Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Calor y política

01/07/2019

Tres meses han pasado desde que se celebraron aquellas elecciones generales del 28 de abril y no hay visos de que pueda formarse Gobierno a corto o medio plazo; se celebraron luego las autonómicas, municipales y europeas el 26 de mayo, a cuyo resultado todos condicionaban la posibilidad de formar Gobierno, pasó ya un mes y nada; se constituyeron los Ayuntamientos y una buena parte de las Comunidades Autónomas, que podían estar también influyendo sobre opciones de pacto, y lo mismo. Todos los ingredientes previos y necesarios para atisbar un horizonte de estabilidad política, aunque relativa, se han ido acumulando, pero la expectativa no ha mejorado. Al menos hasta el momento, y no tiene pinta de que vaya a hacerlo.
Pero si uno va por ahí fijándose en lo que la gente comenta, pegando la oreja a las conversaciones de la ciudadanía, o más descaradamente preguntando de manera directa, verá que la preocupación más mencionada, y más compartida, no es precisamente la de la ausencia de Gobierno o la de la falta de una previsión cierta de que vaya a formarse, o cuándo, o cómo, o con quién, o para qué. Nada de eso. Gana por goleada el calor, la ola de calor que nos abrasó estos días, y aquí sí que despliegan todos los matices: cuánto durará, dónde apretará más, si esto ya es de verdad el cambio climático, o todavía nos espera algo peor, etc., etc.
Y da que pensar. Para bien o para mal, da que pensar este orden de prioridades en la preocupación social, que tampoco me atrevo a medir en su intensidad. Pero algo de esto hay: traslucimos una viva actitud de polémica por la política, todos tenemos en la mente una preferencia, que de vez en cuando discutimos, fiamos a las instituciones nuestra suerte, les achacamos nuestras insuficiencias y hasta nuestras frustraciones, pero al final, a la hora de la verdad, la obsesión de que haya, o no haya, Gobierno, no es tanta. Nos preocupa más el calor. Y no es mala cosa. Si es muestra de que vamos poniendo cada cosa en su sitio, aquí la naturaleza, allí la política, no está nada mal. A mí me parece una actitud saludable, para el cuerpo, y para el alma.