La nueva 'verja' de Gibraltar

EFE
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La posibilidad de un Brexit 'duro', que frene el tránsito de personas y mercancías entre España y el Peñón, resucita el fantasma de las vallas fronterizas que poblaron el lugar hace medio siglo

La nueva 'verja' de Gibraltar - Foto: JON NAZCA

España cerró la verja de Gibraltar hace ya 50 años, imponiendo un frontera dura e implacable con el Peñón, un lugar que hoy vuelve a vivir bajo la amenaza de quedar dividido si finalmente los británicos optan por salir de la Unión Europea sin acuerdo. Tras años de discusiones y negociaciones para amortiguar el golpe, la posibilidad de un Brexit duro que resucite las fronteras y frene en seco el tránsito de personas, mercancías y servicios en la zona, vuelve con fuerza a tensar la relación.

Con el fin de mitigar los efectos de esta situación, España y el Reino Unido ya han firmado varios acuerdos para regular las especiales relaciones con Gibraltar en materias como los derechos de los ciudadanos. Además, se han previsto mejoras en cuestiones sensibles como la cooperación policial y aduanera, el medio ambiente y el contrabando de tabaco.

Todo esto quedaría en papel mojado si finalmente el Brexit es sin acuerdo, aunque para esta eventualidad el Gobierno ha aprobado un paquete de medidas de contingencia que regularían las relaciones.

Los efectos serían sin duda nefastos, pero no serán tan radicales como cuando el 8 de junio de 1969 Franco clausuró la verja de un día para otro en protesta por la decisión del Reino Unido de dotar de estatuto de autonomía a la colonia. El cierre fue total: por tierra, mar y aire. Hasta las líneas de teléfono quedaron cortadas.

Entonces, familias enteras se vieron separadas de repente por una verja a la que tenían que aferrarse para, a gritos, conocer el estado de sus seres queridos del otro lado. Los más afectados, sin duda, los entorno a 30.000 gibraltareños que en aquellos tiempos vivían en La Roca y los poco más de 5.000 españoles que trabajaban en el Peñón y automáticamente perdieron su empleo.

Hoy un cierre brusco frenaría en seco el tránsito diario de más de 7.000 coches, más de 350 camiones semanales de abastecimiento para la colonia y, sobre todo, tocaría de lleno a las más de 13.000 personas que residen en España y trabajan en Gibraltar (8.000 españolas).

El descalabro sería de tal calibre que el propio ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, aseguró hace unas semanas que, si finalmente no hubiera Brexit, se «cogería una tajada como un piano» para celebrarlo.

Pese a todos los temores y malos augurios sobre la salida del Reino Unido de la UE y de los buenos deseos para un futuro unidos y coordinados por normas de buena vecindad, lo cierto es que, para España el divorcio ha supuesto una «oportunidad histórica para un ajuste de cuentas, un reequilibrar la balanza», explicó un diplomático involucrado en las negociaciones.

Camino tortuoso

No hay más que recordar que, cuando el país entró en las Comunidades Europeas (CE) en 1986, tuvo que hacer decenas de concesiones a Londres y asumir todos los beneficios y ventajas fiscales y comerciales que pedía para Gibraltar.

Desde entonces, la relación ha basculado entre los intentos de colaboración y diálogo impulsados por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, y el desafío frontal del Gobierno de Mariano Rajoy. Del Foro Tripartito impulsado en 2006 por el ministro de exteriores Miguel Angel Moratinos, que iba a suponer «la recuperación de la confianza y la cooperación», al rotundo «Gibraltar Español» con el que el entonces eurodiputado José Manuel García Margallo recibió la noticia de que iba a ser titular de exteriores en el Gobierno del PP.

Y ahora, días y días de negociaciones, cambios y precisiones no han hecho sino ahondar la desconfianza y las ganas de pillar al otro en un renuncio.

Los británicos lograron modificar el famoso artículo 184 del acuerdo del Brexit que diluía la posibilidad de que España controlara futuros acuerdos.

España la devolvió logrando colar el término colonia aplicado a Gibraltar en un pie de página de un Reglamento de visados cuyo objetivo es facilitar la libertad de movimiento por Europa tras el Brexit.