Editorial

La dificultad de calibrar el alcance real de los debates a cuatro voces

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Es realmente difícil, por no decir imposible, señalar un claro ganador en debates como los celebrados el lunes y ayer a cuatro voces, tanto por el peso específico que tienen las estrategias de cada formación política, como por las cuestiones que los candidatos abordan casi de puntillas y las preguntas que dejan sin contestar. De hecho, un número importante de analistas y politólogos disienten sobre vencedores y vencidos, de igual forma que lo hacen columnistas y editorialistas así como las redes sociales.

El papel relevante que algunos dieron a Albert Rivera (Ciudadanos) por su actitud desafiante y su distanciamiento de Pablo Casado (PP), queriendo afianzar su liderazgo en el centro-derecha, quedó un tanto devaluado por el cambio en el discurso de este último, que anoche plantó cara al político catalán. Pedro Sánchez (PSOE), que se reivindicó como la única opción contra las «tres derechas», estuvo un tanto desdibujado y dejó entrever que no pactará con Cs. Pablo Iglesias (Unidas Podemos), que marcó distancias con los socialistas, sin duda ganó anoche enteros con un marcado tono conciliador y de moderación. 

Y aunque en el segundo debate los cuatro líderes afinaron y concretaron algo más sus propuestas y emergió la tensión -especialmente entre Rivera y Sánchez-, tampoco se dilucidaron las grandes cuestiones que preocupan a los españoles más allá de algunos apuntes. Cierto es que Cataluña marcó en ambos casos una inflexión y protagonizó los momentos de mayor exaltación y enfrentamiento, junto con temas como la corrupción, la fiscalidad o las pensiones, pero está claro que las cuatro formaciones políticas prefieren exponer y concretar sus programas en mítines y encuentros electorales con sus afines, a dejar al descubierto todas sus cartas ante millones de telespectadores. 

No es menos cierto que a los votantes que no van a leerse los programas de estas formaciones ni asistirán a actos de campaña, ambos debates televisivos pueden darles algunas pautas, pero es dudoso que acaben con ese 40% de indecisos que han dejado entrever las encuestas, de modo que tocará esperar al día 28 para confirmar o desmentir los pronósticos, las intenciones de voto y las valoraciones diversas que han suscitado ambos debates. 

Es importante que los líderes de los grandes partidos se expongan ante las cámaras, crucen propuestas y debatan entre ellos, pero con tiempos, bloques e intervenciones medidos al milímetro y al segundo, poco más que una imagen o un gesto pueden entreverse, si acaso algún titular significativo. El alcance real, si efectivamente lo tienen estos debates a cuatro, ha de esperar a las urnas, que son, al final, las verdaderamente decisivas.