Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Con nombre propio

24/06/2019

El problema más serio con el que se encuentra Pedro Sánchez para formar gobierno se llama Pablo Iglesias. La noche de las elecciones generales Sánchez estaba tan pendiente de los escaños socialistas como de los escaños de Podemos, de ello dependía que pudiera seguir al frente del gobierno. Desde entonces , no ha pasado día en el que no dedicara todos sus esfuerzos a sumar los votos que necesitaba más allá de los del PSOE y Podemos, ni se le pasó por la cabeza que pudiera faltarle su apoyo. Sin embargo puede que Podemos se descuelgue, porque lo que exige Pablo Iglesias es inaceptable Pedro Sánchez, para los barones de su partido y muchos de los miembros de su ejecutiva: no quieren ver a Iglesias, ni de broma, entre los ministros.

El empecinamiento de Iglesias empieza a resquebrajarse y al parecer se conformaría con algún cargo de segundo nivel. O más bien cargos. Y de nuevo el tira y afloja porque los socialistas no están por la labor de ser excesivamente generosos. De ahí que Sánchez mire ahora hacia Ciudadanos con auténtica desesperación, pero Rivera no se deja y lleva este lunes a su ejecutiva la propuesta de hacer otra declaración en la que se recoja de forma taxativa que al PSOE ni agua. Una cosa es llegar a algún acuerdo con los socialistas para gobiernos regionales o municipales en el reparto de poder que se abrió en mayo y otra muy distinta que Ciudadanos sea el partido que permita que Sánchez se mantenga en La Moncloa.

Sabe Sánchez que se encuentra atrapado ante un Iglesias a la desesperada: si no entra en el gobierno, se le viene abajo su partido, que lleva meses cuesta abajo, en picado, precisamente porque no convencen las políticas de un Pablo Iglesias que se mueve entre el nepotismo y la intransigencia y ha provocado una crisis interna de la que solo sale si forma parte del gobierno. Con cartera ministerial, no le bastan secretarías de Estado, subsecretarías ni direcciones generales.

El nombre propio que se le atraganta a Pablo Casado es de su propio partido: Cayetana Álvarez de Toledo. Está empeñado en que sea la portavoz del grupo parlamentario en el Congreso, porque considera que es la mejor y además no hay mucho donde elegir en un grupo tan falto de figuras con experiencia. Pero ni la mayoría de los miembros de la ejecutiva, ni los barones, quieren que Cayetana ocupe ese puesto. Es brillante, pero de un carácter endiablado, s lo peor que puede tener quien debe trabajar en equipo y repartir juego. Pero si Casado cede finalmente, tal como están las cosas en este momento teme que se le acuse de no imponer su autoridad. Lo que nunca es plato de buen gusto para nadie, menos aún para un político obligado a estar pendiente siempre de su imagen.

Las grandes decisiones, con frecuencia, dependen solo de un nombre propio.