Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El proceso Paradine

11/11/2022

Mucho me temo que el análisis sincero y la verdad descarnada, son conceptos demasiado duros de encajar en las democracias modernas. Los filósofos griegos ya advertían de ese peligro provocado por los populistas y demagogos; en la historia ha habido mucha gente dispuesta a escuchar las recetas equivocadas, aunque a corto plazo menos dolorosas.

Las democracias occidentales llevan décadas defendiendo la imprudencia presupuestaria, la cual permite permanentes déficits públicos y aumentar la deuda pública. En todos los países, el peso del sector público no hace más que crecer y las transferencias de capital a los sectores no productivos explica gran parte de esos desequilibrios. En todos los estados prósperos el gasto se va en pensiones, sanidad y pago de deuda; mientras que en ámbitos más reducidos, regiones o ciudades, es muy común que el gasto corriente supere con comodidad el 50% de los ingresos.

Ante esta foto, es indudable que el Estado es incapaz de dedicar recursos a las áreas que solo él puede impulsar. La defensa, la política exterior, la justicia, la seguridad o las infraestructuras pasan a ser partidas menores en la acción pública. El resultado es que su declive es evidente y el prestigio de los gobernantes decae ante tamaña incompetencia.

El drama consiste en saber si los votantes son lo suficientemente responsables para enfrentarse a los nuevos retos. La clase política piensa que no están preparados y solo buscan ganar tiempo. En el fondo, los gobernantes confían en que la abrumadora realidad facilite los cambios.

Esta ilusión no es sostenible. La población activa va a reducirse antes de que los pensionistas pasen a mejor vida. Los ingresos fiscales se van a reducir con mayor rapidez que las obligaciones asumidas. El ataque a la generación de riqueza y sus creadores conseguirán hundir la inversión privada, motor vital de una sociedad próspera.

Lo expuesto no es inevitable, pero si bastante plausible. En la Historia, estas tensiones se han solucionado siempre de la misma manera, en acciones bélicas de resultado incierto. Cuando la vida está en peligro, tu casa en llamas y has perdido a seres queridos, las prioridades cambian de golpe. Esta reflexión nos debería advertir que las cosas tienden a complicarse. En Occidente hemos transferido la responsabilidad individual al Estado, buscando en él un refugio protector. Nunca se nos ha ocurrido pensar que se quede sin fondos. Intuyo que vamos a descubrir qué pasa cuando llegue.