Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


Verdades arriesgadas

08/09/2019

La memoria histórica y selectiva que se trata de imponer a golpe de ley democrática tiene muchos aliados. Su carácter selectivo no evita que por los poros de una buena parte de la sociedad hayan calado, gracias al enorme aparato propagandístico puesto a su servicio desde hace una década, el mensaje y el espíritu de su empresa, incluida en esa labor de ingeniería social que fue el zapaterismo. No hace muchas semanas pude conversar con el expresidente durante unos minutos, y presumió con razón durante la conversación de los logros sociales de su gobierno: una ley de dependencia, la prohibición del tabaco en espacios públicos y la reducción de víctimas mortales en accidentes de carretera fueron logros importantes de nuestra sociedad. Nadie puede discutirle a Zapatero que España avanzara en esos terrenos durante sus mandatos, y este servidor no lo hizo. Pero tras las medallas que en la distancia corta se colocó, debería haber añadido un camión de sombras tan oscuras como la noche. Y una de ellas es la recuperación de los hechos más trágicos de nuestra historia reciente para reescribir lo ocurrido otorgando a uno de los bandos que combatieron en la guerra el marchamo de buenos y justos, en detrimento del otro por supuesto.

Diez o 12 años después del inicio de esta operación, hasta los más insospechados actores sociales han somatizado el mensaje. Oímos la canción Bella Ciao de la resistencia partisana en Italia contra el dictador Benito Mussolini en una serie de televisión de éxito, y los más jóvenes se la aprenden y la tararean sin que nadie les explique lo que significó en el país transalpino, cosa imprescindible, o cómo fue adaptada por uno de los bandos en la guerra civil española, al que se otorga simbólicamente la vitola de los justos. “Esta mañana me he levantado y he descubierto al opresor”, rezaba la traducción que se hizo para los cánticos de los milicianos republicanos (siempre curiosa la romántica denominación de milicianos frente a la implacable y lógica definición de soldados fascistas, los que tenían al otro lado de las trincheras). Hasta los inmigrantes del Open Arms han entonado su estribillo apenas rescatados por la justicia italiana en democracia, el sistema político que se impuso tras las décadas de dominación de aquél verdadero y auténtico fascismo.

Hubo una épica en todo lo ocurrido hace ochenta años en nuestro país, eso es indiscutible. Robert Capa y la Brigada Lincoln lo atestiguaron de forma coetánea a los acontecimientos de la guerra. Pero lo triste es que hoy vemos cómo solo una de las épicas de resistencia y supervivencia frente a la barbarie es aceptable.