Cultivos: estabilidad y nuevas tendencias

Vidal Maté
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Sequía, costes y mercados congelan las siembras en herbáceos, crecen los industriales y bajan las hortalizas. En leñosos, continuidad en viñedo y olivar, y destaca la fiebre por el almendro y el pistacho

Cultivos: estabilidad y nuevas tendencias - Foto: Jonathan Tajes

La estabilidad en las tierras cultivo, con solo un ligero descenso en las superficies dedicadas a las producciones de herbáceos y un discreto incremento en las dedicadas a los cultivos leñosos, constituyen las notas más destacables de los resultados de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de los Cultivos (ESYRCE), elaborada por el Ministerio de Agricultura durante 2022.

Frente a lo que sucedía en el pasado, cuando algunas producciones importantes como el girasol registraban de un año para otro grandes oscilaciones en función de los cambios en las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), la actual situación de cierta estabilidad de la PAC también se ha trasladado al desarrollo de la actividad agrícola. Más allá de las ayudas comunitarias, las decisiones sobre la sementera del año o de la apuesta por los cultivos leñosos como cítricos, olivar o viñedo, están claramente marcadas simplemente por el comportamiento de los mercados y las previsiones a futuro por los costes de producción y, concretamente en el último año, cuando se ha realizado la encuesta, por la sequía, la falta de agua embalsada y sus efectos sobre la actividad agrícola.

En conjunto, entre 2021 y 2022 la utilización de la tierra para usos agrarios ha registrado en cifras globales solo ligeras variaciones. Se han registrado entre 11,3 y 11,5 millones de hectáreas de superficie dedicada a tierras arables, más otros 5,3 millones a cultivos leñosos (en total, 16,8 millones de hectáreas destinadas al cultivo), 8,4 millones de superficies a pastos, 19,4 millones a superficies forestales y otros 5,8 millones aparecen en la categoría «otras superficies», hasta sumar un total de 50,59 millones de hectáreas. En conjunto la extensión de tierra de cultivo sigue su lento descenso, con un ajuste del 1,07% desde 2018. Globalmente se muestra un leve aumento en leñosos, prados y pastos, en detrimento de las tierras arables, que sufren un ligero descenso. Las áreas dedicadas a los cultivos herbáceos en su conjunto, según los datos manejados en la encuesta pero cuyas cifras no tienen el valor de la estadística, registrarían un descenso del 0,41% hasta quedarse en 8,64 millones de hectáreas.

En un análisis de las diferentes producciones del grupo de los herbáceos, el conjunto de los cereales registraba un descenso del 3,6%, fundamentalmente por el ajuste en la superficie de cebada, arroz y maíz. La extensión de trigo duro habría aumentado un 13,4% por el crecimiento de la demanda; como también lo habría hecho, aunque en menor medida, el trigo blando, con un incremento del 1,9%. Mientras, en la parte opuesta, la cebada caía más del 5% en el caso de la de dos carreras y el 23,7% en la de seis carreras; descenso que afectaría también a la avena, con casi un 11%, y al centeno, con el 14%. En el caso del arroz, con la sequía de por medido caía el 30% y casi un 15% el maíz por igual motivo. En dos extremos se hallan, por un lado, el sorgo, con un aumento de las siembras de casi el 100% hasta las 6.000 hectáreas por el impulso de los precios de los piensos; y en el otro la quinoa, que caía, a pesar de su consideración como un cultivo alternativo, en un 70% hasta poco más de 2.000 hectáreas.

Frente a lo sucedido con el cereal, hay una cierta recuperación de las siembras de las leguminosas, con un incremento global del 4% en extensión, aunque la evolución va por barrios. Crecen las siembras de lentejas casi un 20% para hacer frente a las importaciones, pero siguen cayendo las de garbanzos, en un 4,4% en este caso, por las elevadas entradas desde el exterior, muy especialmente de México o Turquía. En la parte positiva se halla el aumento en el cultivo de judías secas y, sobre todo, en la recuperación de áreas con cultivos destinados a la elaboración de piensos como yeros y vezas, que parecían olvidados, mientras se hunde la superficie de altramuces o de algarrobas.

Los industriales suben.

Los considerados como cultivos industriales son los que registraban el mayor incremento en porcentaje de la superficie con un aumento medio del 22% a pesar de una caída generalizada de las producciones. En este contexto, frente a una superficie total de este grupo de 1,12 millones de hectáreas, el girasol registra un incremento del 32% hasta las 855.000 hectáreas, al que sigue una recuperación de la colza con un aumento del 30% hasta las 114.000 hectáreas. En la parte negativa se halla la continuidad en el descenso de las siembras de remolacha azucarera en un 22% -por la falta de agua y las dificultades en esa situación para competir con las producciones de otros países comunitarios-, el tabaco y el tomate para usos industriales, cuya bajada supera el 40%. En este comportamiento negativo juegan un papel clave una vez más la sequía del último año y las dificultades para el riego.

Las plantas forrajeras se han visto igualmente afectadas por la falta de agua, lo que se ha traducido en un recorte de las superficies totales de un 0,9%; pero donde destaca la alfalfa con una caída del 11% a pesar de sus buenos precios para el mercado interior y para la exportación. Igualmente se ha registrado un ligero ajuste en las extensiones de praderas.

Las hortalizas y las flores es otro de los grupos de cultivos en el que se registra una reducción de las tierras de cultivo, que en este caso llega casi al 9%; una parte importante de la culpa la tienen las importaciones desde terceros países, muy especialmente desde Marruecos, y de otros estados comunitarios como Holanda en tomate y la patata francesa. Hay fuertes ajustes en el tomate, en el pimiento, la cebolla o la sandía, en este caso con un descenso del 34% como consecuencia de las entradas desde Marruecos, que se han multiplicado por diez. Se puede decir que solo crecen las superficies destinadas a fresa y fresón con una fuerte presencia de los invernaderos.

Finalmente, en el conjunto de las tierras destinadas a cultivos herbáceos, cabe señalar el incremento en las superficies de barbecho en un 2%, tanto en secanos como en los regadíos.

En lo que se refiere a los cultivos leñosos, frutales, vid u olivar, con más de cinco millones de hectáreas, en conjunto la encuesta habla de estabilidad con un crecimiento de la superficie del 0,27%. Sin embargo, se puede decir que hay dos mundos. Uno con superficies casi estabilizadas o con ligeros ajustes como el viñedo -con un descenso del 1%-, el olivar o los cítricos. El olivar se mantiene a la baja con 2,7 millones de hectáreas; la pérdida de olivares viejos se compensa con nuevas plantaciones intensivas. En viñedo se mantiene en las 950.000 hectáreas, igualmente con una mínima reducción de plantaciones viejas que se compensa con otras nuevas de mayor rendimiento, tanto en uva de mesa como en uva para su transformación. En la parte contraria hay que señalar la creciente fiebre por las nuevas plantaciones de frutos secos, entre las que destacan las superficies destinadas a la producción de almendra, de pistacho y, en menor medida, de nueces.