Adiós a las hogazas del pueblo

Sergio Arribas
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Antonio y Mari Cruz asisten apenados al desmontaje del horno de leña de su panadería, en Torreiglesias, que baja la persiana después de 56 años. Es un símbolo de la sangría del medio rural.

Mari Cruz, junto al mostrador en el que durante medio siglo despachó panes y bollería. - Foto: Rosa Blanco

Cuando el panadero Antonio López, de 81 años, escucha el pitido «se pone malito», comenta su esposa, Mari Cruz Gil. Es el toque de claxon que, desde apenas unos días, avisa a los vecinos de Torreiglesias de la llegada de la furgoneta que abastece de pan al pueblo. La compra de las barras en el vehículo itinerante, procedente de Turégano, se produce desde hace apenas un par de semanas, desde que Antonio y Mari Cruz cerrasen la panadería de Torreiglesias —el pasado 1 de octubre— y que ambos abrieron en la misma plaza del pueblo hace 56 años, nada más contraer matrimonio.

Antonio no se ha acostumbrado aún a comprar pan a pie de furgoneta; habituado durante décadas a levantarse a las tres y cuatro de la mañana para amasar y hornear a diario cientos de barras y hogazas para venderlas y repartirlas entre sus vecinos y los de media docena de localidades cercanas.

Con apenas 15 años, Antonio ya ayudaba a su padre en otra panadería, la que su progenitor abrió en 1923. Cuando se lanzó a su propia aventura empresarial conocía bien el oficio, como también su entonces joven esposa Mari Cruz, que durante una década había trabajado con la familia de panaderos en su primer establecimiento. Cuando pasaron por el altar, se trasladaron a vivir a una casita en el centro del pueblo donde, en su planta baja, abrieron en 1964 aquella flamante panaderia, la misma que ahora ha bajado la persiana y frente a la que ha aparcado la furgoneta que tanto le chirría a Antonio.

Aspecto del horno de leña de la panaderia, a medio desmantelar.Aspecto del horno de leña de la panaderia, a medio desmantelar. - Foto: Rosa Blanco

Torreiglesias tiene 245 censados, aunque la cifra resulta algo engañosa; al incluir los de otros dos municipios cercanos y agrupados en la década de los setenta del siglo pasado: Losana de Pirón (56 vecinos) y Otones de Benjumea (unos 50). La media de edad está en 71 años.

«¿Les importa que les haga una foto?», pregunta Rosa Blanco, reportera gráfica de El Día de Segovia. El objetivo de la cámara son los vecinos que hacen cola frente a la furgoneta armados con bolsas de plástico. «Venimos desde hace poco, desde que cerraron ellos», dice una mujer, mientras señala a su espalda la panadería de Mari Cruz y Antonio, donde un contenedor a la puerta da indicio de su desmantelamiento. «Es triste. Los pueblos cada vez vamos a menos», añade la mujer, mientras otro hombre, que acaba de apearse de un viejo tractor y también espera para comprar el pan suelta una frase lapidaria y cargada de sabiduría: «las cosas se aprecian cuando uno se queda sin ellas».

Mientras Antonio despacha con un operario de una empresa eléctrica, requerido para ajustar la potencia de la casa a su uso exclusivo como vivienda, Mari Cruz comienza a relatar su historia en el pequeño recinto donde ha pasado media vida, junto al horno a medio desmantelar, en el espacio donde la mujer despachaba barras, vienas, hogazas y panecillos, además de unos croissants y magdalenas famosos en la comarca. 

Ahora el plan llega a Torreiglesias en furgoneta desde Turégano.Ahora el plan llega a Torreiglesias en furgoneta desde Turégano. - Foto: Rosa Blanco

La mujer comenta que llevan desmantelando el horno casi dos semanas — «y los que les queda», avisa— mientras Antonio, con la mirada fija en lo que fue su principal herramienta de trabajo, añade: «entonces se alimentaba con leña y sacaba un pan especial».

El panadero recuerda el «trajín» de aquellas épocas en las que servía pan al Rancho de Torrecaballeros — «había fines de semana de hacerles 300 panetes, estábamos toda la noche cociendo»— o a La Portada; mientras que «asados teníamos todos los días», de corderos, pollos, cochinillos y conejos que les llevaban los vecinos. «Aquí cabían al pie de 60 tarteras», recuerda Antonio, mientras su mujer añade que las peticiones se multiplicaban en fiestas. «¡Menudas palizas nos hemos dado!», recuerda Mari Cruz.

Es entonces cuando la panadera explica el motivo del cierre. «Tengo 77 años y me he jubilado», comenta la mujer, que explica cómo el oficio no ha tenido relevo en sus hijos, Celia, farmacéutica en Madrid, y Pablo, agricultor y ganadero, artífice de convertir la primitiva panadería de su abuelo en una casa de turismo rural. «Pablo es muy trabajador y siempre nos ha ayudado» aunque «él ahora tiene otras muchas tareas, y el negocio no da para contratar a una persona», explica su madre.

El matrimonio, a las puertas de la panadería.El matrimonio, a las puertas de la panadería. - Foto: Rosa Blanco

Reparto a la Puerta. Desde sus orígenes el matrimonio tuvo claro que el éxito también radicaba en el reparto del pan a domicilio. Mari Cruz lo hacía en Losana de Pirón, Peñarrubias, Caballar y en el propio Torreiglesias. Pablo les ayudaba abasteciendo las tiendas de Lastras de Cuéllar, Aguilafuente, Turégano y Veganzones. «Ha sido una vida muy sacrificada —explica Antonio—, casi de esclavos, pero bien… no hay quejas. Cuando las cosas las haces con gusto y alegría compensa lo que haces».

Del reparto de los panaderos sabe bien Clara Gómez, uno de los 56 vecinos de Losana de Pirón, núcleo agregado de Torreiglesias. Cuenta que en Losana todos los vecinos dejaban colgada en la puerta una bolsa de tela o plástico. «Antonio sabía qué pan queríamos cada vecinos. Iba y lo dejaba en las bolsas. No tenía que preguntar. Luego a los 15 ó 20 días veníamos a Torreiglesias a pagarle. Y si en verano necesitábamos más pan, él era tan diligente que volvía a traérnoslo», comenta Clara, que precisa cómo tras el cierre algunos pueblos de la comarca se han quedado desabastecidos porque «lo traen desde Turégano a Torreiglesias», pero no a los pequeños núcleos de alrededor.

Losana de Pirón tributó su particular homenaje al matrimonio, que recibió una placa, unas  flores y una botella de vino. Lo recuerda Mari Cruz, como también que el día del cierre en  Torreiglesias les dedicaron un emocionado aplauso a las puertas de una panadería que ya es historia.

«Echamos la persiana a toda una época». Amiga de la familia de panaderos, Clara Gómez, portavoz socialista en el ayuntamiento de Torreiglesias, considera que con la jubilación de Mari Cruz y Antonio «no solo se apaga un horno y se cierra una tienda, sino que también se apaga un modo de vida de nuestros pueblos». «Nuestro medio rural continúa languideciendo y con cada pequeño comercio familiar que cierra se nos va algo de nosotros», comenta Clara, que considera que cierres como el de la panadería de Torreiglesias supone «echar la persiana a una época y una generación, que lo han pasado como lo han pasado». En este sentido, considera que todas las administraciones deberían hacer esfuerzos para hacer frente al reto demográfico y que se impulsen ayudas que permitan a los jóvenes implantarse en los pueblos. «Me molesta cuando hablan de la ‘España vaciada’, porque aquí vivimos personas, ciertamente, menos de las que nos gustaría, pero es que no hacen nada para revertir la situación».

«Ahora comemos la mitad de pan». ¿Cómo era el pan que despachaban Antonio y Mari Cruz en Torreiglesias? La panadera hace gala de la calidad del producto que mimó durante décadas. «La gente se llevaba hogazas de un kilo y les duraba hasta cuatro días. Otros se llevaban hasta 7 ú 8 barras y cuando las descongelaban es que no se les caía la corteza, daba gusto», comenta Mari Cruz, que confiesa que «ahora comemos la mitad de pan de lo que comíamos antes. La gente estaba acostumbrada al nuestro y nos comenta la diferencia», afirma la panadera, que confiesa que desde el cierre «lo he pasado mal» porque «me entra un poco de aburrimiento ahora por no poder bajar, despachar el pan y hablar con los vecinos, que muchos, sobre todo en invierno, aprovechaban para quedarse un ratito a conversar al calor del horno».