Vuelven viejos fantasmas

Agencias-SPC
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EEUU apunta de nuevo a los talibanes como garantes del terrorismo al permitir la presencia de Al Zawahiri en Kabul, algo que hace temer que se regrese a la guerra iniciada tras el 11-S

Al Qaeda ha quedado descabezada tras perder a su líder, Ayman al Zawahiri, mano derecha de Osama bin Laden hasta la muerte de este, en 2011. Sin embargo, el asesinato de Al Zawahiri, conocido como El Egipcio, puede conllevar una espiral de violencia -EEUU ya ha avisado de posibles represalias tras acabar con la vida del sanguinario terrorista- y ha reavivado los fantasmas del supuesto apoyo talibán en Afganistán a grupos yihadistas. 

El ataque con drones se efectuó contra una vivienda ubicada en una de las zonas más protegidas de la capital donde residen gran parte de los líderes islamistas. Según la Casa Blanca, Al Zawahiri se había trasladado con su familia a la residencia a principios de este año procedente de Pakistán, donde en 2011 murió en otra operación estadounidense Bin Laden. Y el Pentágono cree que ese cambio de domicilio se produjo, precisamente, por el aval de los talibanes -que llegaron al poder hace un año- a las actividades extremistas de Al Qaeda.

Los vecinos del área llevaban días asistiendo a un aumento de vuelos de drones, pero después de décadas de guerra estos aparatos no tripulados forman parte del paisaje, por lo que no esperaban un bombardeo inminente.

«Hemos visto drones en el cielo muchas veces, y pocos minutos después del ataque también había un dron en el cielo, pero no pensamos que se tratara de una operación de tal magnitud», afirmó Mohammad Mubaris, que vive cerca del lugar del ataque.

Mientras, a ras de suelo, la gente se pregunta si la muerte en Kabul del líder de Al Qaeda supondrá un mayor aislamiento y restricciones internacionales dentro de la ya crítica situación que vive el país.

Los talibanes, de hecho, se limitaron a condenar el ataque, «que se produjo por el motivo que fuera», según un portavoz, y lo consideró «una clara violación del derecho internacional y del acuerdo de Doha». Es más, agregaron que «estos ataques repiten la experiencia fallida de los últimos 20 años y van en contra de los intereses de Estados Unidos, Afganistán y la región. Repetir esas acciones dañará las posibles oportunidades» de estabilizar la región.

En el acuerdo de Doha firmado en febrero de 2020 entre Estados Unidos y los talibanes se acordó la retirada completa de las fuerzas norteamericanas de Afganistán después de dos décadas de conflicto, que concluyó hace un año tras la toma de Kabul por los islamistas.

Sin embargo, la salida de EEUU se hacía bajo la condición, entre otros puntos, de evitar que el país asiático volviera a convertirse en santuario de terroristas como ocurrió durante su anterior régimen, entre 1996 y 2001, marcado por el apoyo a Bin Laden y los ataques del 11-S, algo que aparentemente incumplieron los radicales.

Así el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, acusó al régimen talibán de violar «gravemente» el acuerdo al haber cobijado en Kabul a Al Zawahiri, traicionando las «repetidas» garantías al mundo de que no permitirían que el territorio afgano fuese usado por terroristas.

El antiguo Gobierno afgano respaldado por EEUU ya había insistido en que los extremistas no habían cambiado y seguían manteniendo lazos profundamente arraigados con Al Qaeda.

Durante las últimas dos décadas, los miembros de ese grupo terrorista ayudaron a los islamistas a financiar la guerra contra las tropas estadounidenses, y proporcionaron conocimientos en materia táctica y armamentística, así como en la fabricación de explosivos y ataques suicidas y con coche bomba, un respaldo que parecía continuar.

Sin embargo, hay expertos que apuntan a que, realmente, la muerte de Al Zawahiri fue una traición a Al Qaeda para buscar una contrapartida de Washington. «Dependerá de los talibanes no repetir los errores cometidos entre 1996 y 2001 e imponer otra guerra a la nación afgana», sentencian. 

Una sucesión complicada

El asesinato del líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, supone un fuerte golpe para la organización extremista en un momento que reivindicaba volver a ser la líder de la yihad global. Ahora, su sucesión podría crear verdaderos problemas en el grupo dado que ya apenas quedan figuras tan respetadas como la del egipcio.

El pasado 15 de julio, el Consejo de Seguridad de la ONU publicó un informe en el que subrayaba que «el contexto internacional es favorable a Al Qaeda», y nombró directamente a dos personas que podrían ser sus sucesores según la línea de antigüedad: el egipcio Seif al Adl o el marroquí Abdelrahman al Maghrebi, yerno de Al Zawahiri. 

Sin embargo, existe un problema: ninguno de los dos tiene la credibilidad que tenía El Egipcio cuando sucedió a Bin Laden. Al Zawahiri ya se había hecho un nombre en el grupo y ahora ambos candidatos tendrán que ganarse el respaldo de los milicianos.

Un cirujano convertido en arquitecto del mal

Considerado el arquitecto de los atentados del 11-S, Ayman al Zawahiri fue un cirujano egipcio que estuvo detrás de la formación de Yihad Islámica Egipcia, con la que cometió varios planes de asesinato a líderes de su país.

En 1984, tras pasar tres años en prisión, se trasladó a Pakistán para atender a milicianos que combatían en Afganistán contra la URSS. Fue allí cuando conoció a Osama bin Laden, con el que ideó Al Qaeda, un grupo fundado en 1988 y cuya «obligación» era el asesinato de estadounidenses y sus aliados.

Cerebro de decenas de atentados que mataron a cientos de personas, sucedió a Bin Laden en 2011 tras más de dos décadas como su escudero. Y acabó muriendo como él: en una operación de su gran enemigo, EEUU, aunque 11 años después.