La carta de Uina

Sergio Arribas
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«Quiero pedir a los españoles que sean más indulgentes con los extranjeros». La petición es de Uina, ucraniana de 16 años, beneficiaria del programa de asilo de Cruz Roja en Segovia.

La carta de Uina - Foto: Rosa Blanco

Uina tiene claro su futuro. Quiere «estudiar idiomas», un deseo coherente con su destreza en el uso del español, un idioma del que no sabía una sola palabra hace apenas un año. De hecho, Uina, que acaba de cumplir 16 años, ejerce en la charla de traductora de sus padres, Dmytro y Hanna, y de sus hermanas pequeñas, Alina y Verónica, de 14 y 12 años, aunque también ellas, vencida su timidez inicial, también demuestran un aprendizaje del castellano en tiempo récord.

La familia Kuvanova acude a la sede de Cruz Roja en Segovia para contar su historia, la que narra su periplo desde su Ucrania natal —de la península de Crimea—  a España, y de su ánimo, no exento de dificultades, de integración en la sociedad española.

Es, justamente, lo que ha reflejado Uina en una carta, escrita de su puño y letra, en un español recién aprendido y con algunas incorrecciones, que Cruz Roja de Segovia ha querido difundir para ofrecer un retrato de aquellas familias que, como la suya, tuvieron que huir de sus países y, en este caso, son acogidas en España como solicitantes de protección internacional, el paso previo a obtener el estatus de refugiados.

La carta de UinaLa carta de Uina - Foto: Rosa Blanco

Uina y su familia llevan en España un año y tres meses. Primero vivieron en el País Vasco y desde hace seis meses en Segovia, donde Uina ha escrito una carta «cargada de conciencia y sentimientos que nos dejó impresionados», apunta Jennifer Peñas, responsable del programa de protección internacional en Cruz Roja Segovia. «Pensamos en los adultos, pero a veces no reparamos en lo que se enfrentan los niños cuando tienen que abandonar su país y aterrizan en otro completamente nuevo», comenta la técnico de la ONG.

Huida a España. La familia Kuvanov vivía en la península de Crimea. En marzo de 2014, tras una intervención militar rusa, el territorio se incorporó a Rusia como sujeto federal: la República de Crimea. Para la legalidad rusa, la península conforma el distrito federal de Crimea, mientras que para Ucrania y parte de la comunidad internacional el territorio se encuentra bajo ocupación militar. Esta ‘ocupación’ les empujó a trasladarse a la ciudad ucraniana de Járkov, la segunda ciudad más importante de Ucrania, por detrás de Kiev. Allí vivieron cinco años hasta que decidieron emigrar a España, donde aterrizaron un 5 de marzo de 2019, solicitando asilo en territorio español.

«Los solicitantes de protección internacional huyen de situaciones de guerra, opresión, abusos, hostigamientos… Los inmigrantes salen de sus países porque no puedan subsistir, mientras ellos lo hacen porque temen que su vida corre peligro, sea por motivos políticos, religiosos, guerras o por su orientación sexual. En muchos casos, el nivel y ritmo de vida que tenían en sus países es mucho más alto del que luego tienen tras la huida», comenta Peñas.

De hecho, Uina comenta que en Crimea su familia —que profesa el movimiento evangélico de la Iglesia Bautista o Baptista— ayudaba a «otras familias con problemas, a niños con padres que sufrían problemas alcohol o drogas. Ayudábamos como voluntarios en muchas cosas. Ahora otras personas son las que nos tienen que ayudar a nosotros».

¿Por qué Uina escribió esta carta? «Porque quería ser útil. Porque podía enseñar a la gente cuáles son nuestros pensamientos, qué sentimos. Mucha gente piensa que los refugiados son como parásitos, que se aprovechan de la situación y dinero de otros y no es así», apunta la adolescente, que no pierde la oportunidad de agradecer a España, a los segovianos y a Cruz Roja todo el apoyo recibido durante este tiempo.

En la carta, la niña habla de cómo le extrañó la efusividad de los españoles, que dan besos y abrazos, en lugar de solo dar la mano como en Ucrania, y a los que califica como «personas increíbles» porque «no se ponen nerviosos por tonterías. Me recuerdan a los budistas. Papá dice que por esta razón hay tantos centenarios en este país». Según la joven, en Ucrania «la gente es muy depresiva, siempre tiene muchos problemas y no tiene tiempo para sonreír. Pero aquí la gente sabe como vivir», subraya Uina, mientras mantiene perenne un gesto sonriente.
Pero no todo ha sido fácil, como relata en la carta; especialmente por las dificultades del idioma: «no entendía lo que decían y no podía responder, pero realmente quería causar una impresión agradable (…) alguien puede burlarse de mi, ofenderme, pero yo no podía defenderme por la simple ignorancia de la lengua».

Uina muestra una clara preocupación e interés por estudiar en España. «Para mí es muy difícil estudiar, aunque en Ucrania fui la mejor estudiante. Constantemente necesito traducir el libro de texto. Y necesito estudiar al mismo nivel que mis compañeros de clase. Mucho es nuevo para mí. En Ucrania el sistema educativo es completamente diferente», afirma en su carta Uina, a la que pone un ‘broche’ para la reflexión de sus destinatarios. «Quiero pedir a todos los españoles que sean más indulgentes con los extranjeros».

135 personas atendidas en el programa. El programa de Protección Internacional de Cruz Roja Segovia atendió en 2019 a 135 personas —120 en 2018—, según precisa la responsable del programa, Jennifer Peñas. Las personas y familias inician un itinerario de inserción que, en un primera fase, llamado de acogida temporal, se trabaja de forma personalizada. Se les incorpora a clases de castellano y se les ayuda en necesidades de básicas, desde provisión de alimentos y medicamentos hasta pago de alquileres, mientras los hijos son matriculados en colegios o institutos para evitar fracturas en su educación.

Tras esta primera fase, que dura seis meses, pasan a una segunda de acompañamiento, donde, de forma progresiva, adquieren una total autonomía, de manera que, por ejemplo, los contratos de alquiler de las viviendas están a su nombre y las personas y familias deciden libremente en qué gastar su dinero.

Tras 18 meses adquieren una independencia económica, al margen de que durante todo el proceso reciben asesoramiento para el empleo o, en su caso, apoyo psicológico. Con el asesoramiento jurídico de Cruz Roja, una parte de personas y familias solicitantes obtendrán con el tiempo el estatus de ‘refugiados’, el asilo o una protección subsidiaria, que supone una residencia legal en España durante 5 años. «Hemos notado —precisa Peñas— un incremento de solicitantes, sobre todo de Venezuela, por su situación política y de Colombia y Honduras, por todo el tema de las ‘maras’, que tienen oprimida a la población».

Carta íntegra de Uina: (Relato escrito de su puño y letra, en el ‘español’ que conoce) 

¿Alguna vez has estado en mi situación? Me llamo Uina, soy de Ucrania, el 3 de junio cumplí 16 años. Tengo dos hermanas menores y padres. Estoy viviendo en España durante un año y 3 meses.

La integración en la sociedad española comenzó en el País Vasco. Gracias a su cultura y cuidado, me enamoré de España. En Ucrania, solo se dan la mano, pero nadie es bienvenido con un abrazo o un beso. Al principio me pareció extraño que todos violen el espacio personal de los demás. Pero luego me acostumbré e incluso me gustó. Los científicos dicen que para una vida feliz, una persona necesita 8 abrazos por día, que son fáciles de conseguir por un día viviendo en España. Quizás es por eso que hay un ambiente particularmente amigable.
A veces me parecía que yo y mis compañeros españoles somos de distintos planetas. Tenemos un pensamiento muy diferente. Mayoría de chicos y chicas españoles nunca han sentido la necesidad de algo, por lo que es difícil para ellos comprender que una sandía, yogurt o una barra de chocolate pueden hacer feliz a alguien. Mis compañeros de clase, con quienes estudio en Segovia, se rieron de la gente de la película que estudió más tiempo para comer un plátano para estirar su placer. No los culpo por el hecho de que nunca sintieron está necesidad, por el contrario, me alegro de que nunca necesiten buscar trucos parecidos. 

Los españoles son personas increíbles. No se preocupan por el mañana, no gritan, no tienen prisa, no están nerviosos por tonterías. Me recuerdan a los budistas. Papá dice que es por esta razón que hay tantos centenarios en este país. Aprendo de ellos el arte de vivir como española. 

Aquí, en España, estudié en dos escuelas. ¡La primera escuela fue en el País Vasco y fue un lugar precioso! Los maestros y los niños fueron amables con nosotros. Hemos hecho muchos amigos. Mis compañeros de clase intentaron ayudarme en todo, aunque no siempre podía pagar lo mismo. Me sentí doblemente incómodo: no entendía lo que decían y no podía responder, pero realmente quería causar una impresión agradable. En la escuela, me sentía segura porque la gente respondía a mis preguntas y necesidades. A pesar de la barrera lingüística y cultural, todavía no estaba solo. 

A veces me decían que era una persona taciturna. Este no es realmente el caso. ¡El problema es que no sé de qué hablar con los españoles! Si un extranjero está en silencio, esto no significa que no quiera hablar, esto significa que no sabe de qué. Ya era bastante difícil encontrar un tema de conversación común. En España, nunca he estado en Burger King o MacDonalds, no compré ropa en tiendas elegantes, no vi películas populares y no escuché música famosa. No sabía mucho sobre fútbol y no estaba en Francia, Inglaterra, Italia. Nunca comí sushi y rollos. Sí, cierto que soy de otro planeta. Pero siempre trató de mantener una conversación. 

A veces, era emocionalmente difícil, porque sabía de lo que se trata, pero no podía formalizar su opinión en español. Me encanta leer, por eso sé mucho de los hechos y de las buenas citas, pero simplemente no puedo decir esto en español! 

Alguien puede burlarse de mí o me ofendan, y yo no podía defenderse por el simple ignorancia de la lengua. Físico de resistir aquí no es bienvenido, y todo lo que queda es hablar de sus problemas mayores. A veces me sentía indefensa. No siempre los adultos han resuelto su problema. Casi todo el mundo estaban silenciando y la pregunta realmente no se decidía.

En la segunda escuela tuve que más difícil. Primero conmigo trataron de comunicarse, pero cuando tuvo que soportar mi ignorancia de cualquier tipo de cosas básicas, o las dificultades de la traducción, se encontraba cada vez menos los que deseen comunicarse conmigo. Y finalmente, todo el día, yo estaba sentada en silencio. Nadie se interesaba por mí. Yo empecé la conversación de la primera, pero el diálogo rápidamente se languidece. El problema es que no sé de qué hablar, y los interlocutores no quieren perder el tiempo con mi «pues», «entonces», «¿como se dice?». Y resulta que me siento sola, a pesar del apoyo de los maestros. 
Todo el día escuché hablar español, miré por la ventana, leí libros y estuve en silencio todo el día. Fue realmente difícil para mí, porque soy por naturaleza una persona habladora y amigable.
De la escuela regresé a casa con un gran deseo de hablar ruso, porque mi cerebro estaba muy cansado de la carga en español. A menudo me dicen que en casa deberíamos hablar español si queremos aprender más rápido. Pero para mí y para mis hermanas le cuesta mucho, porque cuando hablamos ruso, nuestro cerebro está descansando.

Para mí es muy difícil estudiar, aunque en Ucrania fui el mejor estudiante. Constantemente necesito traducir mi tarea o tarea en el libro de texto. Necesito estudiar al mismo nivel que mis compañeros de clase. Mucho es nuevo para mí. En Ucrania, el sistema educativo es completamente diferente, por lo que las fórmulas, reglas y teoremas también son diferentes. Hago mi mejor esfuerzo para ser un buen estudiante y compañero de clase. Quiero pedir a todos los españoles que sean más indulgentes con los extranjeros. Somos la misma gente. Necesitamos comunicación y queremos ser entendidos por usted. La integración en la sociedad ocurre gradualmente, «poco a poco», como les gusta decir a los españoles y como ya decimos nosotros.