El 'jogo' más difícil de Gilmar

Nacho Sáez
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Sus amigos han lanzado una campaña de recogida de fondos para ayudar a este brasileño afincado en Segovia durante 12 años, que el pasado 16 de diciembre sufrió un ictus que ha paralizado la parte derecha de su cuerpo.

Gilmar Supriano Da Silva y su hijo León, antes de sufrir el ictus. - Foto: DS

Antes de que las franquicias se adueñaran de la Calle Real, esta vía comercial neurálgica de Segovia estaba llena de nombres y apellidos propios reconocibles para varias generaciones. Arana, Briz, Ruiz, Germán Elías, Quintanilla, Cervantes, Adela… La mayoría han desaparecido del paisaje y solo algunos perviven, pero todos comparten un pasado de esplendor para el comercio local y una identidad común en la que todavía hubo tiempo –previamente a que las grandes superficies tomaran el control– para que se hiciera un hueco un brasileño con rastas de eterna sonrisa. 

Gilmar Supriano Da Silva forma parte del imaginario colectivo de la Calle Real gracias a la huella imborrable que dejó en los 12 años que estuvo en Segovia. Siempre al pie de las tiendas de recuerdos de Adela, junto a la antigua Biblioteca Pública –actual Casa de la Lectura–, conquistó el corazón de quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo. Por eso no extraña que sus amigos hayan conseguido más de 10.000 euros en solo unos días en la campaña de recogida de fondos que han abierto en el portal Gofundme para ayudar a Gilmar en este difícil momento que atraviesa.

El pasado 16 de diciembre, durante una de las clases de capoeira que imparte en Ibiza, donde a sus 48 años vive actualmente, se encontró indispuesto y le tuvieron que llevar al hospital. Allí le diagnosticaron un infarto cerebral que se volvió a repetir a lo largo de los días siguientes y que le dejó paralizado el lado derecho del cuerpo y sin habla. «Ha despertado la pierna derecha y va dando algún pasito y haciendo algún ejercicio de fuerza, pero todavía muy lentamente. La mano todavía no le responde y el habla se le va entendiendo mejor pero a veces se equivoca un poco con las palabras», cuenta un mes después Mai Molera, su expareja y madre de su único hijo, León, de tres años.

Gilmar permanece ingresado en Palma de Mallorca, donde no tiene familia ni amigos pero donde no ha dejado de estar acompañado gracias al esfuerzo de quienes más le quieren. Incluida Mai y también Ronny Vasques, responsable de que un día decidiera decidiera cruzar el charco para instalarse en España. Este percusionista brasileño afincado en Segovia le contó que había encontrado una oferta de trabajo como profesor de capoeira y se plantó a los pies del Acueducto.

En poco tiempo se convirtió en un segoviano más. «Me acuerdo que la primera vez que fui a verle a Segovia que no podía caminar por la calle. Le paraban de todos los lados, salían las dependientas de las tiendas, la Policía, los viejecitos… Todo el mundo. A veces yo no quería salir a la calle porque no podíamos avanzar. Nos podíamos tirar toda la mañana para ir de una punta a otra de la Calle Real», explica Mai. Empezaron una relación y en febrero de 2017 se marcharon a vivir a Granada y posteriormente a Ibiza al quedarse embarazada.

Llegar a la isla pitiusa supuso para Gilmar reencontrarse con Brasil. De nuevo cerca de la playa y del mar, se enamoró de este lugar hasta el punto de que no se plantea abandonarlo a pesar de que le han ofrecido casa para recuperarse con tranquilidad en Segovia. «Estaba claro que le iba a encantar. Fuimos a la zona norte, que es más hippie, y encontró el movimiento de la capoeira –había empezado a dar clases a niños–, gente ayudándose unos entre otros, la música, la alegría… Cala Nova es como su casa, donde más está. Ahora se había mudado», continúa su expareja.

Ese proyecto de vida se ha visto trastocado por el ictus, que le obligará a ingresar en un centro de rehabilitación. Tiempo que abre un periodo de incertidumbre para él a la hora de hacerse cargo de la manutención de su hijo que le corresponde, del alquiler de su casa y de los gastos extra que genere su recuperación. «Tiene media hora de fisio, media hora de logopeda… Para una persona que tiene paralizado el lado derecho es poco y querríamos contratar más apoyo. Necesitará tiempo para trabajar», señala Mai, quien pone el acento también en que «no se sienta solo demasiado tiempo y tenga quien, con amor, pueda reforzar el trabajo de logopedia y rehabilitación que está realizando en el hospital».

Los mensajes de apoyo y las donaciones desde Segovia han sido innumerables. «Gilmar siempre estará enamorado de las cosas simples», han escrito los organizadores de la recogida de fondos. «Es incapaz de estar triste por mucho tiempo. Su sonrisa le precede, su gran sonrisa feliz, por la que es famoso. ‘Yo siempre estoy feliz’, suele decir. Está eternamente agradecido por su vida y por la cosa que más quiere en la vida, su hijo León. Así es Gilmar. Un niño grande, enamorado de la vida, de sus hermanos y de su familia, siempre listo a ponerse de lado y ayudar a los demás, siempre. Ahora es Gilmar el que necesita nuestra ayuda», concluyen. Afronta su ‘jogo’ –así se llaman los juegos de la capoeira– más difícil para recuperarse del ictus.