Solidaridad 'Entre Libros'

S.S.
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José y Carmen, junto a sus cuatro hijos, han acogido como dos miembros más de su familia a Irina y Elena, dos hermanas ucranianas que huían de los disparos y bombardeos tras la invasión de Rusia a su país

Solidaridad 'Entre Libros' - Foto: Rosa Blanco

José Domingo Pardillos, propietario de la librería 'Entre Libros', es uno de los tantos segovianos que han ofrecido su casa a los refugiados ucranianos que huyen de la guerra en su país. Gracias a él, Irina y Elena han podido escapar de los bombardeos. 

Domingo cuenta que se decidieron a ser casa de acogida debido al llamamiento realizado por el ex-párroco de El Espinar, Valentín Braco, a través de la Asociación Cueva Valiente. «Nos pusimos en contacto con él y a partir de ahí ya empezamos un poco a movernos. Fue todo muy rápido», asegura, ya que se ofrecieron un martes y el miércoles, tras sólo seis días, llegaban sus nuevas inquilinas.

Mucho corazón. Domingo explica que tanto su mujer Carmen como él pensaron «con el corazón y no con la cabeza» a la hora de ofrecer su casa y que si surgían problemas se irían resolviendo «como buenamente se pudiera». Además, no sólo se involucraron ellos ya que, una de sus hijas de 15 años ofreció su habitación a las personas que llegaran para que se encontraran lo más agusto posible. «Ellos también se están involucrando mucho y aprendiendo a ayudar», explica Domingo en lo que respecta a sus hijos.

La historia de Irina, de 28 años y profesora, y Elena, de 32 y cocinera, comienza en Kyiv, el corazón de Ucrania. Ambas vivían allí cuando estalló el conflicto. Por suerte, pudieron salir a pesar de que los días allí «eran muy complicados» y no dormían. Tras más de 72 horas de viaje llegaron a la frontera con Polonia, donde acudieron a una ONG para pedir ser acogidas. «Vinieron a España como podían haberse ido a Francia o a Italia, fue como si lanzas una moneda y donde caiga», cuenta Domingo. El cansancio se hizo latente tras la espera en la frontera y los días de viaje hasta Madrid. «Llegaron destrozadas y con ganas de descansar», indica.

Actualmente, ambas están empezando a hablar castellano porque acuden a clases de español varios días a la semana con el objetivo de poder integrarse en el día a día de la familia lo antes posible, a la vez que desean  encontrar trabajo porque «no quieren ser una carga», ya que tienen la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a su país. 

«Ahora ya sé decir diez palabras en castellano, es genial», comenta Irina ilusionada. «Son buenas personas y quieren aprender a hablar castellano lo más rápidamente posible para encontrar un trabajo», añade Domingo. Por éste y otros motivos, explica que ha sido una «adaptación muy fácil». «Parece que meter a dos personas adultas más en casa es complicado, pero todo lo contrario. Ha sido un entendimiento bastante llevadero ni ha habido ningún inconveniente. Además, echan una mano en casa».

Los que se han quedado. Elena e Irina se mantienen en constante contacto con muchas de las personas que la guerra las ha obligado a dejar atrás. «No se despegan del móvil, las pobres están muy nerviosas», señala Domingo. Por un lado, hablan diariamente con su familia porque su padre, de 58 años, está en el frente. Aunque no está en primera línea de combate, se encuentra de vigía para controlar el cumplimiento del toque de queda en su pueblo, de unos 40.000 habitantes a 250 kilómetros de la capital. En cambio, la pareja de Irina, que también está luchando, fue herido hace unos días y, aunque fue trasladado al hospital y dado de alta, por el momento no ha podido contactar con él.

La pequeña de las dos hermanas, ayudada por el traductor de su móvil, explica que continúa la escasez de productos de primera necesidad y de gasolina en las ciudades ucranianas y, tanto ella como su hermana agradecen el haber podido salir de allí y encontrarse a salvo en una casa de acogida. «Somos muy afortunadas de haber caído en una familia tan buena. Nos tratan muy bien». A pesar de que no saben cuándo podrán volver a Ucrania, esperan que el conflicto acabe pronto y que Rusia «sufra» las consecuencias de la guerra que ha provocado.