Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


Armonización

01/03/2020

Lo bueno de viajar es comprobar de qué forma algunos aspectos de tu propio país son considerados como exóticos en otras latitudes del planeta. En Estados Unidos, por ejemplo, siempre me ha encantado la cara de alucinación que te regala el interlocutor cuando le explicas que en España hay que pagar impuestos hasta después de morirse, y que muchos trabajadores ven disminuida su remuneración en un cincuenta por ciento cuando han pagado todos sus tributos. Les sorprende sobre todo ese impuesto o más bien esa requisa que las administraciones realizan sobre la herencia de las personas, sobre los bienes que se reciben cuando un familiar ha fallecido. De todo el catálogo de tributos que los españoles tenemos que enfrentar a lo largo de nuestra vida de contribuyentes, éste es el más sangrante e injusto. Los bienes, especialmente inmuebles, que has podido atesorar durante una vida entera dedicada al trabajo, son objeto de punición por parte de las instituciones que deberían protegerlos, y hacen exactamente lo contrario. Un sistema draconiano que recuerda a los diezmos o a esos saquitos de monedas que el sheriff de Nottingham usurpaba a los vecinos asaltándoles en sus propias casas. Usurpadores.

En algunas comunidades autónomas, impuestos como el de sucesiones están bonificados, incluso rozando el cien por cien de su importe. El gobierno denominado esta semana por su propio vicepresidentes segundo como socialcomunista está de los nervios porque considera que los impuestos deben afectar de forma igualitaria a todos los ciudadanos independientemente de la región en la que vivan. Y con ese loable objetivo, se dispone a igualar la presión fiscal de todos. ¿Bonificando o eliminando el atraco a las familias que supone el impuesto a las herencias como se hace en determinadas autonomías?. Ni lo sueñen. Se hará exactamente lo contrario, eliminando la bonificación para que los ciudadanos de esos territorios afortunados paguen lo mismo que los demás.

El resultado de la insoportable presión que supone el pago de ese impuesto infame ha supuesto para muchos españoles verse obligados a renunciar a los bienes otorgados en herencia por sus ascendientes. Para recibir un piso de dos habitaciones en un barrio obrero de cualquiera de nuestras ciudades, hay que pagar una cantidad que te obliga a endeudarte de por vida. Un orgullo para los gobiernos que lo amparan, sin duda. Ha sido reclamar el mundo independentista que se eliminen los privilegios fiscales de otras comunidades, y de forma inmediata se ha anunciado desde Moncloa una nueva legislación para armonizar, por supuesto al alza, los impuestos de sucesiones, donaciones y patrimonio. Primer tiempo de saludo.