Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Salarios y empleos

14/06/2021

Se hizo público hace unos días un informe del Banco de España que ha venido a actualizar una polémica muy tradicional. En el informe se analizaba el impacto que hubiera podido tener la subida del salario mínimo interprofesional (el conocido SMI), acordada en 2019, sobre el empleo, y los resultados del análisis no son todo lo positivos que sería deseable. Ese año, la subida del SMI fue del 22%; era la mayor subida porcentual, de una sola vez, que se conocía, y se recordará bien porque entonces y después fue objeto de múltiples referencias, tanto por el Gobierno que ponía en valor la decisión, como por sectores económicos que pronosticaban algunos efectos negativos de una subida tan elevada, a la que consideraban excesiva, porque entendían que no todas las empresas estarían en condiciones de asumirla y de mantenerla, y tarde o temprano tendría efectos en el empleo.

Lo que ahora ha venido a concluir el Banco de España, a cuyos servicios de estudios y diagnóstico debe concederse cierta credibilidad, aunque no sean poseedores del dogma de fe, es que aquella subida, una vez que se ha podido analizar con suficiente rigor su efecto, ha podido tener impacto negativo sobre el empleo. El estudio lo cifra, incluso, en unos 100.000 empleos, que se habrían destruido por la razón indicada. Obviamente, de ser cierta tal conclusión, no podría dejar de reconocer otros efectos positivos bien evidentes: la mejora del nivel de vida de quienes perciben ese salario y de sus familias, el aumento de la capacidad de consumo que habrá podido ayudar a la actividad económica en tiempos tan complicados como los que pasamos, etc.

El problema es el otro: el empleo se crea y se sostiene principalmente en el sector empresarial privado; y es explicable que si una empresa tiene dificultades para asumir una masa retributiva que se ve elevada de una sola vez en un alto porcentaje, probablemente no tenga margen para aumentar el empleo tanto como hubiera podido hacerlo, y acaso tampoco lo tenga para mantener el empleo que tiene. Si esto fuera así, la pregunta está servida: que el salario mínimo vaya creciendo es totalmente deseable; que el crecimiento sea proporcional y progresivo, si eso resulta más asumible y, de paso, evita o minimiza otros efectos negativos. Para pensarlo.