No, no pretendo hablar de la larga resaca del Mundial de Qatar, en la que he echado de menos algún gesto de repulsa por la condena a muerte del jugador iraní Amir Nasr- Azadani por su defensa pública de los derechos de las mujeres en su país. Tampoco es mi propósito hacerlo sobre la sedición, la malversación, la pugna por el control del poder judicial y, en general, acerca de todos los aditivos que mueven la convulsa agenda política española. ¡Qué va! Hoy, entiéndanme, quiero compartir con ustedes esas cosas que parece no importar a casi nadie. Una de ellas, y en los prolegómenos de la Navidad, es la soledad y la pobreza que sufren multitud de personas en nuestro entorno más cercano. No es necesario viajar a miles de kilómetros para ser testigos de esta dura realidad, porque cada vez nos toca más de cerca.

De hecho, se estima que hay en España en torno a 13 millones de personas en riesgo de pobreza y que la soledad no deseada llega a cerca de 5 millones. Según el INE, el riesgo de pobreza afecta a más de 1 de cada 4 personas y, especialmente, apunta a hogares monoparentales encabezados por mujeres. La soledad no deseada es una cuestión de género y clase social que perpetua discriminaciones, ya que, generalmente, son las mujeres mayores con menos recursos las que tienen sentimientos más intensos de soledad emocional. No solo la física sino la soledad emocional vinculada a los sentimientos de incomprensión, tristeza e inseguridad también hace que el ser humano se sienta desamparado e indefenso cuando percibe que las personas de su alrededor no comparten sus valores y preferencias. Todos hemos experimentado en algún momento el sentimiento de soledad. El ser humano es social por naturaleza, lo cual significa que necesita el contacto y la relación con otras personas. Soledad y pobreza, una asignatura pendiente a la que no se le presta la debida atención y que, paradójicamente, es el pan de cada día de muchos convecinos, a quienes las glorias de Messi o las disputas de nuestra dirigencia política les pillan en medio de la desolación y la penuria.