El 'mini' que va a más

Sergio Arribas
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Trabajar sin descanso durante la pandemia tiene recompensa. Lejos de amilanarse por la incertidumbre y el clima de depresión económica, Walter y Leticia expanden su negocio, el 'Mini-Market Latino', en otro local mucho más amplio

El 'mini' que va a más - Foto: Rosa Blanco

El recuerdo alude a los días más duros del confinamiento. A las ocho en punto, Walter de Grande y su esposa Leticia Herrera salían a la puerta de su pequeña tienda de comestibles para sumarse a los aplausos de agradecimiento que brotaban desde los balcones y que los vecinos dedicaban a quienes combatían en primera línea la pandemia. «Sentíamos que aquellos aplausos eran también para nosotros», confiesa Leticia con tono humilde y un leve acento mexicano que delata su origen, como el uso de verbos como ‘platicar’.

Leticia, de 35 años, hace referencia a los días en los que, junto a su marido, de origen hondureño, mantuvo su pequeña tienda de alimentación, en Vía Roma, en el barrio de San Lorenzo, abierta mañana y tarde, los siete días de la semana; un tiempo en el que Walter trabajaba también sin descanso en el reparto de productos a domicilio. «Hubo familias en las que ninguno podía salir a la calle a comprar o estaban infectadas por el virus y mi esposo les llevaba la comida o productos a sus casas. Eso la gente lo ha agradecido mucho», comenta Leticia. 

El marido «no paró en ningún momento» durante el estado de alarma, llevando también comestibles a núcleos como La Lastrilla, San Cristóbal o Trescasas o incluso a Aranda de Duero (Burgos) y a la misma capital burgalesa, en este caso a las tiendas a las que distribuía ‘productos latinos’, como harinas, bebidas o frutas tropicales. «Como vendíamos el pan, la gente se llevaba 8 ó 10 barras para la semana. Nosotros nunca dejamos de abrir el negocio. ¡Si no abrieran ustedes no sé que haríamos!, nos decían», recuerda Leticia, en el nuevo local de su ‘Mini-Market Latino’, abierto hace tres semanas, a escasos metros del que hasta hace muy poco era su tienda.

«Aquel era la mitad que ésto. Nos hemos mudado, ampliado el negocio y nuestros vecinos no dejan de felicitarnos por habernos cambiado y de decirnos ¡echénle ganas!», comenta la mujer, que no escapa al hecho de que expandir un negocio, aunque sea humilde, supone un caso raro o excepcional dentro de un contexto de incertidumbre en el que el coronavirus ha tenido un fuerte impacto en la depresión de la economía. No solo es un local más amplio. Ahora el matrimonio ya tiene una empleada o ayudante, como dice Leticia, pues «aquí sola no puedo, tengo un área de verdura, pan y luego hay productos que quizá no son fáciles de encontrar y no puedes quedarte en la caja», comenta.

Leticia sigue usando la palabra ‘tienda’ aunque quizá el término más ajustado sería el de pequeño supermercado, con todo tipo de productos de diferentes marcas, panadería, verdura y fruta, con un apartado especial para aquellos de procedencia latina, con harinas, zumos o bebidas de México, Honduras, Brasil o Colombia.

La decisión de mudarse a un local más grande persigue dar más comodidad a sus clientes. «En el otro local ya estábamos muy apretados. Traíamos cajas de frutas y no sabíamos donde ponerlas. La gente estaba un poco incómoda, tenía que esperar en la calle. Ahora puede haber cuatro clientes al mismo tiempo manteniendo perfectamente la distancia de seguridad», afirma Leticia, que, según dice, no para de recibir felicitaciones de los vecinos de San Lorenzo, un barrio en el que matrimonio y sus dos hijos se sienten perfectamente integrados y donde mantienen numerosas amistades.

en busca del sueño. Leticia y Walter se conocieron en Honduras y hace casi cinco años emigraron a España. «Estuvimos 7 ú 8 meses trabajando, batallando, buscando la manera de montar el negocio y lo conseguimos gracias a un préstamo del banco. Hemos estado como tres años en el otro local hasta que nos hemos venido a éste» comenta la mujer, que insiste en que en San Lorenzo «nos han aceptado muy bien. Para nosotros este barrio y su gente son muy especiales. Nos han acogido y nos han brindado la oportunidad de emprender». 

«Aquí hemos venido con un sueño, el de poder salir adelante. Uno emigra a otros países no por el hecho de venir a pasear sino por tener una oportunidad. En nuestros países no es fácil, es peligroso, hay violencia.. uno llega a sentirse inseguro en su propio país, pero aquí en España es muy tranquilo, puedes pasear a la una o dos de la mañana y no ocurre nada».

En cuanto al futuro, Leticia no esconde que su pálpito es optimista, pese a que no muy lejos, en el Sotillo, operan grandes hipermercados como Mercadona, Lidl, Día, Aldi o Lupa. «Ellos no te abren un domingo o festivo. Aquí estamos todo el día, además de que intentamos que el trato sea cercano. A nosotros no nos afecta. Tenemos una clientela muy fiel, que siempre nos apoya», añade Leticia, que duda sobre si sus hijos, Bryan y Kimber, de 16 y 13 años, acepten tomar las riendas del negocio en el futuro. «El chico dice que no le gusta la tienda, que quiere hacer otras cosas.. Claro, nos ve tan esclavizados… Yo quiero que ellos sigan con sus estudios. No les obligaré a estar aquí. Solo espero que nos vaya bien».