Los ecos de la Subida de Bernardos 2022

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Artículo de José Ubaldo Bernardos Sanz

Más de 24 horas bajando a la Virgen del Castillo

Bernardos ha vivido cuatro días de algarabía y jubilo, pero también de emociones y sentimientos. Ha hecho de la estancia en el cerro del Castillo, con la Virgen en su ermita, un punto de encuentro para la contemplación del paisaje, los rezos y los cánticos, los bailes y las danzas. Una fiesta que queda en el recuerdo de cada persona, pero también en la memoria colectiva. Me he sentido orgulloso del nivel de organización, tanto en el cerro del Castillo como en el pueblo. Los trabajadores que han colaborado en los desplazamientos y el orden en los aparcamientos han sido eficaces en su cometido. Todos hemos podido disfrutar de unos días primaverales llenos de luz y con la vista de unos atardeceres impresionantes, combinados con los bailes en las procesiones ante la imagen de la Virgen alrededor de la ermita. Las dos procesiones importantes, en la Subida y la Bajada, han estado llenas de sonidos y colores que colman los deseos de quienes se acercan a la fiesta. Un detalle impresionante lo ofrecía la calle del Castillo, iluminada por una multitud de velas a lo largo de las dos líneas de fachada, con la imagen de la Virgen entrando por el primer arco a las 3:40 de la madrugada, tras más de 8 horas después de su salida de la ermita. La imagen llegó, horas después, finalmente a la iglesia flanqueada por fieles entregados a una jota interminable, el chocar de los palos de los danzantes y el volteo de las campanas, culminando con el baile de la "Respingona", como homenaje de despedida.

Esta Subida de 2022, tan especial por muchos motivos, deja un sentimiento difícil de expresar con palabras, ya que se mezcla la alegría de estos días con la tristeza de su conclusión. Aunque, realmente, la Subida no ha concluido. Es la fiesta del recuerdo. Y, como tal, permanece viva entre los que se han ido y aún más viva entre quienes se quedan, haciendo las tareas que permiten al pueblo recobrar su paisaje y su pulso habitual.

Es admirable haber visto estos días a niñas y niños dar los primeros pasos de las danzas de paloteos, y emocionante escuchar a personas de más de noventa años relatar sus recuerdos de la niñez en el pueblo y su participación en esta fiesta. Produce también una extraña sensación de calma y tranquilidad contemplar la imagen de la virgen del Castillo en una ermita silenciosa durante la noche, frente a las ruidosas manifestaciones durante el resto del día. Al margen de cuándo sea la siguiente, debemos aprovechar la energía emocional que genera la Subida para mantener y sacar lo mejor de nosotros en el esfuerzo que requiere, no solo la preparación de esta fiesta, sino cualquier otro proyecto comunitario.

Las tradiciones mejor conservadas son aquellas que respetan las esencias y valores de su pasado para irlas adaptando a las necesidades de comunidades en pro de su futuro. La cultura material e inmaterial de sus manifestaciones debe servir para estimular la participación y desarrollar proyectos que refuercen el orgullo por mantener los valores de conservación del paisaje natural y su patrimonio histórico.

La tarea nos concierne a todos. La implicación individual para dar un paso adelante y ponerse al lado o tomar el relevo de quienes han derrochado años de energía e ilusión, en la medida de las posibilidades de cada uno, obliga a mezclar la experiencia de los mayores con el impulso y brío de los más jóvenes, que deben tirar del carro para transitar por un futuro incierto. El camino se hace al andar. Así, la Subida será siempre una fiesta especial.