Titirimundi se despide con un 96% de sus entradas vendidas

DS
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En total se pusieron 3.302 a la venta repartidas por 89 funciones de 21 compañías en patios, jardines y salas de interior

Titirimundi se despide con un 96% de sus entradas vendidas

El 34 Festival Internacional de Teatro de Títeres de Segovia Titirimundi, que se ha desarrollado desde el 22 hasta el 27 de septiembre, ha terminado con un balance de un 96% de entradas vendidas de las 3.302 puestas a la venta en 89 funciones desarrolladas por 21 compañías en patios, jardines y salas de interior, según datos de la organización. La mayoría han sido adquiridas online y en el Centro de Recepción de Visitantes (CRV) por el público local, evitando la venta en puerta y la formación de colas, imposibles en esta situación propiciada por la covid-19.

"Se ha vivido un Titirimundi especial, la primera vez en sus 34 ediciones que no se ha podido disfrutar de espectáculos de calle ni de campañas escolares presenciales que traían autobuses llenos de niños de la provincia de Segovia y comunidades colindantes debido a la imposibilidad de aforar en plazas y vías, manteniendo el protocolo sanitario vigente y el uso del sentido común", recuerda la organización en un comunicado. "Un protocolo riguroso que además Titirimundi ha estado elaborando durante meses para poder celebrar el festival incluso fuera de plazo, convirtiendo el otoño en primavera llena de ilusión y adaptado a su formato de evento de envergadura con una de sus características principales, el contacto y la proximidad, vividas este año de otra manera". En palabras de la directora de Titirimundi, Marián Palma, “se han podido experimentar emociones a flor de piel en un festival deseado, demostrado la validez del trabajo y que con la información clara y transmitiéndola al público, es posible llevar a cabo un festival de esta importancia sin incidencias y con el disfrute de los espectadores”.

Emociones provenientes de "una programación que no ha defraudado, considerando las opiniones públicas". “Un festival condensado pero de diez”, con pequeñas joyas de teatro en pequeño formato para seguir la oscilante normativa de la covid-19 en cuanto a aforos y detalles de seguridad tanto fuera como dentro del escenario, donde también se ha desarrollado otro protocolo sanitario a nivel artístico y técnico que evitara la proximidad. 

Titirimundi este año ha tenido un elemento artístico más acorde con el momento, y se han diseñado para esta edición particular unos taburetes colocados a la entrada de cada espacio y pintados por Saura con cuatro instrucciones básicas pero fundamentales para el buen desarrollo de las actividades y que servían a la vez para colocar el gel hidroalcohólico y demás elementos puestos a disposición del público. De hecho, las mascarillas previstas para entregar a quien no las trajera o las precisara, no ha sido necesario, ya que el público venía con la suya y ha entrado y salido de los espacios siguiendo las instrucciones de cada jefe de sala. 

Aunque algunos días han amenazado las nubes, la meteorología ha permitido desarrollar las funciones sin incidencia. Incluso con alguna sesión de frío vespertino el público ha aguantado al aire libre con entusiasmo y ganas de “titirimundear”. Además, 48 voluntarios, de los que el 80% eran nuevos, y que han dado el 200% de su entusiasmo, ya han mostrado su deseo de poder participar en futuras ediciones. 

 

El propósito de Titirimundi. El cometido de Titirimundi, aunque sea un escaparate anual de lo más vanguardista y tradicional de calidad en el mundo del títere, es difundir propiamente el arte del teatro de títeres. De ahí la labor de promoción en las redes de teatros, así como en la distribución, que este año se ha visto mermada por las circunstancias y ha repercutido en el presupuesto anual, de aproximadamente 250.000 euros. La organización destaca que desde el festival siempre se trabaja en la distribución de espectáculos para que lleguen a otros lugares y beneficiar al mismo tiempo a Segovia, ya que las compañías trabajan por número de actuaciones: cuantas más actuaciones realizan, los cachés se van reduciendo. "Es una de las características de funcionamiento de Titirimundi". De modo que así las compañías tienen menos caché en sus actuaciones en Segovia y se puede traer a mayor número de ellas como forma de que sea factible para todos y revierta en Segovia. Por eso este año, las funciones de gira han sido 19, al lado de las 70 habituales de media y el coste en Segovia al mermarse la gira ha sido mayor. También se ha triplicado el equipo (el organizador cuenta con 12 profesionales de cada área elegidos por Michel, que materializan el festival cada año, "capaces de improvisar retos y tomar decisiones óptimas en momentos de crisis"). Concretamente en el departamento de técnica y en el de sala, al necesitar a una persona responsable por cada espacio y evitar contactos entre equipos de producción.

La labor social que Titirimundi viene desarrollando desde hace años como premisa indispensable en la difusión del teatro de títeres y en su valor terapéutico se ha podido desarrollar a través de streaming en la unidad de pacientes pediátricos del Hospital de Segovia y en tres funciones didácticas gratuitas y a puerta cerrada y sin público, de la que han gozado 40 centros educativos y cientos de niños. 
Además, la prestigiosa mimo Inés Pasic ha desarrollado un taller durante toda la semana sobre el proceso creativo de los títeres corporales en una edición que ella misma considera la más importante por las circunstancias: “Poder llevar a cabo un festival como Titirimundi y este taller es un acto de resistencia cultural de enorme valor moral. En tiempos difíciles este tipo de actos se vuelven una reserva de esperanza y energía necesarias para generar cambios reales de consciencia”, ha expresado. 
"Tampoco ha habido fiestas en Titirimundi, ni grandes producciones, pero el espíritu ha continuado fluyendo entre público, artistas y equipo". “Sin contacto y a distancia se han podido mantener los lazos. Porque Titirimundi es justo eso, lo que no es posible, un abrazo gigante que se ha mantenido con gestos de cariño inventados y una unión que es una de las bases del festival”, afirma Marián Palma. 
“La meca del titiritero es Titirimundi”, añade, haciendo alusión a lo que los titiriteros expresan al definir el festival, referencia mundial en el teatro de títeres. Todas las compañías han mostrado su agradecimiento, incluso al final de cada función. La mayoría de los festivales internacionales se han cancelado. Titirimundi ha sido una bocanada de aliento y de los pocos en los que se ha ido informando a cada compañía de cada decisión que se tomaba. “Con dudas, y sin ellas, nos hemos lanzado a hacerlo y no nos hemos planteado cancelar”, siguiendo el propio espíritu del festival, hoy en boca de uno de sus personajes, Cristobita: “Todo se puede”. “Es cuestión de actitud, otra cosa es la lectura o las formas de hacer. ‘Que nada te paralice’, como decía Julio Michel”, recuerda Palma. Y es que con la amistad y la voluntad las utopías más grandes se convierten en realidad, en la pretensión de Michel de crear un espacio en el que todos fuésemos ciudadanos y donde pudiésemos entrar precisamente al mundo de la utopía, “ese mundo en el que todo se pone en tela de juicio y donde también hay que perseverar, pero con una pizca de magia”, como decía.

Llegar al público incluso con mascarilla. Durante esta edición se ha podido disfrutar de montajes íntimos como La melancolía del turista, de Oligor y Microscopía, que también han presentado libro editado por La uÑa RoTa y en presencia del dramaturgo Alberto Conejero; Cosas que se olvidan fácilmente de Xavier Bobés, apenas para 4 espectadores, Javier Aranda o Conservando memoria, de El Patio, con una sala Julio Michel aforada a 40 personas. Montajes que han hecho ahondar en el recuerdo y la necesidad de conservar lo importante y lo que nos aporta identidad para seguir caminando, como también ha expresado La Ortiga, por primera vez en Titirimundi, que ha sembrado la ternura y la amabilidad en el Jardín del Seminario gracias al espectáculo Kumulunimbu. Se ha pedido a los niños que no fueran niños al estar quietos en una silla, a distancia y con mascarilla en montajes de los Titiriteros de Binéfar, Alex Marionettes y su muñeco Barti o de Eugenia Manzanera. “Y los niños lo han vivido concienciados y disfrutándolo”, asegura Palma. El tiempo que vuela o va despacio se ha sentido con Pavel Šmíd, la fantasía de Tamanka o Mutis ha sido tan cercana que se podía tocar, o las risas de Mundo Costrini que han invadido las Ruinas de San Agustín han sonado más allá de sus paredes. La Chana ha dejado la impronta de su audacia con sus inteligentes montajes, prometiendo novedades para las próximas ediciones, Jordi Bertran ha vuelto a mostrar su veteranía y destreza y Roberto White que sin palabras, las emociones también llegan al corazón. Pelele, La Gotera de lazotea, El Retablillo, María Parrato o Etcétera también han dado alas a los espectadores para volar más allá de sí mismos, incluso esbozando sonrisas a través de las mascarillas y como público haciendo llegar a las propias compañías el calor. 

La inauguración hubo de desarrollarse ceñida al protocolo del Teatro Juan Bravo, con un aforo muy limitado y al que asistieron las instituciones patrocinadoras, como en todo evento oficial. “Gracias a su apoyo, que desde el principio se ha podido constatar, y a su confianza en el equipo del festival, se ha podido llevar a cabo esta edición singular en la que ha sido posible el hecho artístico de lo que significa el teatro, aunque sea distancia y con mascarilla. Vivir el teatro, que no puede ser de otra manera si no es propiamente en vivo”, señala Palma.