Agapito 'olímpico'

Nacho Sáez
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Un libro que se acaba de publicar revela que el maestro del folclore se implicó en la organización de la Olimpiada antifascista alternativa a los Juegos de Berlín que se intentó celebrar en Barcelona en 1936.

Agapito 'olímpico'

Jesse Owens pasó a la historia por conseguir cuatro medallas de oro en las narices de Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, pero hoy podría haber sido un velocista más. Otros atletas afroamericanos dieron la espalda a los Juegos nazis y apostaron por una cita antifascista promovida paralelamente de la que no se ha escrito mucho. De apenas un par de publicaciones tiene constancia Iker Ibarrondo-Merino sobre la Olimpiada Popular de Barcelona de 1936, que aspiraba a contar con alrededor de 10.000 participantes y que no se llegó a celebrar por el estallido de la Guerra Civil Española. Ibarrondo acaba de publicar 'Memorias del deporte obrero castellano. Castilla ante la Olimpiada Popular antifascista de Barcelona de 1936. Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja y Madrid' (Ediciones Universidad de Salamanca), donde se acerca a los orígenes y la evolución del movimiento deportivo alternativo al burgués del que emergió la estructuración del deporte obrero, uno de los pilares de esa Olimpiada Popular de Barcelona y donde encontró su máxima expresión.

Este libro parte de la tesis doctoral de su autor, licenciado y doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte por la Universidad Politécnica de Madrid. «Pero está complementado y reestructurado al cien por cien», destaca sobre una obra en la que hay un buen número de referencias a Segovia. El contexto político, económico y social de los primeros años del siglo XX es el punto de partida de esta investigación, que se sustenta sobre centenares de fuentes hemerográficas, archivísticas y orales, según remarca su autor. Este recuerda que la clase trabajadora fue la última en tener acceso al deporte pero que erigió tres modelos alternativos a la actividad física «mercantilizada». «Una vez que se consiguió la jornada laboral de ocho horas en 1919, la población pasó a tener más tiempo para el ocio y el deporte sirvió de herramienta para impulsar la conciencia de clase y reivindicaciones políticas y sociales con su vinculación a las líneas comunistas y socialistas», relata este vallecano de 35 años con raíces cuellaranas.

En Castilla, el deporte obrero, el industrializado y el popular tuvieron la singularidad de que surgieron en un eje interior-exterior partiendo de Madrid, frente al resto de territorios de la Península, donde el movimiento fue costa-interior. 'El Heraldo de Segovia' ya hablaba a principios de siglo de prácticas multidisciplinares que acogía la ciudad. El fútbol se inauguró en 1907 en Segovia, según Ibarrondo, y un poco más tarde surgió el Cultural de Cuéllar, que rompió la barrera urbana. No tardó en existir una identificación sociopolítica en los clubes, entre los que Ibarrondo-Merino destaca –aunque no se atreve a asegurar su nombre– un equipo que iba de morado y que defendía el liberalismo castellano, próximo a la mentalidad comunera.

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Otra manifestación del deporte obrero en Segovia en aquella época es el Club Deportivo Socialista. «Investigar sobre esto es bastante complicado porque durante la Guerra Civil se destruyó muchísima documentación», lamenta Ibarrondo-Merino, quien no obstante se permite concluir que «Castilla pervivió en ese momento a través del deporte obrero». «Por medio del deporte obrero-popular tenía una voz propia. No había un ente institucional que se llamara Castilla a secas. En cambio, en el deporte obrero-popular se potenciaba la participación castellana. Singularizó a Castilla como una 'rara avis' en Europa», añade.

Castilla iba a enviar una selección a la Olimpiada Popular de Barcelona de 1936. Con atletas madrileños, castellanos y leoneses, castellano-manchegos… Y también con representantes de la cultura castellana. «El deporte obrero todavía no estaba muy desarrollado y lo que se quería es que la cita olímpica antifascista implicara a mucha gente, por lo que se decidió dar también protagonismo a la cultura. Además, la Federación Cultural Deportiva Obrera y el Comité Catalán Pro Deporte Popular, que fueron los principales impulsores de la Olimpiada, estaban muy enraizados en la cultura», cuenta Ibarrondo-Merino.

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Aquí emerge una figura clave, Agapito Marazuela. El maestro segoviano del folclore tuvo un papel determinante en la selección cultural de Castilla para la Olimpiada Popular de Barcelona y tenía previsto también actuar, según revela esta investigación. De su mano iban a participar los danzantes de Abades y el dulzainero segoviano Paulino Gómez 'Tocino'. «Agapito fue una figura trascendente incluso en el cambio de nomenclatura de la Olimpiada», hace hincapié Ibarrondo-Merino. Todo quedó en el intento con el levantamiento golpista, pero la Olimpiada –que tenía confirmada la participación, entre otros atletas internacionales, de la campeona canadiense de salto de altura Eva Dawes, bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932– se apuntó en su haber algunos avances. «Supuso una erosión de los consensos burgueses del deporte, ya que rompió el monopolio del Estado en la competición internacional e implementó diversas medidas de discriminación positiva hacia la participación de la mujer. También supuso la superación de algunas tónicas del deporte proletario, como el aparente antagonismo entre el deporte obrero y federativo», concluye Ibarrondo-Merino.