Cuando España giró a la derecha

Javier M. Faya (SPC)
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La victoria del PP de Aznar sobre el socialismo de González en las elecciones del 3 de marzo de 1996, pese a ser casi pírrica, sentó las bases para una España hastiada de 14 años de Ejecutivos socialistas

Cuando España giró a la derecha

Todo el mundo daba por hecho que el PP iba a vencer en las generales. Y, además, lo iba a hacer bien, con contundencia. Pero no fueron exactamente así las cosas en la noche electoral del 3 de marzo de 1996, de la que el próximo miércoles se cumplen 25 años. No había, ni mucho menos, lugar para la euforia en los pasillos de Génova 13, la todavía sede de los populares. 

La victoria se podía considerar poco menos que pírrica -156 escaños por 141- y las caprichosas urnas -no eran tan endemoniadas como las de los últimos tiempos, eso sí- parecían abocar a España a una situación de ingobernabilidad que podría derivar en unos nuevos comicios a la vuelta del verano para una VI Legislatura fallida. 

En palabras del exvicepresidente Alfonso Guerra, «Nunca una derrota fue tan dulce, ni una victoria tan amarga». Y tenía razón porque fue una sorpresa el estrecho margen por el que se impusieron los conservadores a los socialistas. 

El primer triunfo electoral de los dos que consiguió Aznar se produjo tras 14 años de gobiernos de Felipe González (todo un récord, seguido del presidente de FAES con ocho), que también compitió contra el candidato conservador en aquellos comicios. 

En número de asientos el triunfo del madrileño fue escaso, ya que no consiguió la mayoría absoluta, que se sitúa en 176 escaños, y tuvo que pactar con PNV, CiU y Coalición Canaria para ser investido presidente del Ejecutivo. 

La diferencia con el PSOE tampoco fue elevada: los 15 diputados que el PP sacó a los socialistas son la cifra más escasa desde las primeras elecciones tras la vuelta de la democracia, y se repitió en 2008, cuando el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero obtuvo 169 diputados por 154 de la candidatura liderada por Mariano Rajoy.

De hecho, la horquilla de entre 120 y 128 escaños con los que, según pronosticaba el CIS, Génova ganaría las elecciones, no alcanzaba ni siquiera el número de diputados que ha conseguido la segunda fuerza en cuatro de las 11 elecciones generales celebradas desde 1977. El dato es curioso. En 1993, los conservadores consiguieron 141 diputados, el mismo número que obtuvo Ferraz en 1996. 

Los comicios de 2004 y 2008 volvieron a dejar al PP en la oposición, pero con 148 y 154 escaños, respectivamente. Y, si se toma como referencia la estimación más pesimista del CIS, el segundo partido también habría sacado más actas de las que la encuesta auguró para el PP en 1979 (el PSOE obtuvo 121 sillones) y 2000 (125 escaños para los socialistas).

Las semanas siguientes al histórico triunfo popular fueron monopolizadas por las negociaciones. Se daba por hecho que Aznar regaría con millones de pesetas (el euro entró en enero de 2002) a catalanes, canarios y vascos, pero Jordi Pujol y Xabier Arzalluz querían más. Mucho más. 

Por de pronto, el exMolt Honorable pidió la cabeza del líder del PP en Cataluña, Alejo Vidal-Quadras, un auténtico azote de los nacionalistas, que veían cómo la ristra de escándalos iba apareciendo tímidamente. Deseo concedido. La mosca de Pujol se iba al exilio del Senado y luego de Bruselas y fin del problema. El físico no lo llevó nada bien y se dio de baja en 2014 para unirse a Vox, argumentando la falta de democracia interna en el PP y su desacuerdo con las políticas del Gobierno de Mariano Rajoy en relación con el final de ETA, el independentismo catalán, la política impositiva y la falta de separación de poderes.

Aparte de la purga del político conservador (abandonó Cataluña en septiembre de 1996), Pujol quería una mayor descentralización, controlando por ejemplo la cartera de Educación. Aquello fue una inversión de futuro porque supuso la inmersión lingüística, marginando al castellano, y creando un alejamiento en los libros de texto de España que a a menudo confluyó en aversión. Fue el llamado adoctrinamiento. 

También puso otra condición Pujol: meter en el Consejo de Ministros a alguien de su cuerda. El elegido fue Josep Piqué y se encargó de Industria. 

El caso de Eduardo Serra, titular de Defensa, es muy peculiar. No era de la confianza de Aznar. Nunca lo fue, y su cercanía con el PSOE, donde fue un alto cargo, suscitaba desconfianza, pero lo cierto es que se subió al barco. 

Aparte de los citados se encontraban junto a Aznar en la cúpula el vicepresidente primero y ministro de la Presidencia Francisco Álvarez-Cascos Fernández. Como vicepresidente segundo y titular de Economía y Hacienda Rodrigo de Rato (que fue la primera opción del madrileño para sucederle). Ellos formaban el núcleo duro del emergente Ejecutivo.

En Asuntos Exteriores figuraba Abel Matutes (el empresario mallorquín fue siempre un gran apoyo económico del PP), en Justicia Margarita Mariscal de Gante, en Interior Jaime Mayor Oreja (su labor contra ETA fue encomiable), en Fomento Rafael Arias-Salgado, en Educación y Cultura Esperanza Aguirre, en Trabajo y Asuntos Sociales Javier Arenas, en Agricultura, Pesca y Alimentación Loyola de Palacio (ya fallecida), en  Administraciones Públicas Mariano Rajoy, en Sanidad y Consumo José Manuel Romay Beccaría y en Medio Ambiente Isabel Tocino (la favorita de Manuel Fraga durante años, que había pensado en ella para dirigir el partido). 

Recuperación económica

También hay que tener en cuenta otro dato importante. En la salida de Felipe González de La Moncloa, España estaba iniciando una recuperación económica, aunque los datos de paro e inflación eran preocupantes. El traspaso de poderes hacia José María Aznar, que tuvo que usar la tijera (no tanto como Rajoy en 2011), aunque apostó por las privatizaciones, se realizó de forma modélica.

En definitiva, lo que parecía que iba a ser una legislatura muy corta abocada al fracaso por un triunfo en las urnas insuficiente, acabó siendo un primer mandato en el que las negociaciones estuvieron a la orden del día. De hecho, Aznar obtuvo una recompensa cuatro años después: una mayoría absoluta que condenó al PSOE a una larga travesía por el desierto. No obstante, el que fuera líder del PP entre 1990 y 2004 perdió su capacidad de diálogo (ya no lo necesitaba) y dejó una pésima herencia (guerra de Irak) para su sucesor.