El arte de marcharse

Antonio del Rey (EFE)
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Casado firma un pasaporte exprés hacia su futuro más incierto con un alegato de apenas dos minutos sobre los principios de la política y el gesto de quitarse la mascarilla para dar la cara

Los representantes de la formación conservadora en la Cámara Baja aplauden al palentino en el Hemiciclo. - Foto: Eduardo Parra (Europa Press)

Los cuatro primeros minutos de la sesión de control celebrada ayer en el Congreso, coincidiendo con la conmemoración del 23-F, fueron toda una lección práctica de lo dura y efímera que puede ser la vida política y de lo difícil que es saber marcharse. Algo que el por ahora líder del PP, Pablo Casado, expresó públicamente con gestos y palabras.

Entre los primeros, fueron dos los más significativos de su despedida, ante la Cámara y, sobre todo, ante un grupo parlamentario que salvo muy contadas excepciones ha contribuido a acabar abruptamente con su liderazgo al frente del principal partido de la oposición.

Uno, retirarse la mascarilla para recibir los aplausos con los que los diputados del PP adornaron el pasaporte exprés a su incierto futuro. Así, a cara descubierta y tras darse la vuelta en su escaño, pudo mirar de frente a los miembros del grupo popular, la mayoría puestos en pie.

El segundo, renunciar a su réplica en la pregunta que formuló al jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, en esta ocasión más una declaración de principios y un lamento contenido, para a renglón seguido dejar el escaño, bajar los peldaños de la escalera, mirar fugazmente al presidente y salir por la puerta izquierda del Hemiciclo.

Tras él marcharon, como en las tragedias griegas, un reducido grupo de fieles, en el día más amargo de su carrera política: Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol.

 

El adiós de Rajoy

A muchos les pudo venir a la memoria otra despedida sucedida hace más de tres años, la de su antecesor al frente del PP, Mariano Rajoy, tras perder la moción de censura que llevó a Sánchez hasta La Moncloa.

Rajoy, cartera en mano, la otra levantada para saludar, media sonrisa en el rostro, se marchó ovacionado por los suyos, porque quienes le habían echado estaban en la bancada de enfrente.

En esta ocasión, 23-F de 2022, son los de su propio partido quienes mandan a casa a su líder. El resultado es el mismo: un elocuente escaño vacío cuya poderosa imagen permaneció, como una voz silenciosa, acompañando toda la sesión de control.

Apenas un minuto y medio necesitó Rajoy para despedirse el 1 de junio de 2018; Casado usó dos para pronunciar sus últimas palabras, en un ambiente enrarecido por las circunstancias. Un tiempo en el que recordó los 41 años transcurridos desde el golpe de Estado para elogiar una democracia construida con «coraje», pero sobre todo para evocar la trayectoria del partido que ahora le expulsa de su liderazgo.

Mientras hablaba, tras él, la mirada enmascarada de su vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, era casi de dolor.

Con serenidad, leyendo sus notas, se dirigió al secretario general del PSOE para declarar que él entiende la política «desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros» y concluir: «Todo para servir a España y a la causa de la libertad, porque ese es el futuro que merecen nuestros hijos y que debemos construir todos juntos».

Juntos aplaudieron entonces los diputados de su grupo, casi ceremonialmente, como si todo respondiera a un guion, algunos con más fuerza que otros, hasta que se fueron levantando poco a poco, extendiendo la ovación de modo que Casado se dio la vuelta, se puso también en pie y se quitó la mascarilla para saludar.

Las primeras palabras de Sánchez fueron para desearle «en lo personal, lo mejor» desde «la diferencia y discrepancia política», pero el presidente quiso dar fuste a su intervención al proclamar solemnemente que no adelantará las elecciones generales pase lo que pase.

Y ni siquiera en este último cara a cara con Casado ahorró críticas a la oposición, y de hecho la acusó de haberse instalado «en la descalificación constante negando hasta incluso un principio democrático esencial como es la propia legitimidad de este Gobierno emanado de la voluntad popular».