Abre los ojos

Sergio Arribas
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Carlos Muñoz de Pablos reflexiona ante el mural que pintó hace 60 años sobre la proclamación de la reina Isabel, en el Alcázar. Quiere pintar los ojos de las figuras para romper la falsa leyenda de que esta ceguera está vinculada a Santa Lucía.

Detalle de la reina Isabel, que el artista pintó de blanco, como figura principal de la escena, ocurrida en 1474 en la iglesia de San Miguel. - Foto: Rosa Blanco

A punto de cumplir los 82 años, el pintor y maestro vidriero, Carlos Muñoz de Pablos (Segovia, 1938), está dispuesto a acabar con la ceguera con la que aún se mira una de sus obras emblemáticas. Nadie sabe quien extendió el bulo o falsa leyenda que enfada al artista y que interpreta que Muñoz de Pablos no pintó los ojos a los personajes del mural, una treintena, como guiño a la fecha en que se produjo el histórico acontecimiento, un 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, patrón de los ciegos. Fue ese día, del año 1474, cuando fue proclamada la infanta Isabel como reina de Castilla junto a la antigua iglesia de San Miguel, en la Plaza Mayor de Segovia; la escena que recrea el imponente mural que cubre una de las paredes de la Sala de la Galera del Alcázar y que el artista pintó cuando apenas tenía 22 años.

«Eso de Santa Lucía no tiene sentido, es una bobada. Esos chascarrillos no me gustan», enfatiza el pintor, que anuncia que «este verano, montaré aquí un andamio y en una mañana lo cambiaré». Harto del embuste, el artista está dispuesto a pintar los ojos a todos y cada uno de los personajes del mural, a la reina y a todos los caballeros segovianos que le juran lealtad. 

Muñoz de Pablos —Premio Castilla y León de Conservación y Restauración del Patrimonio en 2005—explica el motivo por el que, hace 60 años, privó de ‘visión’ a las figuras del mural. Dadas sus dimensiones —de 11 metros de longitud y 4,5 metros de alto— la obra fue concebida para verse a una distancia de «unos cinco o seis metros», con el fin de que la óptica del espectador apreciase el medido juego de luces y sombras que impregna la escena, a lo que contribuye la ausencia de los ojos. 

Carlos Muñoz de Pablos, junto al mural que pintó con apenas 22 años.Carlos Muñoz de Pablos, junto al mural que pintó con apenas 22 años. - Foto: Rosa Blanco

«Ésta es una obra que no tiene nada que ver con la pintura que llamamos ‘de caballete’, la que se ve en la distancia corta. Ocurre —añade— que como también el espectador lo ve de cerca, pues llama la atención lo de los ojos y se dicen cosas que nada tienen que ver con la realidad».

Frente al mural, a esos seis metros de distancia, Muñoz de Pablos reflexiona sobre aquella creación de juventud, que se detiene a contemplar cada vez que pisa el Alcázar. «Me interesa cómo envejece y envejece muy bien», afirma el artista, que se formó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y en los talleres de vidrieros de la Casa Maumejeam, antes de licenciarse en Bellas Artes en Madrid.
En el Alcázar, Muñoz de Pablos está como en su casa. Fue uno de los artistas que colaboró en la reconstrucción decorativa de la fortaleza—devastada por el incendio de 1862— de manera que el edificio está salpicado de obra suya, especialmente de vidrieras, realizadas entre 1954 y 2009, también en esta Sala de La Galera.

Trabajaba en las vidrieras de esta sala, cuando el Patronato del Alcázar le encargó el mural. Asombra tamaño encargo para un artista entonces tan joven. «Tenían fe en mí. Fueron unos aventureros», bromea hoy el pintor. «Como toda pintura siempre es reversible —dice— si no salía bien, pues se picaba la pared y en paz».

Abre los ojosAbre los ojos - Foto: Rosa Blanco

Recuerda que entonces, nada más recibir el encargo, el vizconde de Altamira, Luis Felipe de Peñalosa, historiador y patrono del Alcázar, le avisó que al no existir iconografía de la proclamación de la infanta Isabel como reina de Castilla, este mural «sería el testimonio más fotografiado [del Alcázar]. Y tenía razón», apunta Muñoz de Pablos.

Tan arraigado esta el mural en el imaginario colectivo, que la escenografía que recreó Muñoz de Pablos en el mural fue reproducida en la serie ‘Isabel’ de RTVE (2012). En el relato de la proclamación, la actriz Michelle Jenner, que encarna a Isabel, aparece con un largo vestido  blanco. Es el color de la vestimenta que eligió Muñoz de Pablos para acentuar el protagonismo del personaje en su obra pictórica, aunque la historia dice que la reina acudió con una capa negra.

Al recibir el encargo, «me lo tomé muy en serio», recuerda el artista, que se «empapó» de la crónica de la proclamación que transcribió en 1954 Mariano Grau. El doctor en Historia, paleógrafo y profesor de la Universidad Carlos III, Eduardo Juárez, destaca la labor de investigación histórica que hizo el artista, incluso antes de trazar los primeros bocetos. «En primera fila del mural —precisa Juárez— Muñoz de Pablos dispuso a los nobles y a la representación de los poderes fácticos para demostrar que la proclamación no era cosa del pueblo o de la iglesia sino de los caballeros segovianos. Fue un golpe de poder de una oligarquía a favor de la infanta Isabel».

Abre los ojosAbre los ojos - Foto: Rosa Blanco

No por casualidad, en la esquina del mural aparece un noble a caballo y cerrando el paso al pueblo, para demostrar que la plebe nunca tomó partido en este golpe de poder revestido de acto de proclamación.

Pintado dos veces. «Yo me lo tomé muy en serio —recuerda—, investigué, hice muchos bocetos, retratos de personajes reales y hasta lo pinté dos veces». Muñoz de Pablos se refiere a que empezó a pintar con la técnica del fresco, para aplicar los conocimientos adquiridos gracias a uno de sus maestros, Ramón Stolz Viciano (1903-1958). «El inconveniente es la preparación de la cal, que es muy lenta. Creo —confiesa hoy— que improvisé, la cal que me facilitaron no era buena y la pared tampoco, tenía mampostería de desecho».

Cuando ya tenía el fresco avanzado, con un año y dos meses de trabajo, «empezaron a salir unas fluorescencias muy feas, la pintura se quedaba pasmada, me di cuenta que la obra iba a tener una mala vejez y lo piqué». Al principio, los miembros del Patronato del Alcázar no llegaron a entender esta marcha atrás, que arruinaba meses de trabajo, pero «lo hice bajo mi responsabilidad y empecé de nuevo».

Abre los ojosAbre los ojos - Foto: Rosa Blanco

Muñoz de Pablos pasó de pintar un fresco a un mural, con una técnica distinta, la encaústica, el uso de cera como aglutinante de los pigmentos. «Si pintaba con óleo iban a salir brillos así que opté por esta técnica. Me interesaba esa cosa tranquila y satinada que tiene el fresco, y para eso tuve que usar la encaústica, técnica griega antiquísima». «Empleé ceras de carnaúba», precisa Muñoz de Pablos, maestro de los procedimientos pictóricos.

El mural lo pintó sobre una tela de algodón y lino «con una imprimación muy sólida, con una cola de acetato de polivilino con rutilo, que es óxito de titanio», añade el artista, que abunda en sus dotes de alquimista. Esta minuciosidad técnica es la que permite que el mural mantenga, seis décadas después, un gran estado de conservación.

Aunque forzado a cambiar la técnica, pasando del fresco al mural, Muñoz de Pablos no renunció a su idea inicial sobre el cromatismo del que quería impregnar la obra. Hoy confiesa que se sintió especialmente influenciado en lo conceptual y cromático por Masaccio (1401-1428), pintor cuatrocentista italiano. Para la ‘Proclamación de la reina Isabel’, Muñoz de Pablos se fijó en el cromatismo que el pintor renacentista reflejó en su obra «Los Milagros de San Pedro». «En el mural no hay colores fríos, no hay azules, todos son cálidos y dorados... y no hay casi negros. Esa tonalidad es la que requiere este espacio, para procurar una integración total en el ambiente».

Abre los ojosAbre los ojos - Foto: Rosa Blanco

Una de sus obsesiones era que el mural quedara perfectamente integrado en la arquitectura de esta sala del Alcázar. «Son tonos que tienen que ver con la caliza, con los oscuros que dan los huecos...», de manera que el mural también tenía que contribuir a recrear el ambiente que tenía aquella estancia antes del incendio y, por tanto, estar en sintonía con la arquitectura de las salas interiores del Alcázar antes de 1862, que mostró en sus apuntes y dibujos José María Avrial, pintor del siglo XIX.

No solo es una integración ambiental, también lumínica. Muñoz de Pablos invita al espectador a fijarse en un detalle del mural relacionado, precisamente, por el lugar donde se ubica. Todas las figuras están iluminadas de derecha a izquierdas, como si estuviesen alumbradas por la luz real que entra a través de las vidrieras de la sala. De esta manera, las personas que están en la sala y contemplan el mural, más allá de tapar la vista de la pintura, se confunden con los personajes representados en ella.

¿Cuánto cobro por el mural? «No me acuerdo cuánto me pagaron», explica Muñoz de Pablos que sí recuerda cómo, al ver la maravilla de la obra, también de las vidrieras, el Patronato del Alcázar celebró una comida homenaje en Mesón de Cándido. «Antonio Ruiz me recordó un día que cobré poquísimo dinero».

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En el Alcázar, que el año pasado recibió unos 755.000 visitantes, Muñoz de Pablos, uno de los artistas que han contribuido a su reconstrucción decorativa, es toda una institución, como lo demuestra el afecto con el que se dirigen a él los empleados y guías que asisten a sus visitantes. Quizá el Patronato del Alcázar logre disuadir al artista para que no retoque su obra y pinte los ojos de la reina y los caballeros; y que olvide una falsa leyenda que, por otra parte, lejos de empeñar su obra, la hace más legendaria.

El estandarte que custodia San Martín, la cruz y la paloma. Muñoz de Pablos sostiene que en la obra «todo es entendible, no es una cliptografía», si bien invita a fijar la atención en algunos detalles, como un estandarte de la nobleza, objeto que estuvo presente en la proclamación y que hoy custodia la iglesia de San Martín; el relieve de la figura de San Miguel que luce la fachada de esta iglesia; la cruz que refleja la consagración de este templo o una paloma que aparece posada en un pequeño ventanal, como la que siempre aparecía, recuerda hoy el artista, cuando él visitaba la sede de la Academia de San Quirce.

Retratos de los descendientes. (Ver Infografía). Otra de las curiosidades de la obra se refiere al rostro de los personajes que representan a la nobleza segoviana y eclesiásticos que participaron en la proclamación. Muñoz de Pablos retrató a algunos de los descendientes de aquellos caballeros para incorporar sus rostros al mural. «Quería que las cabezas fueran singulares y la única manera era pintar retratos vivos», recuerda el artista. De esta manera, retrató a Juan de Contreras y López de Ayala (5), el marqués de Lozoya, el noveno titular de este título nobiliario; a Luis Felipe de Peñalosa (7) y Rodrigo Peñalosa (4) . También retrató al cronista Mariano Grau (8) —que representa a un monje jerónimo—, al militar  Francisco Sintes Obrador (2), que era entonces director de la Academia de Artillería y antes había sido director general de Archivos y Bibliotecas y al también militar Enrique de Ocerín y García (6)  , miembro del Patronato. Entre otros, también incorporó el rostro de Vicente Llorente ( 3), entonces ayudante del artista, que aparece enfundido en una armadura; o al hermano del artista, Ángel Muñoz de Pablos (1) , vestido de sefardita. Además de otros amigos y conocidos, Muñoz de Pablos retrató a su entonces joven esposa, Eulalia Ruiz (10) , y a su hija Carla (9) , de corta edad, asomadas a una galería, en el extremo derecho del mural.