Una herencia envenenada

M.R.Y. (SPC)
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La tensa batalla por suceder a Boris Johnson ha abierto heridas que pueden ser incurables en el Partido Conservador

Una herencia envenenada - Foto: TOBY MELVILLE

Pocas veces el inicio de un curso político tras el parón veraniego ha sido tan esperado y, sobre todo, tan determinante. Y es que en el Reino Unido la vuelta a la actividad parlamentaria no será simplemente el regreso de los diputados a Westminster: supondrá el inicio de una nueva era, en la que el Partido Conservador decidirá quién es su nuevo líder y, por tanto, quién se convertirá en el próximo primer ministro del país.

Parece que haya pasado mucho tiempo, pero no se han cumplido ni dos meses desde que Boris Johnson, abonado a la polémica durante buena parte de su mandato, se vio obligado a dimitir en diferido de su cargo. Una renuncia que se anunció el pasado 7 de julio, pero que se hará efectiva el próximo lunes, cuando los tories elijan a su sucesor. Un día después, la reina Isabel II recibirá al ganador de las primarias para oficializar al nuevo dirigente, que saldrá de la pugna entre dos miembros del último Gabinete de Johnson: Liz Truss, ministra de Exteriores que representa la continuidad, o Rishi Sunak, extitular de Economía que rompió con su jefe de filas para liderar el cambio.

Con Truss como favorita al triunfo -cuenta con el gran apoyo de la militancia y es la aspirante del ala más a la derecha del partido-, el próximo jefe del Ejecutivo británico tendrá que lidiar con una complicada situación económica -la inflación está en números inéditos, las perspectivas no son alentadoras, ya que se teme que pueda superar el 18 por ciento el próximo año, y trabajadores del sector del transporte están en pie de guerra con huelgas para exigir un aumento salarial- que ha llevado a los dos candidatos a centrar su discurso en un recorte de los impuestos para facilitar la vida a los ciudadanos. 

Tal vez ese sea el único punto en común de los contendientes, que han protagonizado una batalla encarnizada, con insultos y descalificaciones personales en los debates que han dejado patente la fragmentación que vive la formación conservadora tras la salida de Johnson. 

Sobre la mesa, el futuro primer ministro tendrá también varios frentes abiertos que el todavía premier no ha cerrado -ni cerrará-. En política interior, el pulso independentista de Escocia, que, a pesar del veto del Gobierno británico, mantiene su intención de celebrar un nuevo referéndum secesionista en un plazo de un año. En el ámbito exterior, continúa la tensión con la Unión Europea por la ruptura del Protocolo de Irlanda, de manera unilateral, de Londres. Y, por supuesto, la guerra de Ucrania, en la que el Reino Unido se erigió como uno de los principales aliados de Volodimir Zelenski y ante la que el futuro mandatario tendrá que tomar la decisión de seguir elevando el gasto en defensa para ayudar a Kiev o recular en esta materia ante la persistente amenaza de Rusia.

El próximo líder conservador afronta, por tanto, el reto de guiar al país en medio de una complicada situación, pero también  estará obligado a convocar unas elecciones generales antes de enero de 2025. Si se celebraran ahora esos comicios, los tories se hundirían en las urnas, con el Partido Laborista arrebatándoles el poder con holgura. Por tanto, además de unir a un partido fragmentado, también tendrá que recuperar la confianza perdida por los ciudadanos.

La decisión de una gran minoría

La suerte para Truss y Sunak está ya echada. Durante el mes de agosto, los militantes de la formación gubernamental han votado a su favorito para decidir, no solo a su nuevo líder, sino al jefe del Ejecutivo de todo el país. Un dato cuanto menos curioso: esos cerca de 200.000 afiliados suponen solo un 0,30 por ciento de la población total del país, con 67,2 millones de personas. Es decir, el futuro del Reino Unido dependerá de un escaso porcentaje de ciudadanos.

Para colmo, una inmensa mayoría de seguidores conservadores -cerca de un 63 por ciento- sostiene que prefiere que Johnson continúe en Downing Street antes que a cualquiera de los dos aspirantes. Por eso, el mandatario no cierra la puerta a su regreso. Pero eso ya se verá más adelante.

 

Rishi Sunak

El hombre ambicioso que tumbó los cimientos de Downing Street

Su dimisión, el pasado 5 de julio, como ministro de Hacienda por «desacuerdos en la gestión» de Boris Johnson y, principalmente, por «pérdida de confianza» en el premier fue el empujón definitivo que llevó al primer ministro, dos días después, a anunciar su renuncia. Justo dos meses después de abandonar el Gobierno, Rishi Sunak podría hacer historia y convertirse el próximo 5 de septiembre en el nuevo jefe del Ejecutivo de Londres y el primer hindú en ocupar el 10 de Downing Street.

Tras haberse hecho con el apoyo mayoritario de los parlamentarios de su partido, ahora le toca ganarse la confianza de los militantes, que hasta la fractura con Johnson habían valorado muy positivamente su trabajo en el Ejecutivo gracias a su plan de protección del empleo durante la pandemia.

Si el Partygate fue la tumba del todavía primer ministro, Sunak podría verse afectado también por esas fiestas ilegales, participando al menos en una. Eso sí, tras reiteradas disculpas, siempre ha defendido que él solo «estaba de paso».

 

Nacido en Southampton hace 42 años, Sunak se presenta a sí mismo como un político dinámico inspirado en la creatividad de Silicon Valley, adicto a la Coca Cola y fan acérrimo de La Guerra de las Galaxias.

Licenciado en Filosofía, Políticas y Economía, ocupó varios cargos en firmas bancarias hasta llegar al Ministerio de Finanzas, en 2020, desde donde ha ido haciendo una carrera de fondo para erigirse en sucesor de un Johnson al que acompañó hasta que todo se torció. Ahora, él quiere enderezar al Reino Unido.

 

Liz Truss

La heredera de Thatcher que busca dar la gran campanada

Aunque entró casi en el pitido final en el combate definitivo -fue tercera en todas las votaciones de la primera fase de las primarias hasta la última, en la que adelantó por un escaso margen de votos a Penny Mordaunt, terminando segunda, solo por detrás de Rishi Sunak-, parece ser la destinada a hacerse con la victoria. Y es que la ministra de Exteriores es la favorita de la militancia en todos los sondeos.

Considerada la candidata del ala más derechista del Partido Conservador, Liz Truss se crió en una familia de claras convicciones políticas de izquierdas. De hecho, su padre quedó «horrorizado», según sus propias palabras, cuando descubrió que su hija se había afiliado a los tories.

Aunque de niña participó junto a su madre en manifestaciones en contra de Margaret Thatcher, ahora la jefa de la diplomacia británica es considerada la heredera de las esencias de la Dama de Hierro. Y es que si bien ella misma ha querido despojarse de esa etiqueta, son muchos los que ven en su empeño por bajar impuestos pese al déficit récord en las arcas públicas, su claro posicionamiento antiruso y sus políticas neoliberalistas radicales una repetición del ideario de Thatcher en los años 80.

 

Reconocida defensora de la permanencia en la UE, el triunfo del Brexit en el referéndum de 2016 le obligó a cambiar de postura y trabajar a favor del divorcio británico. Una labor en la que se unió a Boris Johnson, de la que se ha vuelto fiel escudera hasta el final, siendo una de las pocas del Gabinete en no abandonar el barco antes de tiempo, algo que muchos tories han valorado.