Ceuta y Melilla, ante una nueva realidad

Agencias-SPC
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La reapertura de los pasos fronterizos entre España y Marruecos tras más de dos años cerrados supone el inicio de una etapa de normalización que pone el foco en la reactivación del empleo, el turismo y los reencuentros familiares

Las Ciudades Autónomas se enfrentan ahora a un cambio en la actividad económica de sus territorios tras un parón de 26 meses por el cierre de aduanas en el que muchas cosas cambiaron. - Foto: EFE

Junto al recién reabierto paso del Tarajal, entre Ceuta y la localidad marroquí de Castillejos, decenas de taxis aguardan ya para realizar sus servicios. Pero, a diferencia de lo que ocurría hace solo unos días, cuando solo atendían a ciudadanos foráneos, ahora esperan para recoger viajeros venidos desde la localidad española, casi todos magrebíes que se quedaron «encerrados» allí y ahora por fin pueden volver a visitar a sus familias. Tras más de dos años con las fronteras entre España y Marruecos cerradas por la llegada de la pandemia, las vallas se levantaron de nuevo el pasado martes para permitir el cruce. 

Lo hicieron, eso sí, en el marco de una primera fase que solo permite acceder a las Ciudades Autónomas a los residentes europeos o personas con visado Shengen, lo que en la práctica descarta a las cientos de miles procedentes de las regiones de Tetuán -cercana a Ceuta- y Nador -próxima a Melilla- que antes podían circular libremente.

En uno de esos taxis, Morad aguarda posibles clientes, ilusionado con que su negocio va a dar un giro radical, con la vista puesta en una actividad turística que quedó suspendida para él y sus compañeros hace 26 meses. 

«A partir de ahora trabajaré con visitantes y no con locales», afirma, y añade: «Nunca va a ser como antes y esperemos que el turismo levante la economía». Y es que el comercio ilegal generaba ahí oficios tan variopintos como el de las personas que vigilaban la mercancía o los que ofrecían comida a los contrabandistas que hacían cola.

Trabajaban así para esos residentes en la zona, que tenían esa condición en sus documentos de identidad y gracias a ella pasaban, en días alternos hombres y mujeres, para volver a Marruecos cargados con los productos. La actividad de Morad bajó un 90 por ciento con la suspensión del contrabando y ahora espera que suba un 25 por ciento con la reactivación de la economía turística, dice poniendo datos a que antes hacía tres viajes al día y ahora casi no llega a uno. 

Ahmed Biyuzan, profesor y activista local contra el comercio ilegal, opina que la economía de Castillejos no era estable y creaba corrupción. Atraía a delincuentes y narcotraficantes, afirma, e incluso a inmigrantes de todo Marruecos que buscaban trabajo. 

Por eso, este experto se pregunta cómo afectará la nueva realidad en las relaciones bilaterales entre Madrid y Rabat a las Ciudades Autónomas, y señala: «Ceuta no puede resolver los problemas de desempleo de Marruecos».

Y es que, en la actualidad, los marroquíes que aún tienen contratos en vigor en suelo ceutí para trabajar allí y volver cada día a sus casas solo son 300, frente a los miles que antes iban y venían empleados en la construcción, limpiando casas o de cuidando jardines.

Además de estos puestos directos, que Biyuzan cifra en 4.000 en la región, Marruecos está invirtiendo 400 millones de dirhams (unos 40 millones de euros) en la provincia de Tetuán en actividades económicas para crear nuevos nichos de empleos y descargar presión en este sentido de las ciudades españolas en suelo africano. 

Llantos y alegría

Más allá de la economía, decenas de magrebíes celebraron con júbilo la reapertura del paso del Tarajal, con la ilusión de volver a ver a sus padres e hijos o llorar a los familiares fallecidos.

En la cola de los pasaportes, Dunia no paraba de llorar a la espera de poder entrar en España mirando el móvil, inmersa en una videollamada. Estaba hablando con su hijo, a quien no había podido ver en dos años. «Tiene miedo de que no la reconozca», decía su marido.

La alegría de los marroquíes contrastaba con los coches que salían de Marruecos rumbo a Ceuta, pocos y con matrículas europeas. En uno viajaba Vicky, profesora del instituto español Nuestra Señora del Pilar de Tetuán. «Ahora que abren la frontera voy con una amiga a visitar Ceuta», relata.

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