades todavía no han decidido si recibirán la segunda o no ni si será de AstraZeneca o de otra marca. La inquietud personal, la desafección hacia la clase política y la confianza en la comunidad científica se entremezclan estos días en el estado de ánimo de Nuria, Óscar y otros tres trabajadores de la Cooperativa Alcázar que, reunidos en una de esas aulas distribuidas en función de las distancias de seguridad y los geles hidroalcohólicos, hablan de su anhelo de que acabe esta pandemia y de las piedras que van surgiendo en el camino. Como esta de AstraZeneca.

«Todos sentimos incertidumbre porque no sabemos qué va a pasar con nuestra segunda dosis y estamos a la espera de que nos informen. Hemos hablado con el equipo covid de la Dirección Provincial de Educación y nos han dicho que no tienen conocimiento de nada. Solo sabemos lo que oímos por los medios de comunicación. Que aún no está claro si nos van a dejar solo con una dosis, si nos van a poner otra o la segunda de AstraZeneca. No tenemos ni idea y con la preocupación de quedarnos en tierra de nadie, seminmunizados», explica Nuria, al frente de un colegio alejado de cualquier tipo de escepticismo en torno a las vacunas.

El agente de la Policía Local Ismael Concepción.El agente de la Policía Local Ismael Concepción. - Foto: Rosa Blanco

El cien por cien de los trabajadores aptos de la Coopeativa Alcázar acudieron a la llamada de los equipos de vacunación. Solo dos no recibieron el pinchazo por haber padecido la Covid-19 en los últimos seis meses. Mientras, los efectos secundarios de la primera dosis tuvieron un reflejo heterogéneo. «Algunos sí que estuvieron un par de días con malestar, pero yo por ejemplo no tuve nada», señala la propia Nuria. La intensa actividad del centro apenas les deja tiempo para el lamento ante la disparidad de criterios entre países e incluso entre comunidades autónomas sobre los próximos pasos a seguir, pero el asunto se cuela en las conversaciones. «Que unifiquen criterios y que estos sean nacionales», pide Nuria. «Que no jueguen con la salud de la gente, es algo demasiado importante», abunda Yaiza Racionero.

Esta profesora tiene claro que «la mejor vacuna es la que está puesta». «No me arrepiento de habérmela puesto. Me siento una privilegiada de formar parte de uno de los colectivos que se han elegido. Mira las cajeras de los supermercados todavía están esperando», argumenta. Su compañero José Pliego tiene ganas de estar inmunizado con las dos dosis “para trabajar de otra manera». «Esto es más una guerra de las farmacéuticas», añade sobre los problemas surgidos con AstraZeneca.

En Segovia, Sanidad ha administrado más de 10.000 dosis de ella. «A mí y a otro compañero se suponía que, cuando al resto les pusiesen la segunda nos pondrían a nosotros, la primera pero no sabemos tampoco nada», apunta María Valverde, orientadora y coordinadora covid del colegio. «[Los políticos] nos han hecho sentirnos capaces de cualquier cosa», destaca a la hora de comenzar a hacer balance de este curso atípico. El codirector, Óscar Muñoz, cuenta que los reajustes han sido «constantes en todos los sentidos». «Las instrucciones que esta semana valen, la siguiente no…”, se lamenta sin perder la sonrisa. Por eso, ante tanto vaivén, sus compañeros y él no dudarían en volver a poner el brazo para recibir la segunda dosis de AstraZeneca. Incluso lo desean.

Las trabajadoras de la Asociación de Familiares de Alzheimer de Segovia.Las trabajadoras de la Asociación de Familiares de Alzheimer de Segovia. - Foto: Rosa Blanco

MOMENTO DESEADO. Ismael Concepción, policía local de Segovia, asegura que él no tiene ningún inconveniente. «Sigo confiando plenamente en los criterios de la comunidad científica», subraya. A él le pusieron la primera dosis el 12 de marzo y durante la primera semana de junio tendrán que incolucarle la segunda. Se encuentra tranquilo: «Estaba deseando que llegara el momento. Llevamos un año de pandemia y desde el primer momento estábamos esperando que llegara la vacuna como si fuera el maná de la salvación. Creo que es la única solución que tenemos. Yo ya manifesté que sí que me vacunaría en cuanto estuviera lista la vacuna y así lo hice».

En la Policía Local de Segovia apenas una decena de efectivos –del más de un centenar que conforman su plantilla– no ha recibido ninguna dosis. Y en el caso de varios de ellos porque tenían patologías que lo contraindicaban. «Nuestra profesión es de alto riesgo», remarca Concepción; «probablemente después de los sanitarios seamos los que más riesgo tenemos porque tenemos contacto diario con enfermos de covid por los seguimientos que hacemos a los que están confinados en los domicilios, y luego por el trato diario con la población. Tenemos múltiples intervenciones de todo tipo».

Agente desde hace dos décadas, contrasta su confianza en la vacuna con su desencanto respecto a la clase política. «Creo que han fallado los países y Europa por no haber tomado decisiones conjuntas y unitarias. Cada uno hace la guerra por su cuenta. Unos suspenden la vacunación, otros ponen unos márgenes de edad que son contrarios a los que ponen otros… La población recibe eso con preocupación y es normal que la gente no sepa al final a qué atenerse y ni siquiera sepa cuáles son las informaciones más fiables y más verídicas sobre este tema», reflexiona. No obstante anima a la sociedad a vacunarse. «Quizás por mi profesión tengo una forma de tomarme las cosas y de asumir ciertos riesgos, pero creo que esto es un trabajo de todos. La solidaridad como sociedad nos debería llevar por ahí. A vacunarnos todos para que podamos protegernos y acabar con esto cuanto antes». 

Además hace un llamamiento en particular a los segovianos. «Segovia ha sido doblemente castigada por la pandemia. Nos afectó mucho porque tenemos las carencias que tenemos, y económicamente dependemos del turismo. En ese sentido los segovianos sí que debemos de intentar darle la vuelta a la tortilla a esto cuanto antes. Hemos deseado que estuviera la vacuna cuanto antes y ahora que está aquí no debemos de sacar las cosas de contexto. Creo que no se están valorando en su justa medida las cifras, los porcentajes y los riesgos, que están en todos los aspectos de la vida. En este caso lo estamos dando excesiva trascendencia», opina. Y pone un ejemplo. «Recuerdo que cuando entré en la Policía hace veinte años morían cerca de 6.000 personas en la carretera al año y no dejamos de conducir ninguno. Entendimos que era un riesgo asumible porque los beneficios y la necesidad de movilidad que tenemos todos están por encima de los riesgos de sufrir un accidente mortal. En este caso creo que los riesgos son mucho menores y lo único que hay para sacarnos de esta crisis sanitaria y económica es la vacuna», zanja.

PÉRDIDAS. El sufrimiento que ha supuesto lo conocen bien en la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Segovia. «Hemos perdido muchos socios y también a gente que venía al centro de día, a los talleres o que tenía ayuda a domicilio...», relata su gerente, Anabel de Pedro. La llegada de las vacunas ha permitido inmunizar a todos los usuarios de su centro de día, pero la mayoría de los trabajadores se han quedado con la primera dosis de AstraZeneca. «Nosotros todavía tenemos la posibilidad de transmitirlo y que todos estuviéramos vacunados nos daba más seguridad. Quedarnos ahora así a medias te genera un poco de incertidumbre», señala. 

El 30 de abril tenían la cita para la segunda dosis, pero aún no se la han anulado. «¿Qué criterios científicos hay cuando en un sitio se dice una cosa y en otro una diferente? No parece serio. Todo debería llevarse de una manera más unificada, con un criterio único. Que cada uno haga lo que quiere te desconcierta y no te da la seguridad que debería darte», se queja. Ella tiene decidido cuál será su siguiente paso:  «Yo particularmente haré lo que me digan las autoridades sanitarias. Te tienes que fiar de eso». En la asociación necesitan recuperar la normalidad. «Para las personas con alzheimer ha sido muy difícil entender el confinamiento y todas las medidas que hay que tener ahora, como las mascarillas, lavarse las manos, echarse los geles, que no nos puedan ver la cara… No es lo mismo», revela.

Los trabajadores de esta Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer habían decidido aceptar vacunarse: «Ninguno teníamos ninguna duda en que íbamos a ponérnosla, pero no dejas de tener un poco de miedo porque es algo muy nuevo. Y que de repente haya estas dudas y cambios de criterio… ¿Qué motiva esa decisión? Es lo que te descuadra y lo que te hace tener menos seguridad». Y hay una idea que a la gerente no le convence en absoluto. «Me preocupa que digan que nos van a poner otra vacuna, porque se hacen de forma distinta. Eso ya te da más cosa. Casi me quedaría con la que tengo y tiro para adelante. No me parece una solución. A ver qué hacen con nosotros». Pero al final se resigna. «Quizás sea un riesgo a asumir frente a lo que se ha vivido», concluye.