Nuevo curso, nueva normalidad y nueva vida

Nacho Sáez
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Marián y Juan Gabriel pasaron el confinamiento en un piso en Madrid y se acaban de mudar junto a su hijo a una casa en el Real Sitio, desde donde teletrabajan. En varios municipios segovianos han subido los empadronamientos tras la pandemia.

Marián Conde y Juan Gabriel Gutiérrez, aún entre cajas de mudanza, este pasado miércoles en su nueva casa de La Granja. - Foto: Rosa Blanco

Pasamos el coronavirus al principio con síntomas leves y el confinamiento lo vivimos tranquilos, pero fuimos conscientes de que queríamos cambiar de estilo de vida». Marián Conde y Juan Gabriel Gutiérrez están recién aterrizados en el Real Sitio de San Ildefonso, adonde se han trasladado procedentes de Madrid junto a su hijo de dos años para pasar al menos el curso que acaba de comenzar. Abogada madrileña y realizador audiovisual y músico colombiano, respectivamente, pueden teletrabajar y han decidido dar un giro de 180 grados al cambiar el piso de 65 metros cuadrados en el que residían en el barrio de Lavapiés por una casa unifamiliar en La Granja de 250 m2 en la que todavía están diseminadas por cada rincón las cajas de la mudanza.

Nada en cualquier caso que borre las sonrisas de felicidad que se dibujan en las caras de este matrimonio, parte de esos análisis de los expertos que confirman que el éxodo de personas desde las grandes ciudades a entornos con menor densidad de población no fue solo cosa del confinamiento o del verano sino que encarna una tendencia que ha llegado para quedarse. El estudio ‘El impacto del confinamiento en la demanda de vivienda de los jóvenes’, realizado por la inmobiliaria Aedas Homes, concluye que las prioridades a la hora de buscar una nueva vivienda han cambiado tras el confinamiento, especialmente entre los jóvenes. Se ha duplicado el interés de quienes tienen entre 25 y 40 años por disponer de una estancia adicional o exclusiva para trabajar, y la búsqueda de un nuevo hogar con piscina –según ese mismo informe– es otra de las grandes prioridades, con un crecimiento del 27 por ciento que se dispara al 43 por ciento en la franja de 35 a 40 años.

El portal Idealista va más allá y pone a los pueblos en el centro de esos cambios en el comportamiento de consumo en esta rama de la actividad económica. En este sentido asegura que el interés por comprar una vivienda en los municipios de menos de 5.000 habitantes ha aumentado en la desescalada. Ese incremento se sitúa en el tres por ciento en el conjunto del país, pero sube al diez por ciento en Castilla y León, tal y como reflejan los datos de búsquedas realizadas desde su página web o su aplicación. Por provincias, Ávila es donde más se acentúa esa dinámica, aunque Segovia figura la segunda entre las que suscitan más consultas por vivir en estos pueblos pequeños, de acuerdo al Idealista y la información que ofreció en agosto.

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Sobre el terreno hay señales que corroboran esas sensaciones digitales sin nombres y apellidos. Por su cercanía respecto a Madrid, El Espinar se ha convertido en uno de los ejes principales de este fenómeno, medible aunque sea en parte por los empadronamientos. Desde el 1 de abril y hasta el mes de julio se habían censado 98 nuevas personas en el municipio Reserva de la Biosfera, que ya contemplaba la posibilidad de subir de los 10.000 vecinos por primera vez desde que el Instituto Nacional de Estadística (INE) lleva registros. Aunque con el inicio del nuevo curso un buen número de los veraneantes han regresado a sus primeras residencias –la localidad se llegó a situar cerca de los 30.000 habitantes en julio y agosto–, sus responsables municipales auguran un otoño y un invierno con más movimiento en las casas y en las calles que otros años.

A falta de que el verano se acabe de consumir a comienzos de esta próxima semana, el alcalde del Real Sitio de San Ildefonso, Samuel Alonso, comparte esa misma sensación en su zona. «Creo que se va a quedar todo el curso gente de las segundas residencias, especialmente de Madrid, claro», señala en conversación telefónica con El Día de Segovia. Para dar un espaldarazo a ese movimiento demográfico, su Gobierno municipal espera poder avanzar con un proyecto que fue una de las banderas de su programa en las elecciones celebradas el año pasado, como es la creación de un espacio de ‘coworking’.

El primer edil desvela que se ubicará en las plantas superiores del edificio destinado a viviendas de alquiler tutelado para mayores del Ayuntamiento. «Hay que acondicionar el espacio, pero la idea es que vaya allí. Hasta ahora no hemos podido dar muchos pasos hacia adelante porque hemos estado  centrados en la gestión de ayudas para combatir la crisis», añade, al tiempo que comprueba que en julio se produjeron treinta altas en el padrón del municipio y 26 bajas.

Un balance de +4 al que hay que sumar las cifras de agosto, que Alonso aún no tenía disponibles. El saldo también es positivo en otras localidades de la provincia como Marugán –desde marzo ha recibido 80 vecinos más– o Trescasas, donde el trasiego de visitantes a su Ayuntamiento este verano ha tenido poco que ver con otros anteriores. «Hemos tenido 40 empadronamientos, con un pico a finales de agosto», apunta su alcalde Borja Lavandera, que hace hincapié en una circustancia que convierte a su municipio en terreno abonado para quienes buscan un sitio tranquilo con el objetivo de trabajar a distancia: «La mayoría de las viviendas son unifamiliares, por lo que es más sencillo contar con un espacio en la casa para teletrabajar».

El mercado inmobiliario se ha movido en Trescasas y también el compromiso de sus vecinos con lo suyo. «Cada empadronamiento es una alegría y nos saca una sonrisa porque cuantos más seamos, más fuerza podemos hacer. Tenemos unas infraestructuras municipales limitadas, pero la conectividad es muy buena. La fibra óptica llega a casi todo el municipio en este momento», subraya Lavandera.

La brecha digital que tradicionalmente se atribuye al medio rural también se ha reducido en Espirdo, desde donde «una de nuestras vecinas gestiona uno de los mayores portales de alquiler de casas rurales», subraya María Cuesta, la alcaldesa de este municipio también del alfoz de Segovia que desde marzo tiene 129 censados más. «La verdad es que todavía no tenemos claro a qué responde porque en principio no son familias o parejas jóvenes que se hayan venido aquí a teletrabajar», indica Cuesta.

Marián Conde y Juan Gabriel Gutiérrez, los nuevos vecinos de La Granja del principio de este reportaje, sí que tienen claro lo que les trajo a los pies de la Sierra de Guadarrama. «Para una pareja joven está muy bien vivir en Lavapiés. Quedábamos con amigos, íbamos al teatro... Pero ahora que tenemos a Salvador nos faltaba ver verde a nuestro alrededor», cuentan. Su búsqueda comenzó en la vertiente madrileña de la sierra, pero en la empresa de Marián implantaron definitivamente el teletrabajo tras el confinamiento, una amiga les habló de La Granja «y todo empezó a fluir». Encontraron la preciosa casa en la que se han instalado junto a los huertos de judiones y ya tienen incluso guardería para su hijo.

«Sin el coronavirus no creo que nos hubiéramos venido al campo, seguramente habríamos buscado algo en otro barrio de Madrid. Pero nuestra vida social y cultural habría cambiado mucho y si hay un segundo confinamiento queremos que sea diferente. Acabamos de aterrizar, pero tenemos muchas ganas de campo, de caminar, de sentirnos parte del lugar...», reflexiona esta pareja sobre su nuevo curso, nueva normalidad y nueva vida.