Celia Salvador, testigo de la crónica negra de medio siglo

Nacho Sáez
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Recién jubilada tras 45 años como secretaria de la Audiencia Provincial de Segovia, recuerda los casos más impactantes en los que ha participado y habla de la transformación que ha experimentado la Justicia.

Celia Salvador, testigo de la crónica negra de medio siglo - Foto: Rosa Blanco

Un antiguo fiscal general del Estado, dos magistrados del Tribunal Supremo, un exvocal del Consejo General del Poder Judicial y el fiscal jefe del Tribunal Constitucional está previsto que se reúnan el 7 de octubre en Segovia. Y no con motivo de ningún congreso jurídico sino para despedir a una de los figuras más ilustres de la Administración de Justicia en la democracia en Segovia. Celia Salvador (Madrid, 24 de agosto de 1949) se acaba de jubilar tras 45 años como secretaria de la Audiencia Provincial de Segovia. Casi medio siglo de trayectoria en una institución que ha visto pasar seis presidentes en ese tiempo y que no ha dejado de transformarse.

De la máquina de escribir al ordenador y de la justicia exclusivamente presencial a las comparecencias telemáticas. «Pero la Justicia siempre ha arrastrado falta de medios personales y materiales. Te escatiman hasta un bolígrafo», explica Salvador sentada en una terraza de la Plaza Mayor, liberada de la gran responsabilidad que encerraba su cargo pero también frustrada «porque me veía con fuerzas y con cabeza para continuar». «Pero ya no me dan más prórrogas», añade al final de una conversación que se remonta a sus orígenes gaditanos.

Juicio por el asesinato en 2000 de la estudiante de la SEK Cristina Gala.Juicio por el asesinato en 2000 de la estudiante de la SEK Cristina Gala. - Foto: Fernando Peñalosa/ Ical

«Yo nací en Madrid, pero vivimos en Cádiz hasta los 17 años», relata. Como hija de fiscal parecía predestinada para el oficio al que dedicó su vida después, pero estudió Derecho casi por casualidad. «Yo iba a estudiar Geografía e Historia, pero como había mucha cola me apunté a Derecho». Ya en Segovia como secretaria de la Audiencia Provincial se licenció en la rama de Historia del Arte –de Geografía e Historia– en el Colegio Universitario Domingo de Soto y en Madrid, adonde viajaba por las tardes en los autobuses que ponía la Caja de Ahorros.

Se integró enseguida en la vida de Segovia. Tras trabajar en el Ministerio de Agricultura y como ayudante de profesor en la Universidad Autónoma de Madrid y sacarse las oposiciones de secretaria de tribunales, disfrutó de un destino de algo más de seis meses en Las Palmas de Gran Canaria y recaló en Segovia, donde se acababa de jubilar «don Felipe Álvarez, que también debió estar cuarenta y tantos años». «Todo el mundo me duplicaba la edad, pero nunca tuve ningún problema ni por ser mujer ni por ser joven. Había unas comidas jurídicas cada mes o cada dos meses, que crearon dos de los promotores del Domingo de Soto –Ángel Fernández Castellanos y Alfonso Martínez-Almeida–, en las que se reunían notarios, registradores, jueces… Y a mí me acogieron desde el primer día. Mi padre siempre me había dicho que no mostrase debilidad ni ignorancia», cuenta.

Se encontró con una Segovia más rural que urbana en aquel momento y enseguida le tocó participar en juicios que causaron una gran conmoción. Recuerdo uno por un atraco a mano armada en la gasolinera de La Granja en el que mataron a una persona; otro también por un atraco en un banco de El Espinar en el que dejaron en silla de ruedas a un guardia civil; otro que no me acuerdo en qué pueblo fue porque un hombre mató a su mujer a la salida de misa; otro en Aguilafuente en el que un chico le dio un silletazo a la novia después de una Cabalgata de Reyes me parece…». Aunque uno de los que recuerda con más precisión tuvo su escenario en Hontalbilla. «Unos padres dieron una torta mal dada a su hija de 17 años y la mataron, pero no se les ocurrió otra cosa que esconderla. Hasta por Radio Nacional se anunció la desaparición de la chica. Primero se acusó al novio, se amotinó el pueblo y a don Manuel González Herrero, que era el abogado del chico, le rompieron las gafas durante una reconstrucción de los hechos. Hasta que se descubrió que habían sido los padres. Yo acababa de llegar y me llamaba más la atención. Luego haces callo y ya no te sorprende nada».

Vista oral por el asesinato de un pastor en Aldea Real en 2011.Vista oral por el asesinato de un pastor en Aldea Real en 2011. - Foto: Rosa Blanco

Aun así no se olvida de otro caso en el que una madre sujetó a su hija para que el padre la violara. O aquel en el que «un viejo se empeñó en que su mujer se acostaba con todos y un día en la cama la clavó un hacha en la cabeza sin llegar a matarla». Participar en primera fila de la crónica negra de Segovia se ha entremezclado para Celia Salvador con labores más administrativas y con adaptarse a todos los cambios que trajo la democracia. Uno de los primeros, la celebración de elecciones, que en su opinión evidencian el «galimatías» existente en Segovia. «Resulta que hay cuatro partidos judiciales (Segovia, Santa María la Real de Nieva, Sepúlveda y Cuéllar- pero tres juntas electorales (Segovia, Sepúlveda y Cuéllar)». Las sucesivas votaciones –no se ha perdido ninguna– le han permitido, dice, «conocer a gente muy interesante», aunque hasta la llegada de las nuevas tecnologías los recuentos se convertían en una tortura. «Nos podíamos tirar horas y horas contando votos. Venían los de Estadística pero teníamos que hacer los recuentos manualmente. Me acuerdo que cuando vino el Papa nosotros seguíamos contando», revela. También surgieron personajes peculiares en aquellas citas políticas: «Amalio Salvador se hacía su propia propaganda y decía: «Si quieres un buen senador, vota a Amalio Salvador’. Había gente a la que le teníamos que hacer la candidatura porque no tenía ni idea de cómo se rellenaban los papeles».

Documentos que en los últimos años han dejado paso a lo digital, aunque Celia Salvador no se ha separado de sus cuadernos hasta el final. En ese tiempo también ha cambiado el trato con los profesionales del ámbito de la Justicia. «Antes nos conocíamos todos y ahora no ves a nadie. Te puedes tirar meses sin coincidir con algunos abogados». De los problemas que más salen en los medios –la falta de acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial– prefiere no hablar porque se reconoce alejada de las claves del conflicto, pero califica como «mentes privilegiadas» a algunos de los magistrados que han pasado por la Audiencia Provincial de Segovia. Acabaron en el Supremo Juan Latour, Adolfo Prego, Andrés Palomo y Cándido Conde-Pumpido y este último fue además fiscal general del Estado. «Y el actual, Ignacio Pando, es un magnífico presidente. Todos en su estilo han sido magníficos presidentes», remarca Salvador.

Ella también ha dejado huella. Como no puede ser de otra forma en una profesional de extrema diligencia. Todavía no la ha sustituido nadie como secretaria de la Audiencia Provincial y está preocupada porque los familiares de víctimas de delitos no dejen de cobrar las indemnizaciones que les ingresan periódicamente. También echará de menos acumular anécdotas, como la última que comparte para este reportaje: «Jesús Gil venía por la Audiencia con gran familiaridad repartiendo insignias del Atlético de Madrid como caramelos».