Las tres heridas de la escritora

A.M.
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Violeta Gil Casado (Hoyuelos, 1983), una de las dramaturgas más destacadas de la escena contemporánea, alcanza la tercera edición de un libro autobiográfico que ahonda en las relaciones intergeneracionales y en la reciente historia de España

La escritora y dramaturga segoviana Violeta Gil - Foto: Pablo Ottonello

A Violeta Gil Casado (Hoyuelos. Segovia, 1983),  escritora, filóloga, traductora y una de las de dramaturgas más destacadas de la escena contemporánea, ha cuadrado sus sentimientos y el alma de su último libro en el poema en el que Miguel Hernández lleva tres heridas: «La del amor,/la de la muerte,/la de la vida», que elevarían a los escenarios cantautores como Joan Baez a Joan Manuel Serrart. 

Mientras descansa en Lieja (Bélgica), entre función y función de su compañía 'Tristura', que fundó, dirige y para la que escribe, habla con este periódico sobre su último libro –primera novela precedida del poemario 'Antes de que tiréis mis cosas' (Arrebato Libros, 2019)–, lanzado en octubre: 'Llego con tres heridas' (Caballo de Troya, 2022), en edición de Jonás Trueba, que parte de una gran necesidad de comprensión de su historia familiar, pero también de la historia de España, entre la autobiografía y la ficción.

Quien también imparte talleres de teatro y escritura, nació en el Hospital General y residió hasta los 12 años en Hoyuelos, perteneciente a Santa María la Real de Nieva, donde sus padres ejercían la medicina, instalándose con su familia en la capital, hasta 2002, cuando salió a Madrid a cursar estudios universitarios y donde inició su carrera profesional. 

Mientras reconoce que cada una de las tres heridas son incurables, en algún sentido, aunque haya algunas más fáciles de llevar que otras, la autora del libro, que ha alcanzado ya la tercera edición, ahonda en las relaciones familiares intergeneracionales y la comunicación entre ellas: «Las cosas que se dicen, las que se callan y la imposibilidad de comprenderse, muchas veces, por el ritmo de la vida que imprimen velocidad en los cambios que resultan difícil es de entender a generaciones anteriores».

Para Violeta Gil, «las generaciones más jóvenes tienen una falta de referentes muy grande a la hora de comprender por qué se comportan sus familiares de un modo u otro, algo que para ellos les puede resultar sencillo para sus abuelos no tanto; mi deseo era hablar de ese problema comunicativo pero sin tener que decir que lo tenemos».

La escritora pone el ejemplo las conversaciones mantenidas con su abuelo a quien no le gustaba hablar de la memoria histórica posiblemente por no recuperar la tragedia del pasado, lo que ella, nacida después del franquismo, no terminaba de entender al considerarlo como algo fundamental que todo país debe hacer para ser capaz de seguir adelante, poner paz donde no la ha habido y resarcir a quien ha sufrido. Pero es que en esas conversaciones también percibía que para su historia familiar, ya no estatal, también era muy difícil hacer ese ejercicio: «Comprendo que no quisiera, eso no me hace cambiar de opinión pero sí comprender mejor su rechazo [a recuperar la memoria]. La primera de las heridas le llegó a la escritora con el suicidio de su padre –y los silencios–, cuando contaba con dos meses. Precisamente la ficción se centra, en la última parte, en una conversación entre la protagonista y su progenitor.  

Para Violeta Gil, Hoyuelos  es su pueblo, «sus personajes y su carácter es lo que me ha formado vital y sentimentalmente». Cuando le preguntan su origen explica que fue el plató natural donde se rodó una de las películas más destacadas del cine español del tardofranquismo, 'El espíritu de la colmena', de Víctor Erice, en 1973: «Es una película que he visto muchas veces, y también las otras obras de Erice, tanto 'El sur' como 'El sol del membrillo', son películas que me han interesado y me han inspirado mucho porque  Víctor pone el foco en algo de tu país que tú ya no has visto pero que percibes, también hay mucho silencio y muchas cosas que no se dicen,  una atmósfera que tiene algo de fantasmal de presencias de gente que ya no está y que no se sabe por qué, de cosas de las que no se puede hablar, son súper certeras a la hora de hablar de España». También considera importantes las primeras películas de Carlos Saura, reconociendo que el cine le ha influido mucho a la hora de escribrir «pues las imágenes también son muy evocadoras y te ayudan a pensar en palabras».

Con el deseo de que «España tuviera un respeto mayor por lo que significa contribuir al diálogo cultural de un país, aunque, contra viento y marea en España hay mucha riqueza en artes escénicas,  se toman muchos riesgos, se hacen trabajos muy interesantes, pero también en literatura es un país muy muy rico», la dramaturga pone de relieve la falta de apoyo suficiente por parte de las políticas culturales de las administraciones, «porque aunque a veces se diga que [la cultura] es importante no se ve luego en los presupuestos». En este sentido, le duele no haber podido actuar con su compañía en Castilla yLeón, cuando ha viajado por Europa o América: «Es terrible no trabajar en tu propia ciudad», subraya.