Charo Zarzalejos

CRÓNICA POLÍTICA

Charo Zarzalejos

Periodista


Las amarguras del poder

15/02/2019

Los que nunca hemos tenido poder nos resulta difícil ponernos en la piel de quienes lo ostentan. Tiene el poder algo de adictivo, de leve borrachera hasta el punto que no debe ser muy complicado imaginar que va a durar para siempre. Pero el poder siempre, siempre tiene fecha de caducidad y rara es la vez que el abandono del mismo no se produce con alguna lágrima oculta. Esa lágrima que va por dentro y que obliga a quien lo abandona a resetearse, a volver a empezar. El poder tiene sus amarguras. Amarga fue para Mariano Rajoy la forma en que salió de Moncloa. Nunca pudo imaginar que su abandono del poder fuera como fue. Amargo, muy amargo.

En ese punto de una cierta amargura se debe encontrar Pedro Sánchez. Los que le auparon le han abandonado después de suministrar altísimas dosis de ibuprofeno, olvidando, quizás, que como cualquier medicamento tiene sus pautas de consumo y, desde luego, efectos secundarios como bien se ha visto con la reacción, no ya de las «derechas» sino de su propio partido. En su momento, cuando le defenestraron de manera bien cruel fue porque los suyos no querían que hiciera lo que luego ha hecho. Bien es verdad, que lo ha hecho después de una dura batalla interna que ganó. Y es en este contexto de amargura en el que el presidente tiene que tomar una decisión que conoceremos en horas. Me ahorro especular. Sánchez siempre sorprende y personalmente me sorprendería que lo que casi todo el mundo da por hecho - elecciones el 28 de abril- el presidente lo haga suyo.

En cualquier caso ya estamos en campaña. El primer acto oficioso de la misma fue el discurso de la ministra Montero en el Congreso en su defensa de los Presupuestos. Ahí se abrió la caja de Pandora en la vana esperanza de que los independentistas recapacitaran y retiraran sus enmiendas, pero Puigdemont ganó la batalla.

Responder a este hecho afirmando que los independentistas han unido sus votos a las derechas con el propósito de afearles es algo infantil. ¿Alguien cree que la gente va a equivocar a Tardá con Casado? También es bastante infantil hablar de los «trillizos de Aznar» o calificar la concentración de Colón como una reunión de fachas. España ha cambiado mucho. Ya nadie tiembla porque le llamen populista o fascista. Ya no vale eso de que viene la derecha -lo hizo Susana Díaz- ni tampoco la pretensión de meter miedo calificando de partido bolivariano a Podemos. España ha pasado esa pantalla.

Sánchez es un presidente legítimo. No ha habido ilegalidades en sus contactos con los independentistas. Ha habido, eso sí, cesiones, gestos, amabilidad cuando lo que se esperaba era una réplica clara para evitar la imagen, la percepción de un cierto entreguismo. Ha faltado, y esta es la otra cara de la moneda, dialogo. Sí, dialogo. No ha tenido más interlocutor que Pablo Iglesias, ignorando que con 84 escaños hay que hablar con todos, incluido y de manera prioritaria con el líder de la oposición. Si se trata de hablar con el diferente, es obvio que Casado es diferente -en términos políticos- a Sánchez. Dolerse más allá de lo razonable por unas palabras, sin duda subidas de tono, no deja de ser algo infantil cuando se es presidente de Gobierno.

Sánchez será de nuevo candidato y hasta es posible que logre que su partido sea la primera fuerza en un panorama muy fragmentado, pero lo que nada ni nadie le va a evitar es este punto de amargura que debe producir asumir una derrota por parte de quienes te auparon.