Agonía en la calle de los souvenirs

Nacho Sáez
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La Casita del Segoviano, la tienda de recuerdos más veterana de Marqués del Arco, asiste a la depresión de una zona que, hasta la pandemia, estaba repleta de turistas.

José Antonio González, dueño de La Casita del Segoviano, posa este pasado miércoles con su trabajadora, Natalia García. - Foto: Rosa Blanco

Seguramente no haya una calle en Segovia que retrate mejor los efectos económicos de la pandemia que Marqués del Arco, el eje por excelencia de las tiendas de recuerdos, que hoy languidecen ante la ausencia de turistas. Es miércoles por la mañana y una buena parte están cerradas, mientras que las que se encuentran abiertas apenas han tenido que hacer uso de la caja registradora. Las ventas oscilan entre los cero y los diez euros.

Es el caso de La Casita del Segoviano, la más veterana entre las muchas que pueblan esta calle que conecta el Alcázar y la Catedral, donde precisamente comenzó vendiendo postales el propietario de esta tienda de souvenirs. Han pasado más de seis décadas de aquello y José Antonio González se resiste a bajar la persiana incluso en el contexto actual. «Tengo 82 años y no tengo la necesidad de trabajar, pero no quiero estar en casa viendo la tele y pegando cabezazos», explica acompañado por Natalia García, la trabajadora con la que cuenta. «Esto no hay quien lo aguante. Casi todos mis colegas están con ERTE. Solo quedamos los que no pagamos renta, pero esto va a ser como el juego de la oca. De puente a puente», señala. 

El del Pilar se ha saldado para él con una bajada de la facturación del 50 por ciento respecto a la misma fecha del año pasado, mientras que su vecino del Souvenir de la Catedral ha visto cómo se ha disparado hasta el 80 por ciento. «Pero en el contexto actual es para dar saltos. Hoy todavía no nos hemos estrenado», subraya su dueño, Pedro Pablo Herrero, justo cuando un alumno de IE entra en la tienda y se lleva unas postales. Si hubiera acudido por la tarde, se la habría encontrado cerrada. «Por la tarde no venimos», indica el propio González, que tras el verano ha vuelto a meter en ERTE a su única empleada. «No cerramos porque el local es antiguo y enseguida coge humedades, pero esto hunde negocios. El año que viene también lo tenemos perdido, porque los extranjeros son el 65 por ciento de nuestras ventas y van a seguir sin venir», concluye.