Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Dudamel

17/06/2021

La pandemia ha arrasado con muchas vidas, pero también con muchas ilusiones. Y entre ellas, las efemérides culturales. Una de ellas, el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, una de las personas que cambiaron la historia de la Humanidad y cuyo legado gana vigencia con el tiempo. El director de Orquesta Gustavo Dudamel lleva camino, en su proporción, de transformar la historia de los directores de orquesta y de los músicos, no sólo por su precocidad, sino también por el sincretismo que consigue al integrar la clásica versión orquestal del clasicismo musical con el mundo transmedia que habitamos. Con cuarenta años no sólo dirige una Filarmónica en Los Ángeles y una Ópera en París, no sólo ha tenido un clon en una serie de televisión sino que exhibe una simpatía y una naturalidad alejada de los cánones.
Dudamel ha protagonizado dos conciertos en Burgos que constituyen uno de los hitos culturales del año y ambos han tenido a la Catedral como protagonista en su octavo centenario. Un templo, testigo de la historia, corazón de la ciudad, referente españolísimo y, sobre todo, un recurso cultural de gran belleza de cuyo usufructo esta generación sigue siendo legataria.
El tributo ‘beethoveniano’ que Dudamel ofreció la tarde del domingo nos reconcilia no sólo con la inmortalidad de la música sino también con la facilidad de este arte para atravesar el tiempo y hacerse nuevo en cada interpretación. Sobre todo si viene de la mano del talento y del genio. De la pandemia nos está sacando la ciencia vacunal, la dedicación sanitaria, el sacrificio de la población y ahora la cultura, el reencuentro con la belleza y el talento después de la gran peste. Y la Catedral de Burgos, en su cumpleaños, como otras tantas veces, testificará este retorno. Seguimos haciendo historia.