El arte callejero vuelve a Segovia tras dos años de multas

Nacho Sáez
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El Consistorio retiró estos permisos desde que estalló la pandemia y al menos un músico acumula 2.400 euros en denuncias de la Policía Local.

Millán Gómez Candela muestra la resolución de dos de los procedimientos sancionadores que tiene abiertos. - Foto: Rosa Blanco

Millán Gómez Candela pasó este martes en cuestión de minutos de esconderse por temor a volver a ser denunciado a recibir la autorización para poder tocar y cantar en la calle dos años después de que el Ayuntamiento de Segovia lo prohibiera por la pandemia. No se esperaba que esta semana fuera acabar una situación que consideraba «injustificada» y que había empujado a otros artistas callejeros a marcharse a otras ciudades o directamente quedarse en casa sin satisfacer lo que consideran un estilo de vida. Millán se rebeló contra la postura del Ayuntamiento cuando vio que el confinamiento se acababa y que, por ejemplo, la música volvía a las terrazas de los bares. Sin embargo, su actitud reivindicativa ha supuesto que le abran cuatro procedimientos sancionadores y que al menos otros tres se encuentren a la espera de ser tramitados.

El recital no ha salido en esta ocasión de su voz y su acordeón. El recital ha sido de multas. «La persona reseñada se encontraba tocando un acordeón en el lugar indicado obteniendo gratificación monetaria por su actuación. Dicha persona ha sido instada a abandonar la actividad al no aportar licencia en numerosas ocasiones en los meses anteriores a la fecha de la denuncia. Por otro lado, continúa con la actuación tras ser identificado y ponerle en conocimiento que se formulaba denuncia por ejercer actividad sin licencia», describen las  dos denuncias que recibió el 7 y 8 de agosto del año pasado de la Policía Local. En total 1.200 euros a los que tiene que añadir otros 1.200 por desobediencia a la autoridad dos veces, aunque ha recurrido.

Esas multas continúan en vigor a pesar del levantamiento de una prohibición que fue criticada por Podemos. «Es un sinsentido que, mientras la Concejalía de Cultura organiza conciertos por toda la ciudad durante el verano y el Ayuntamiento apuesta por la celebración del Hay Festival, se prohíba a los músicos tocar en la calle», enfatizó el concejal de la formación morada, Guillermo San Juan. Millán tampoco lo entendía. «Consideraba que no era válido que haya un silencio de dos años [a su solicitud al Ayuntamiento para volver a ocupar la vía pública tras la pandemia]. Antes no lo consideraban perjudicial porque me daban permiso. Tampoco nadie me ha demostrado que haya quejas vecinales. No utilizo amplificación y no hago un espectáculo porque no se acumula gente. Estoy de una manera discreta y aporto al devenir de la ciudad. Soy una especie de hilo musical viviente y a lo largo del día interacciono con gente de todas las edades y de muchos países, para los que también hago de animador de la ciudad», argumenta mientras disfruta de un café cerca de su lugar predilecto para dar rienda suelta a su arte.

Millán Gómez Candela muestra la resolución de dos de los procedimientos sancionadores que tiene abiertos.Millán Gómez Candela muestra la resolución de dos de los procedimientos sancionadores que tiene abiertos. - Foto: Rosa Blanco

La pasión que transmite en la plaza de San Martín la ha cultivado de forma autodidacta tras un comienzo tardío. «Soy de una familia de artesanos segovianos. Con 13 años tuve un intento fallido de entrar en el Conservatorio y ya con 24 o 25 empecé a tocar en la calle. Después sí que he dado clases de canto», cuenta ahora, con 49. En estas más de dos décadas ha llevado su música a Alicante, a la costa catalana y a países como Bélgica y Holanda, donde nunca encontró las trabas 'post-covid' de Segovia. «En muchísimas ciudades europeas con mucho turismo hay algo previsto para los artistas callejeros porque lo consideran parte de su cultura, y en Segovia hay muchos enclaves, casas abandonadas o puertas de iglesias, en los que no molestas a nadie», reflexiona sin perder la sonrisa a pesar de que en estos meses la Policía Local le llegó a confiscar el acordeón en una ocasión. «Tocar en la calle no puede ser un estigma. Es triste que solo se admire a los artistas cuando están en la cúspide».

La autorización que ha recibido ahora del Ayuntamiento limita los horarios en los que puede desarrollar la actividad. «No lo entiendo porque aquí donde estoy yo no hay nadie echándose la siesta. En Madrid de sentaron en una mesa todas las partes implicadas para ver las condiciones en las que se podía hacer», recuerda, dispuesto incluso a pagar por la ocupación de la vía pública. Ha tenido otros trabajos y no se cierra a volver, por ejemplo, a la agricultura si lo necesitara su familia (tiene pareja y dos hijos de 13 y 12 años), pero se siente cercano a la figura de los juglares. «Es un estilo de vida, es algo que llevo haciendo veinte años y siento que no molesto a los vecinos. Además, no solo hago una actividad musical, también atiendo a los turistas», insiste en defender. Y desmiente prejuicios: «No soy una cosa estrambótica. Soy un padre de familia y estoy saliendo adelante».

RAÚL FRAGUA, FORZADO AL 'EXILIO'. Hasta que estalló la pandemia Raúl Fragua se había convertido en parte del paisaje de la Calle Real. Él, su guitarra y su micrófono no solían faltar a pie de calle, y casi todos los segovianos le reconocían. Hasta el famoso cantautor gallego Andrés Suárez supo quién era después de que una amiga le enviara un vídeo de Raúl interpretando una de sus canciones y le invitara a cantar juntos en un concierto. Pero desde que se impuso la nueva normalidad Fragua había pasado a ser patrimonio de ciudades como Ávila, Valladolid o Alcalá de Henares (Madrid), adonde se había 'exiliado' hasta que esta semana el Ayuntamiento de Segovia ha vuelto a dar autorizaciones a los artistas callejeros. También se ha presentado al casting del programa de televisión 'Got Talent', aunque aún no sabe el resultado.